Con una tangana de menor intensidad, el partido hubiera sido perfecto. Mucho mejor esto que los paseos imperiales del Barça de los últimos dos años, cuando parecían un partido entre los juveniles y el primer equipo. Por esto hay que darles las gracias al tarado portugués, por haber devuelto el equilibrio, la tensión, la competitividad a una Liga que podía haber quedado resuelta en menos de 20 partidos. El lado oscuro de este logro son sus evidentes síntomas de enfermedad mental. Mourinho no está para salir de casa sin su medicación. No puede ponerse delante de un micrófono sin la dosis de tranquilizante correspondiente, porque sus delirios están llegando a niveles cercanos a la incapacitación. Una persona así, en cualquier otras circunstancias, acaba en el pabellón de psiquiatría.
Lo dije ayer y lo repito de nuevo. La Ronalda es un timo, un jugador que se luce en las goleadas ante equipos menores y cuya capacidad de desborde quedó olvidada en el inicio de su carrera. Cada año que pasa sus carencia son más evidentes. Y como está claro que no va a ser nuestro mesías, es imprescindible gastarse los cuartos y ver que pasa con Neymar. Lo más seguro es que sea una versión empeorada de Robinho, pero si por casualidad sale bien, sería ese punto de calidad que necesita la plantilla, ese jugador que marca diferencias y aparece en los momentos complicados, nuestro Messi particular.