Si algún enteradillo de esos que conozco me dice que esto del abrefácil se inventó en plena Revolución Francesa no dudaria en creerle. No hay nada más parecido a una guillotina para los dedos del desgraciado que se mete en el embrollo de abrir una lata (es decir, casi todo el mundo). Y si no, que se lo pregunten a mi amigo J, que por poco se secciona un tendón de la mano; o a K, mi profesora de inglés, que vino un dia con un espectacular tajo en la mano que se hizo abriendo una lata de espárragos, o a MC, que es ATS y siempre le viene alguno con la mano ensangrentada por su afilado borde.
Además, eso de abrefácil es un timo total, no tiene nada de fácil. Cuando no te quedas con la anilla en el dedo, la tapa se queda a medio camino, la lata tenia un golpe y parte del contenido te salpica -divertidísimo con las de atún, que huele que te cagas y ya puedes ir tirando la ropa-, o simplemente tiras de la anilla y se niega a abrirse.
Mundo aparte es del tetrabrik. Menudo trauma se llevaba mi hermano con el abrefácil de ese otro invento del diablo. En todos los anuncios veías como la gente los abria con la mano como si nada. Y luego inténtalo. Por más fuerza que ejerzas, acabarás rindiéndote a la evidencia y echarás mano del cuchillo jamonero o las tijeras del pescado. Y en esas que el sr Tetrabrik intentó solucionarlo con otro Gran Peor Invento: la tapita. No sólo no cierra herméticamente (la leche acaba oliendo a los boquerones en vinagre de al lado), sino que pierde por los lados, se despega; y lo que es peor, mi cazurra (y santa, pero cazurra al fin y al cabo) madre, no se entera y les sigue cortando el pico del abrefácil.
Estos ejemplos sólo son una muestra de la malicia del inventor de abrefácil, que no contento con latas y tetrabriks, ha puesto sus zarpas en todo aquello que venga envasado (esa mozarella para pizza que queda reseca porque el zip no es hermético) o con un envoltorio plástico (esas cajas de CD que rayas al hacer uso de las tijeras ante la desesperación frente el celofán, que no tiene por donde abrirlo).
¿Y qué hacemos nosotros, simples ciudadanos de a pie ante tamaña pifia industrial? Nada.
¡Pues no puede ser! Cercenados por las latas, desesperados por el celofán, estafados por las tapas del brik; unámonos y metámosle una querella al tio que inventó el abrefácil. Se van a cagar.
Además, eso de abrefácil es un timo total, no tiene nada de fácil. Cuando no te quedas con la anilla en el dedo, la tapa se queda a medio camino, la lata tenia un golpe y parte del contenido te salpica -divertidísimo con las de atún, que huele que te cagas y ya puedes ir tirando la ropa-, o simplemente tiras de la anilla y se niega a abrirse.
Mundo aparte es del tetrabrik. Menudo trauma se llevaba mi hermano con el abrefácil de ese otro invento del diablo. En todos los anuncios veías como la gente los abria con la mano como si nada. Y luego inténtalo. Por más fuerza que ejerzas, acabarás rindiéndote a la evidencia y echarás mano del cuchillo jamonero o las tijeras del pescado. Y en esas que el sr Tetrabrik intentó solucionarlo con otro Gran Peor Invento: la tapita. No sólo no cierra herméticamente (la leche acaba oliendo a los boquerones en vinagre de al lado), sino que pierde por los lados, se despega; y lo que es peor, mi cazurra (y santa, pero cazurra al fin y al cabo) madre, no se entera y les sigue cortando el pico del abrefácil.
Estos ejemplos sólo son una muestra de la malicia del inventor de abrefácil, que no contento con latas y tetrabriks, ha puesto sus zarpas en todo aquello que venga envasado (esa mozarella para pizza que queda reseca porque el zip no es hermético) o con un envoltorio plástico (esas cajas de CD que rayas al hacer uso de las tijeras ante la desesperación frente el celofán, que no tiene por donde abrirlo).
¿Y qué hacemos nosotros, simples ciudadanos de a pie ante tamaña pifia industrial? Nada.
¡Pues no puede ser! Cercenados por las latas, desesperados por el celofán, estafados por las tapas del brik; unámonos y metámosle una querella al tio que inventó el abrefácil. Se van a cagar.