He debutado esta tarde con mi primer control de alcoholemia. Ante la visión del aparato desplegado ante mi boca, le he dicho al policía, con aire juguetón, que era novato y que no sabía si lo iba a hacer bien. Él ha soltado una risita y un comentario cortés, azarado por mis reiteradas miradas a su paquete . Cuando, con aire triunfante de niño inocente, me ha enseñado el dispositivo marcando 00, le he espetado que, en otros ámbitos, suelo sacar un 10. Todo ello, seguido de una pausa dramática dominada por mi sonrisa pícara y el nerviosismo de sus manos.
El compañero del furgón nos miraba de reojo con aire socarrón, y a punto he estado de decirle que admitiamos tríos, si no fuera porque he caido en la cuenta de que perdí el carnet de conducir hace un año y no lo he renovado.