La verdad que el Doctor Gruñón lo ha clavado en lo que se refiere al hecho de la vergüenza y lo poco edificante que es que uno se reconozca como putero. No deja de verse al putero como un desgraciado y un perdedor. O como un débil incapaz de controlar sus vicios. En todo caso se trata de comprar el engaño para satisfacer una necesidad, lo cual es una de las cosas más tristes que pueda realizar un hombre.
De entre todos los puteros, los únicos que no me merecen respeto alguno son los casados. No porque se vayan de putas, sino por como rigen su existencia. Calzonazos que viven una vida aburrida y llena de mentiras, teniendo que recurrir a otra mentira para aliviarse.
Uno se imagina a los Refugiados de la vida, contándole una trola a la mujer para follarse a una tía que, desde que entra por la puerta, se está descojonando de él y que está pensando en que ya quedan menos segundos para dejar de verle el careto. Tipas que sólo te soportan por los billetes que traes en la cartera. Y ahí los ves con sus crónicas, sus "besa como una novia" y toda la miseria que puede arrastrar un ser humano viviendo un año tras otro en una mentira. Que tristeza, macho.
Aunque los hay peores. Los que pagan para que los enculen bien. Como el sartenes.