Interesante comida la de ayer con mi suegro en Los Santanderinos, un lugar que para mí está entre los top 3 o top 5 de la ciudad.
Para empezar, como llegamos más temprano de la cuenta y teníamos que esperar a que llegaran todos, tomamos un par de cañas en la barra. Hasta estos sitios tienen costumbre aquí de acompañar con tapa gratis, lo bueno es que la calidad es evidente. La primera, un trozo de tortilla llorosa como dice mi parienta, poco echa, como debe ser. Y puedo decir tranquilamente, que es de lo mejorcito que he probado en mi vida, increible. La segunda, un arroz negro que no se quedaba atrás, me hubiera comido un par de platos de aquello y me voy a casa con una sonrisa de oreja a oreja.
Por costumbre, le dijeron al dueño, amigo de la familia de muchos años, que se fuera preparando una degustación de las suyas y así nos dejábamos de historias y de cartas.
Quisquillas de motril. Cigalas plancha. Ensalada de tomate. Anchoas del cantábrico y sardinas anchoadas. Pargo al horno. Pudin de cabracho (supremo). Pastel de setas. Cocido montañés (supremo) y tataki de atún fue lo que nos sacó el hombre durante 3 horas. Regado con cinco botellas de un blanco acojonante.
Lo que más me gusta es que a las 6 de la tarde, sin clientes ya, se salga el hombre y se siente contigo y con un hojaldre para acompañar el café y la copa y te deje fumar en un sitio como ese.
Un placer de estos que hay que darse una vez al año por lo menos.