"No hay peor conclusión que la de creer que la única forma de combatir un determinado status quo de las cosas es mediante la tensión ideológica. Lo que más me aterra y me aburre del individuo ideologizado es que jamás descansa de su disciplina de pensamiento. Hasta el aspecto más banal termina fllltrándolo por el pequeño prisma de sus intereses. Nunca se relaja, no consiente la inocuidad de ninguna experiencia. Todo le resulta importante y crucial en la medida en que en cualquier elemento de la realidad observa un peligro para con su programa. En rigor, la ideología siempre se articula como una cosmovosión a la defensiva, en continuo estado de rencor hacia un mundo que evidentemente lo desborda en sus hechos y demostraciones. La auténtica revolución que nuestra época necesita es un pensamiento que no interponga más tabiques ni presas artificiales en el fluir de la realidad. La cultura occidental, desde la metafísica hasta la política, no ha dejado de potenciar el concepto de "transformación" como móvil insobornable del sujeto. El objetivo último de la política es transformar la realidad con la que se trabaja. Sin importar, en última instancia, las consecuencias de tal acción. No estoy defendiendo con esta "crítica de la transformación" el inmovilismo como alternativa política. Por el contrario, lo que pretendo poner de manifiesto es que la obsesión transformadora ha conllevado que, allí donde habitaba la naturalidad de la cosa, ahora solo se percibe una huella ideológica. Las experiencias pierden cada vez más su margen liberador y de contingencia para funcionar como leyes e hitos disciplinarios, como "momentos policiales" que buscan someter y vaciar la capacidad del individuo. Todas las políticas, sin excepción, aspiran a controlar, y ninguna a dejar ser. Es mejor el que produce una huella tanto más profunda y violenta. Se trata de no dejar un detalle suelto, de intervenir hasta en el tiempo de hastío para que cada mínimo suceso ayude a construir un relato monstruosamente coherente. Vamos a peor. Apenas si queda aire para respirar. En lugar de quitar mierda, añadimos y añadimos más con un afán fascista de adoctrinamiento. No quedan intersticios en los que curarse. Esta sociedad está enferma hasta en sus sueños y utopías".