Grandes relatos:Días de ignominia

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El narrador

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Caballeros, he aquí un relato extremadamente largo (un libro, de hecho), pero que creo puede interesarles. Trata sobre una historia gris, color mierda, de un personaje que tuvo gran importancia en aquellos días de Marzo de 2004.

Si la historia sale cortada por demasiado larga, lo arreglaré.

Adelante:

DIAS DE IGNOMINIA























Breve nota del autor



Lo que a continuación van a leer no es más que un thriller documentado bajo informaciones clasificadas por el gobierno socialista acerca de los terribles acontencimientos del 11 de marzo. En resumidas cuentas, el 11 M se gestó en un puticlub de la Nacional Uno por la alta jerarquía de la sociedad apoyada por pensadores españoles del círculo de bellas artes y otros medios de comunicación.






















































Prólogo

Días de Ignominia, sí. Acertadísimo título para describir lo que, en estos tiempos que nos han tocado vivir, acontece en todo el mundo y, concretamente, en España, una nación que vive en un absoluto estado de eutanasia social.





Los acontecimientos del 11-M en España, no sólo causaron la muerte de cientos de españoles, sino que sirvieron para echar del poder de manera más que sospechosa a un partido al que se le achacaba la participación en una guerra, la caída de un avión y el hundimiento de un petrolero…Eran éstas, y no otras, las acusaciones que se hacían al Gobierno del Partido Popular tras ocho años de Legislatura….Ni corrupción, ni robo, ni guerra sucia, ni terrorismo financiado por el estado, ni paro, ni ninguna otra razón que pueda acontecer en la mayoría de los gobiernos en el mundo. Una guerra, un avión y un petrolero…Bastó esto y la inestimable ayuda de terroristas islámicos, para tener el cocktail explosivo que derrocaría ocho años de prosperidad. Ni en el mejor de los sueños Zampazeros y cía. habrían esperado encontrarse con el caramelo que ahora saborean, mientras se vanaglorian entre las hojas de Vogue. Ahora, evidentemente, nos toca pagar a todos las consecuencias del advenimiento al poder de un presidente que sonríe, estrecha la mano y poco más; un títere que está en manos del buitre Maragall o el flemático Carod, mientras el comunista Llamazares intenta agarrarse al último vagón que pasa por su sucia y asquerosa estación, mientras se fuma un porro de maría y se rasca su sarnosa barba.

Pero estos acontecimientos también sirvieron para movilizar una masa social marginada; una sociedad paralela, que vive en la nocturnidad entre vómitos. Son búhos puteros, murciélagos taciturnos. Gente Mierda., Sociedad Diarréica, Generación Hez. Hombrecillos del tres al cuarto, cuyo odio ha sido alimentado a base de recetas cocinadas a fuego lento por despreciables seres como Sardá, El Gran Wyoming, titiriteros subvencionados como Trueba o “Satanasa” Almodóvar, cantantes acabados que viven de recordar los tiempos en los que supuestamente eran grandes, como Ramoncín, Miguel Ríos, Serrat o Ana Belén e intelectualoides de medio pelo. La distorsión informativa creada tras los atentados del 11-M y la posterior jornada de reflexión violada ilegítimamente por el comunista Llamazares y el maestro de ceremonias Rub-Al-Kahbba fueron el chispazo que necesitaban todos estos miles de personajillos infestadores de la noche española para hacer un esfuerzo y meter en la urna, antes de irse a la cama, ese voto necesario para el cambio…ese cambio a la sonrisa y el “sí” a todo. La Gente Mierda se ha hecho con el poder; ahora sólo nos queda tirar de la cadena.

Sirva este texto, pues, para reflejar fielmente el submundo alcantaríllico en el que se mueven estos asquerosos personajes que, tristemente, tienen derecho a votar.

Disfrute el lector de estos pasajes y reflexione con ellos….









Dr. Del Temple



































11 MARZO 2004
Malignidad: Células cancerosas o patológicas que tienen la capacidad de diseminarse, invadir y destruir tejidos. Estas células pueden recurrir en tejidos localizados y en otros tejidos si son resistentes al tratamiento.









Los casos de tuberculosis han ido en aumento debido al número creciente de individuos inmunocomprometidos con SIDA, y de indigentes sin cuidado médico.






I



-De nuevo he recuperado mi libertad. Por fin, libre, fuera de las asquerosas habitaciones de este maldito psiquiátrico, ahora puedo volver a pisar las calles-. Roberto Farias encendió un purito Reig y miró hacia delante. Allí, frente a sus ojos, se encontraba la lavandería de dinero vasca del Grupo Mondragón, forjada dentro de la piedra pizarra marmórea, tan sólida como los mismísimos pilares de la tierra. Entre húmedos valles de maldad e ignominia, de desprecio hacia lo nacional, Roberto Farias volvía a saborear la impronta alegría de saberse libre, de no estar etiquetado como el Paciente 543 “psicótico marxista compulsivo”.

-Como los grandes hombres de la historia vuelvo a estar libre tras haber sido deshonrado en esta institución mental- Roberto no paraba de chuperretear la boquilla del purito –he demostrado ser un auténtico líder, no me he derrumbado ni una sola vez-. Las vaporosas nubes celureas flotaban entre los surcos de la cooperativa Mondragón la cual parecía observar con horror cósmico el repentino fallo administrativo producido con el caso Roberto Farias.

....

11 de Marzo de 2004, demasiado caos, demasiado horror, una gloriosa nación que se tambalea por la sanguinaria cooperación internacional terrorista. Sin embargo, en los días previos al 14 de Marzo algo más horrible que la sangre de los españoles fluiría en la triste historia de España.

Días tristes de maldad e ignominia, el nuevo asentamiento ilegítimo socialista se forjó no en las urnas sino en sucios burdeles de carretera.





















II


Porque Roberto sabía que él era alguien especial, talado de una madera distinta a la del resto de los mortales, tal vez un filósofo en tierra de nadie, un politólogo venido a menos por las especiales circunstancias de su vida. Desde siempre había mamado la impronta socialista, más abigarrada en el utópico y trágico tótem comunista, y era por ello que toda su vida había sido una despreciable mierda. Una auténtica hez social, un cerdo, un jodido putero, mentiroso y vago compulsivo, Roberto Farias jamás dudaba de llenarse la boca de grandes palabras rojas que las restregaba por los sucios meaderos de puticlubs de carretera.

¿Desde hacía cuanto tiempo que no había podido emborracharse?¿Cuántas habían sido las veces que se había masturbado en su habitación bajo la atenta mirada de los posters de Pedro Almodóvar?. No sabía a quién podía echar la culpa de su mísera tragedia humana pero estaba claro que todo ello formaba parte de una espesa sopa de podredumbre estamental.

Desde pequeño fue mal estudiante, sí, pero un autodidacta, al igual que los grandes genios de la historia; Karl Marx, Bakunin, Lenin, Pablo Iglesias...ellos también tenían algo de la semilla de Roberto. Fue a base de cientos de desgracias personales cultivadas y propiciadas por él mismo que fue ingresado en el Psiquiátrico de Mondragón. –Hijos de puta, si pensasteis que os ibais a quedar con la herencia de la abuela lo llevabais claro- Roberto se había devanado los sesos día y noche conjeturizando acerca de quién de su execrable y purulenta familia le había metido en esa jodida casa de locos. Tal vez su sobrina, cualquiera de sus fanicerosas amantes vacunas...en cualquier caso volvía a estar libre.



















III


Y sinceramente, ya que estaba sobrio y no había bebido nada, el atentado de Atocha se le antojaba accesorio, ajeno. Ni siquiera quería pensar en ello. España había cambiado demasiado en dos años, había estado ajeno a las noticias, por lo que lo primero que quería hacer era encontrar un grupo de personas que le pusieran al tanto de la realidad nacional. Roberto tenía claro que su voto iría para el Partido Socialista Obrero Español ya que, a pesar de ser más rojo que cualquier mendicante comunista, Roberto no tenía muy clara su idea de voto. Y qué mejores lugares para encontrar gente como él, socialistas de pura cepa, que en los húmedos acetados puticlubs de carretera.

Pero esto era una simple excusa, Farias sabía que el principal motivo para ir a semejantes vertederos humanos no era para recabar información política sino para mancillar el honor de las meretrices de la Nacional Uno. Todo le importaba una mierda, sin embargo, escudado en su débil carácter de borracho diurno y nocturno, siempre gustaba de dárselas de importante y hablar de política a pesar de ser un mal nacido desinformado que sólo escuchaba los fecales comentarios políticos de Javier Sardá y el maricón de Boris Izaguirre. Mamar ideas de una teta cancerosa sólo podía producir una purulencia mental equiparable a los delirios alucinatorios de Roberto Farias que no cesaba de pensar en sidosas putas, travestis sin operar y aniñadas adolescentes... pero él no era un facha como los del Partido Popular sino todo lo contrario, un progresista del mañana.

Pero esto no era nada comparable con su férrea adicción por las drogas y opiaceos. Su nariz, una eficiente aspiradora de cocaina, aguileña como la efigie de Lénin, parecía tornarse en una de las herramientas fisiológicas más importantes de su cuerpo.

-¿Y qué más me da que digan que soy un cerdo?- Roberto no paraba de sonreir, inflado con orgullo ante su repentina liberación –Por fin libre, esto es mejor que la transición del Franquismo-. Farias miró su billetera, tenía un buen fajo de billetes...y una inmejorable oportunidad de comprar un buen saco de farlopa bien cortada antes de comenzar sus andanzas por los clubs de relax.



















IV



A pesar de su aparente narcótica felicidad, de su degenerada sonrisa de borracho tornada en un rictus perpetuo más que en un espontaneo gesto anímico, Roberto Farias sabía que era un jodido desgraciado. No había hora del día en la que tuviera que quitarse de la cabeza la idea de acabar con todo, de volarse la sien y dormir para siempre. Ateo hasta la médula, hereje sin complejos y anatema escatológico Roberto no dudaba en cagarse hasta en lo más Santísimo a pesar de no creer en nada. La culpa de su mísera vida la tenían dos seres, uno tan difuso como la idea de Dios y otro tan tangible como Jose María Aznar. No importaba las muchas noches de insomnio y de alucinaciones que hubiera tenido que pasar que todo ello era debido al influjo maligno de José María Aznar. Todo, y realmente todo, era su culpa, incluso los vomitorios reflejos estomacales que se aferraban a su estómago día y noche por la falta de metadona y placebos.

Todo podía cambiar, tal vez este fuera el inicio de una nueva trayectoria social y política. ¿Quién le iba a negar que aquellos tres días de reflexión política no le iban a servir para algo más que para husmear entre sucios culos y peludos chuminos de negra?. Farias tenía un delirante plan politológico, se iba a informar concienzudamente de la realidad española al sinuoso ritmo de sus pelotas rebotando contra el culo de alguna puta barata. Porque esa era una de las grandes virtudes de Roberto, saber encontrar cualquier situación propicia para emprender un nuevo plan empresarial.

Sin embargo su debilitada mente de cocainómano se podía sumir tan pronto en una amarga felicidad como en un delirante infierno existencialista. Por eso necesitaba esnifar a todas horas lonchas finas y cortadas de farlopa, sabía que estaba tan enganchado a dicha sustancia como Freud pero al menos eso le hacía partícipe de una característica portada por un gran psicoanalista.

Porque Roberto Farias era un socialista, un hombre digno de ser el portador de los rieles de la historia de España.





















V


-Tssss, se mira pero no se toca, jodido ladrón- Escipión Laredo había sido el camello de confianza de Roberto, habiéndose gastado en su asquerosa mercancía más de lo que el balance familiar pudiera soportar. –Mira, traída desde Medellín, sólo con verla pensarás en reventarte la pituitaria con otro tiro más-.

La nariz de Farias comenzó a mucosear instintivamente, un acto reflejo similar al de Paulov. Su cerebro le pedía adherir a sus membranas toda la cocaína que fuera necesaria. Pero era peligroso, ya había sufrido tres derrames cerebrales por culpa de su afición a los polvitos de la risa.

-Mira Roberto, te habla directamente a tu cerebro, vas a volver a ser el rey de los burdeles-. Sin mediar pensamiento alguno Roberto saco tres mil euros y los puso en la callosa mano de Escipión el cual no podía ocultar un maligno sentimiento de satisfacción ante el trato realizado. –Además esta es especial, si te la pones en la punta de la polla tendrás una constante e insaciable erección-.

Roberto miró hacia las zapatillas de Escipión, impregnadas de un negruzco líquido negro, parejo al Brent. Tal vez le estuviera mintiendo acerca de la procedencia de la droga y fuere más cercana que Medellín, tal vez la había cortado y preparado él mismo en su laboratorio. En cualquier caso le daba igual, como si se la hubiese sacado del cadáver de un yonki, al fin y al cabo podría colocarse como antaño.

-Toma esto- Laredo le dio una tarjeta de visita en la que ponía “Jokin´s Dreams” –Es el puticlub de un conocido mío, dile que vienes de mi parte y te hará una rebaja en los cubatas-.

-¿Te importa si pruebo la farla en tu casa?- Roberto no cesaba de sonreir bobaliconamente, buscando cobardemente un cierto grado de empatía en su contertulio.

-Sí, pero te la esnifas en el retrete que no quiero ver rastros de mierda en la mesa del salón-.

Roberto no comprendió esta última frase, cargada de odio y rabia hacia su persona. –Sólo será un tiro joder, encima que me saqueas todo el dinero tendré alguna prerrogativa-. Escipión negó la petición de Farias. Un incómodo silencio se produjo en la habitación.

-Venga, que tú y yo somos de izquierdas, que no se diga que somos malos hermanos-. Escipión acercó lentamente su cabeza a la nariz de Farias. –Recuerda amigo que yo soy un puto camello y tú eres un sucio esnifómano-.















VI


Algún día haré algo grande, soy especial, joder, sé que mi vida está destinada a altas empresas de la humanidad. Roberto había esnifado con tanta fuerza y fruición que tenía restos de cocaína en sus cejas. Se encontraba exultante, engorilado, era un auténtico Dios y nada se le antojaba como imposible en aquellos momentos. Sí, tal vez fuera eso lo que se esperaba de él, encontrar a los verdaderos socialistas escondidos en infectos tugurios esparcidos por gran parte de Burgos.

Pero a pesar de todo, aunque tuviera que pagar para obtener sexo, Roberto Farias no dudaba en su masculinidad y atractivo. Pese a sufrir una leve parálisis en el lado izquierdo de la cara no le impedía relacionarse con cualquier modelo de barra americana. Su barba a lo Rubalcaba, siniestro personaje por el que profería una simpática admiración, disimulaba su gesto torcido y esperpéntico. Además, cuando esnifaba todo parecía ser distinto, más positivo, tal vez más apetecible, esparciendo en los porosos humos mentales cualquier idea de suicidio.

Sí, su vida era difícil, ¿y qué?. Roberto vivía por y para la política socialista. No obstante combinaba su pasión por las ideas de izquierdas con las drogas y las putas. Siempre era machacón y obsesivo con este tema, muchas veces pensaba si se habría equivocado en algo a lo largo de su vida, sobre todo cuando se levantaba pestilentemente de su cama tras sus largas sesiones de borracheras que podían prolongarse más allá de los cinco días laborables de la semana.

Tal vez mucha gente pudiera pensar de él que era un auténtico perdedor y un putero pero no le importaba nada en absoluto, todos esos comentarios sólo podían provenir de los votantes fascistas del partido popular y por ende de Jose María Aznar, adalid de los problemas de España.

Por eso mismo veía la realidad con mucha mayor claridad cuando se metía varias gambas colombianas. No tenía miedo a sufrir otro derrame cerebral ya que las operaciones sufridas en su cerebro le habían debido crear un crujiente manto de sangre alrededor del córtex, reforzando su capacidad de aguante contra la enfermedad.





















VII


Los inconfundibles hedores y pestes de cualquier club de carretera le eran execrablemente familiares. Al igual que una buena colonia francesa bien exprimida con los mejores pigmentos y condimentos vegetales aquellos buenos tufos cloáquicos no podían distar más allá de las inmundicias reptantes de los retretes de cualquier sauna de maricones secesionistas.

...

Meados, cagados, sudor, vómitos y nicotina. Todo aquello formaba parte de la inconfundible fauna vital de Roberto Farias. Lo más exquisito que un ser tan arrastrado como Roberto podía encontrar en tamaños habitáculos de perdición y contubernio era el dulzón rastro de colonias aguadas de las paupérrimas dominicanas que eran humilladas día y noche por gente progresista como Farias.

¿Y qué más daba todo? Al fin y al cabo él no era un facha, ¡viva el amor libre!. Si por él hubiera sido se hubiera tirado a todas y cada una de las putas que habían pasado por sus treinta años de correrías sin condón. Vivir rápido y morir joven, el caso es que Roberto ya había pasado la media de los cuarenta por lo cual había adquirido el pasaporte hacia el abismo. Una vida perdida en whiskerias de mala muerte, dilapidando su fortuna en servicios cutres y casposos de relax, manteniendo el sustento del diario “El País” y formando parte de la chusma turbia de los programas de sequía mental del divo de la mierda Ignacio Gabilondo. Eso es lo que era, un mero subproducto de la sociedad, un forúnculo reventado, completamente reseco al sol de los poros de una piel curtida con el sudor de la vagancia maleante que comenzaba a predominar en España, lentamente, gracias a las consignas socialistas que poco a poco parecían reptar mohosamente por el intrincado sistema público de una nación que comenzaba a desmoronarse como un Tetris.

Pero gracias a filósofos de medio pelo como Sardá todo aquello que hacía o dejaba de hacer Roberto estaba bien; ser maricón, putero, cocainómano, borracho, infiel, ateo, cobarde, secesionista, apartida o simplemente gilipollas eran unos de los pocos valores que la gente descarriada tomaba como fácilmente asumibles ya que era todo lo contrario al Partido Popular; en algo había que diferenciarse de los fachas y Jose María Aznar, culpable de los desastres que pudieran acontecer en el futuro.

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Y ahí estaba Roberto, notando una ligera erección acompasada de un electrizante cosquilleo aplatanado que iba y venía por todo lo largo y ancho de su pituitaria. Sí, ahí estaba Roberto Farias, al lado de su Peugeot 5, en frente de una casa rural, mal pintada, con lumínicos letreros de neón...”Jokin´s Dreams”. La Nacional Uno era un buen lugar por donde comenzar a buscar a las tan necesitadas huestes socialistas. Al igual que Pablo de Tarso o Ezequiel su vida había dado un giro sustancial. Tarde o temprano lograría desenmascarar una realidad latente, un nuevo suero societal que pusiera en su lugar a la sociedad Española.

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Porque él era Roberto Farias, un visionario y un utópico, un profeta en tierra de nadie, dispuesto a llevar a extremos inusitados el socialismo del Partido Socialista Obrero Español.

























VIII




La situación le hacía gracia. Notaba un desconocido nerviosismo que había comenzado a aflorar dentro del sustrato enema de su estómago. No, se equivocaba en absoluto, sí que lo reconocía, sí. Podía asociar dicho sentimiento psicomotriz a un antiguo recuerdo, sí, un recuerdo de juventud, cuando perdió la virginidad con una bella travesti brasileña. Sí, Jokin´s Dreams no era un local cualquiera, distaba mucho de los templos de sexualidad de la Nacional Uno. Farias, como buen borracho, socialista, cocainómano y putero que era podía distinguir el arte arquitectónico, máxime el aura anímica, de cualquier local de relax que tuviera por delante. Pero este era bien distinto.

Era como si repentinamente se hubiera convertido en un actor secundario de una película de Almodóvar, dilucidando las diversas opciones que pudiera tener para desenmarañar el horrible acertijo que se le presentaba ante sus narices. ¿Debía o no debía enzarparse de nuevo para entablar conversación con desconocidos?. Dependiendo de lo bien o mal que pudiere salir la primera toma de contacto su proyecto político saldría mejor o peor. Tampoco es que estuviese descubriendo la pólvora pero Roberto sabía que era de orden imperativo colocarse de nuevo con un buen par de filitas. Si los personajes de Pedro Almodóvar, mejor director de cine español de todos los tiempos, adorado e idolatrado por los sectores progresistas debido a la profunda inteligencia de sus cómicas y picaronas trampas de depravación y abnegación a cualquier forma de ética y moral, podían sacar conclusiones politológicas él también lo haría. “La Mala Educación”, esa era su mejor obra, unos niños violados en un colegio católico por un lascivo cura que posteriormente es asesinado por un morfinómano travesti sidoso era lo más de sus excelsas aportaciones al progresista círculo de Bellas Artes español. No era de extrañar que Roberto Farias hubiera perdido desde hacía ya muchos años el norte ya que su cabeza había sido bombardeada desde la época de Felipe González Marquez con extrañas siluetas chinescas movidas por siniestros personajes políticos prodemócratas.

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Política, esa extraña desconocida en una nación a la deriva.

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Pero Platón jamás dijo que la Democracia tuviera que ser regida como un puticlub de carretera.

















IX




Todo aquello que pudiera hacerle momentáneamente feliz no significaba nada. Si volvía a beber habría echado a la basura dos años de abstención etílica. No había pasado más de un minuto durante los más de ocho cientos días recluso en Mondragón sin que hubiera dejado de pensar en matarse a beber. Hubiera vendido su alma al demonio por enchufarse el culo de una botella de whisky a su garganta y destrozar sus cuerdas vocales con el burdo y ácido alcohol de garrafón de puerto gaditano.

Era un maldito cerdo, una herrumbre humana, un jodido pordiosero mental sin disciplina alguna. Sabía que en cuanto cruzase los rojos umbrales de “Jokin´s Dreams” algo sucio y maravilloso sucedería. Si ya había empezado a esnifar de par de mañana qué no haría durante los tres días de reflexión política. Hijo de puta y cobarde hasta la médula, sabía que sólo era cuestión de tiempo reventar su hígado con alcohol adulterado para sentirse un auténtico Dios, un filósofo cutre de bar, un humanista perdido de baja estofa, un Javier Sardá cualquiera, tal vez un asesinable demagogo cultural como Pedro Almodóvar.

Sin embargo ahí radicaba el fondo de la tragedia de Roberto Farias. Desde su nacimiento no había sido libre, siempre había estado enfangado en una pestilente cadena ideológica socialista, acomplejándole mentalmente, convirtiéndole en un sinvergüenza paranoico que veía hasta en la taza del retrete conspiraciones del Partido Popular. Sentía una inquietante manía persecutoria, tan enfermiza que no cesaba de mirar hacia atrás para saber si Jose María Aznar pudiera estar detrás de él con un cuchillo. Porque no importaba la mierda de vida que pudiera llevar, el hundimiento anímico al que pudiera estar avocado que todo era una mera maquinación de la derecha española.

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Pero debía recapacitar de nuevo. Estaba enfarlopado hasta las cejas y el tabique nasal le quemaba hasta límites insospechados. ¿Debía entrar o no en “Jokin´s Dreams? Había logrado rehabilitar su hígado, regenerarlo con células nuevas, evitando recaer en una nueva cirrosis. ¿Qué hacer? La farlopa jugueteaba picaronamente dentro de su cerebro, desenfocando las turbias imágenes oníricas que no cesaban de danzar en el entramado venosos capilar de su cerebro.

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-Sólo es cuestión de disciplina, joder- Roberto no pudo reprimir una repentina pero leve erección –sólo iré a tiros de gambas y no beberé-. Pero sabía que su rigor moral le impediría llevar a cabo tal gesta. El que es borracho y putero lo seguirá siendo hasta la muerte, como el que nace socialista en la cuna y acaba sus desgraciados días en la fosa común municipal.









X


Serían las seis de la tarde. Una hora idónea para todo aquel que decidía irse de putas. Roberto tenía calculado su plan al milímetro. Entraría al pub y pediría algo para tomar. Como se había prometido no retomar la bebida pediría una cerveza sin alcohol. Esto le resultaba muy doloroso ya que pedir algo tan rebajado era como admitir ser un virgen adolescente.



Pero Roberto había triunfado en su vida, al menos eso era lo que pensaba, ya que había estado con cientos de mujeres, previa remuneración de sus servicios. Siempre intentaba pensar que lo que él hacía no era degradar a la mujer sino repartir la bonanza y equidad económica negada por el Partido Popular entre las pobres mujeres dejadas de la mano del Estado Fascista. Eso sí, si querían su dinero tenían que chupar polla bien fuerte y restregar su lengua por su peludo culo. El era socialista y marxista pero no un primo y quien algo quiere algo le cuesta y si un trabajador debe relamer culos cagados pues bienvenido sea.

En cualquier caso, y sin perder el hilo, Roberto había pagado los servicios de cientos de putas. Cada vez que entraba en un club de carretera se sentía un auténtico Dios, una especie de profeta en tierra propia, era un auténtico indoctrinador de féminas. Nunca despreció ningún chocho por rancio que fuera pues su educación de izquierdas le había sumido en un remolino tan profundo de casposidad y defecación mental que le daba igual comerse un bocata de chorizo que una tarrina de caviar. Era un cerdo y un hijo de la gran puta y lo sabía por lo que tenía todas las prerrogativas a su favor. No importaba lo mugriento que fuera el ano de las putas que siempre restregaba su lengua reseca por el vicioso alcohol dentro del mismo. En su paladar se confundían los distintos sabores y sinsabores del húmedo pescado, humeante y cálido estiércol, pelos variados a modo de percebes y gustosos tropiezos intestinales elaborados en el intestino grueso de las putas.

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¡Un humanista, un delicioso filántropo! Roberto sonreía cada vez que pensaba en esta idea. El era un estudioso de la sociedad, un politólogo desconocido, una suerte de líder sin corona de laureles. Pero el tiempo le daría la razón. No era porque estuviese esnifado hasta la coronilla pero aquel once de marzo se sentía completamente exultante de energía y filosofía. Qué más daba la muerte de doscientos compañeros nacionales, todo era culpa del Partido Popular, por lo que nadie vería mal que en vez de guardar luto se fuera de putas. Nada podría detenerle en su épica gesta de encontrar a seguidores para cambiar el voto de España. Porque ya era hora de dar a la izquierda el poder denegado por Jose María Aznar, adalid de la maldad e iniquidad.

















XI


Los tonos ocres de la entrada, parejos a un pasaje del terror, profundizaron dentro del epitálamo de Farias. Se sentía mareado por un dulzón olor desconocido aunque equiparable a la esencia de sobaco de putas baratas. ¿Qué maravillas encontraría dentro de ese burdel?.



Irse de putas y olvidar ciertos deberes sociales no estaba mal visto, sino que se lo preguntasen a los romanos que tenían cientos de meretrices en la Vía Augusta. Ser putero, al igual que ser de izquierdas o maricón, era un privilegio en los tiempos de ignominia que habían comenzado a correr. Todo podía resultar bueno y apetecible si iba en contra del programa o código de conductas del Partido Popular. Por eso mismo Roberto no quería cuestionarse la esencia primaria de su vida, el motor y eje del ser humano.

¿Hacia dónde dirijo mis pasos, qué es lo que quiero ser?. Esta pregunta se le aseveraba incierta, un tanto caótica, pero la cocaina le ayudaba a darle respuesta. El era Roberto Farias, un estudioso de las corrientes izquierdistas, y se dirigía a un puticlub, recomendado por su camello habitual, como cualquier personaje de las películas de Pedro Almodóvar. No le hubiera extrañado nada que Pedro Almodóvar, su director preferido, estuviera en una sauna de maricones siendo enculado por egregios negros samoanos. De algún lugar fecal debía sacar semejantes relatos de películas, nadie era genio a la fuerza.

Pero ese extraño olor dulzón, una enrarecida mezcla de flor de azahar y alelí, penetraba violentamente en su nariz. La mucosidad de la cocaina absorbía cada partícula de aquella muestra maligna que no cesaba de impregnar el ambiente del hall. Unos extraños jarrones de cerámica china, bien embutidos entre flores resecas de mausoleo, daban la bienvenida a los voluptuosos clientes de “Jokin´s Dreams”.

¿Pero qué clase de asiduos seres podrían pagar los execrables placeres carnales de aquellas esclavas de la noche?. Roberto, como buen putero que era, sabía que el corte social de aquel burdel no distaría mucho de los antaño conocidos. Hombres de izquierdas, trabajadores de las tierras españolas, camioneros de lonjas socialistas, votantes de toda clase de facciones antiderechistas, se daban cita diariamente en semejantes tugurios de sudor. No dudaban en esconder a sus marchitas mujeres la realidad de su matrimonio, un enlace conyugar miserable basado en la mentira y en la iniquidad. A fin de cuentas un buen socialista era por esencia un grandioso mentiroso y un embaucador de teatrillo medieval, por eso ningún votante del Partido Socialista Obrero Español podía mantener ni una mísera promesa a su familia, escupiendo a la cara incluso a sus hijos. Una España Grande y Unida, la España que quería dominar el Partido Socialista Obrero Español con malas artes, incluso en días de reflexión política.

Roberto estaba nervioso, podía escuchar en lo más profundo de su alma una tímida pero firme vocecilla que no paraba de repetirle en sus tímpanos que más allá del umbral oscuro y rojo se hallaban grandes personalidades, hombres de la izquierda internacional como él.

....

Pero debía esnifar de nuevo, al menos eso le ayudaría a ocultar su inmensa cobardía. Debía cortar la farla en algún sitio estable, rígido como el mármol. Un par de gambas alargadas le harían olvidar su miserable condición. Qué más daba todo, a fin de cuentas moriría tarde o temprano de infarto o simplemente el improbable cuarto derrame cerebral le volvería a hundir en la solitaria fosa de la locura mental.

Roberto cortó aparatosamente dos líneas de miseria encima del quinqué. Las observó con glotonería, su pituitaria comenzó a reflectar sus músculos, contrayéndolos hasta el tabique superior nasal. De nuevo volvería a esnifar, se convertiría en pocos segundos en un semi Dios de la cruzada izquierdista contra la férrea maldad conservadora española. Porque tarde o temprano la historia haría justicia a seres como Roberto Farias, progresistas de pura cepa.

























XII


Y por fin cruzó los umbrales de la incertidumbre. Una aparatosa moqueta roja, profusamente impregnada de fantasmagóricos retazos de alcohol y agua turbia, era el pasaje hacia un lugar de maravillosa decadencia. Al igual que una de las orgías decadentes del siglo dieciocho francés Roberto se sentía como el amo y señor de la inmundicia flotante de aquel pequeño vivero cloaca perdido en medio de la nada.



No era su decoración, tampoco el asmático aroma axilar de las allí presentes, ni la música cutre salvadoreña...algo horrible y necio se escondía tras el agónico telar de maldad de subterfugio. Una barra luminosa, un escenario para strippers vacío, unas luces fogosas de retrete y una pestilente malsana decoración fucsia. Todo ello no era más que un simple conjunto, un escenario pueril de enema infantil, un pequeño reducto parásito donde gente como él se reunía clandestinamente. Las botellas apiladas de whisky baratos, de mierda embotellada para resecar las atrofiadas masas cerebrales de las tristes huestes de millones de personajes pus que comenzaban a tomar conciencia de grupo en los tres días anteriores al 14 de Marzo. Nada parecía obligarles a guardar luto por sus compatriotas caídos, ni siquiera un mero sentimiento colectivo hacia las centenas de víctimas...eran trabajadores como ellos pero siempre era más fácil actuar de boca que con meros actos. ¿Por qué tenían que ser ellos diferentes a los políticos de sus partidos? Poco a poco la siniestra maquinaria nazi socialista había empezado a mover sus ululantes fichas en un tablero de ajedrez impregnado de sangre, todo parecía valer para recuperar el poder...Rubalcaba, el facineroso cerdo del Partido Socialista Obrero Español ya había comenzado a intoxicar la mente de los millones de puteros borrachos cocainómanos deseosos de eliminar de la faz de la tierra, incluso de la historia, al Partido Popular, mancillando el nombre de Jose María Aznar, auténtico culpable de todos los males de la historia mundial.

Y sin embargo, por alguna extraña sensación cósmica, Roberto Farias se sentía más español que nunca. Sabía que con su repentina liberación de aquella Institución Mental de Mondragón, algo de bueno se había recuperado en España. Sí, tal vez estuviera en un agujero sudado de pelo de culo de burdel pero su alma, su mente, se expandía más allá de lo puramente tangible, anhelando una porción de la tarta de España. Tarde o temprano el socialismo se aferraría con fuerza dentro del territorio español y sería la hora idónea para que gente como él, válida y preparada, pudiera incluirse dentro de las listas del Partido Socialista Obrero Español. El socialismo no sólo estaba implantado en el sistema educativo nacional sino que manoseaba en unanimidad el cuerpo prostituido de los Medios de Información. La cadena Ser, auténtica torre de control de campo de exterminio nazi, no dudaba en difundir informaciones falseadas y veladas por las malas artes del maricón socialmente aceptable de Ignacio Gabilondo, oriundo del País Vasco, habiendo olvidado lo que es ser apuntado diariamente por dialogantes balas, dejándose llevar por la prosa fácil y la mierda fácilmente digerible que gentuza como Javier Sardá vendía diariamente a casi más de dos millones de borregos analfabetos.

Ahí estaba Roberto Farias, cocainómano y putero, observando esa pequeña parte de terreno que el expolio nacional le había otorgado en aquellas lúgubres horas. Sí, tal vez no hubiera ningún cliente pero en breves horas el local se llenaría de gente como él, auténticos partidarios del socialismo mundial, y por fin podría comenzar a indoctrinar a los votantes del 14 del Marzo para que dieran su voto a la férrea izquierda española.

Porque la historia jamás se había forjado en despachos ni lobbies internacionales sino en un estado febril de borrachera, perdida en las delirantes horas del alba.

















XIII

-¡Eh, ponme una...!- Roberto calló, no se atrevía a pedir una cerveza sin alcohol. Sabía que volvería a beber de nuevo, que recaería en el agujero sin fondo de la bebida, un río que desembocaba en la angustia depresiva y en cuadros esquizoides. No debía volver a beber, o al menos eso es lo que le dictaba la mente pero no el corazón. Era un jodido degenerado, una escoria absurda perdida entre los números de la Generación Hombres Taller.



Sí, Generación Hombres Taller, él no renegaría de esa realidad a la cual pertenecía. Una generación de balas perdidas, de cuarentones y cincuentones puteros, acomplejados por una parte de la historia de España que la sacaban del mausoleo cuando estaban completamente borrachos, cuando nada les podía importar, descuidando sus familias, dejando los designios de una nación en manos de aquellos que veían el matrimonio entre maricones y bolleras como algo factible aunque Darwin se estuviera revolviendo en su tumba. La Generación Hombres Taller era parte de un conjunto social escondido, al igual que una pequeña secta masónica, que no dudaba en extender sus fétidos pseudópodos por los rincones basura de España.

Nutridos por un febril sentimiento costra de odio hacia el orden, alimentados por la desfachatez de aquellos que no dudaron nunca en engañarles, debatían el ying y yang de la sociedad apestados de whisky de garrafón, respaldados por las cientos de esnifadas en retretes meados de bares socialistas. La Generación Hombres Taller era indiscutiblemente única en el mundo. Todos y cada uno de sus miembros afiliados compartía una dejadez por la vida y un desprecio por el trabajo digno. Sumidos en purulentas tareas básicas sus agarrotadas mentes no podían pensar en nada más que en las mierdas de Pedro Almodovar, en las diarreas de Javier Sardá o en las mariconadas de Gaspar Llamazares. Nada igual podría suceder en otros países como Francia y Alemania, dispuestos a cagarse en España una vez que ZP llegara ilegítimamente al poder respaldado por el nocivo virus Rubalcaba.

-¿Qué quieres que te ponga?- un hombre enjuto, taciturno y velludo miró inquisitorialmente a Roberto.

....

De nuevo un incómodo silencio, de esos que despreciaba Roberto. No sabía qué podía pedir que no tuviera alcohol pero dependiendo de su decisión podría tener más o menos autoridad. Tal vez un malibú con piña pero corría el riesgo de ser confundido con un votante del Partido Popular. Un Santal de Manzana con un chorrito de Vodka, su organismo no lo notaría. Pero no, debía cumplir con su palabra, para eso era un socialista de pro. Pediría una cerveza sin alcohol, eso es, porque él era un auténtico líder, un ser superior, un profeta que no se avergonzaba de sus decisiones.

-Una cerveza...- pero sus labios quedaron completamente sellados. No podía pedir nada que fuera sin alcohol sin sentir una pueril vergüenza. Sabía que era nocivo y malo para su organismo pero un enfermizo ataque de timidez se apresuró a acallar sus verdaderos deseos.

-Sólo la servimos en pozales de litro- y el maestro de barra americana comenzó a llenar una infecciosa cuba de piara hasta los topes. La espumosidad, pareja a cualquier producto de limpieza de escobillas de váter, le resultaba orgánicamente apetecible. De nuevo volvería a beber pero lo haría con moderación. La clave estaba en mantenerse firme y solemne ante lo que pudiera pasar, por eso tenía sus buenos gramos de cocaina en el bolsillo, a base de tiros de farlopa lograría estar de pié indefinidamente, toda la noche, tal vez los tres días anteriores a la votación nacional.

-Tome caballero, son treinta euros- Roberto sacó su billetera de piel sintética de Ñu y sacó treinta euros en monedas y arrugados billetes. –Me llamo Roberto Farias, he venido invitado por Escipión Laredo-.

Pero el maître no estaba por la labor de entablar conversación con Farias. Su gesto inequívoco de desprecio infinito hacia su persona no era un óptimo indicador de querer prolongar la conversación más allá de un “que te jodan”.

-No conozco a ese camello- pero repentinamente se dio cuenta de su error, sabía que Roberto Farias, a pesar de tener sus pupilas más dilatadas que el ojal de Gaspar Llamazares, se había dado cuenta de la falta. –En cualquier caso no importa, bébase todo ese pozal de cerveza y váyase a la mierda, me da todo igual-.

Roberto se sintió extrañado, un tanto descolocado porque ni siquiera sabía qué había hecho mal. De hecho hubiera preferido ir a otro club de alterne como el “Nicoles” o “La Boheme” pero por algún extraño motivo se encontraba ahí, con sus pantalones de pana pegados a la sudorosa silla.

....

Y ante él tenía una balsa de generosa cerveza, espumosa como un granizado de lefa, chisporroteante como la caspa caída en una brasa. Sabía que de nuevo volvería a beber y nada ni nadie se lo podría impedir, no al menos las decenas de atentas miradas de las putas apiladas en los sofas de la zona de baile.













XIV

De nuevo había vuelto a beber. No tenía moderación, ni siquiera un pútrido filtro mental que le pudiera aconsejar hacerlo a sorbos lentos. Era un jodido borracho de los piés a la cabeza, una inigualable esponja humana que no dudaría reventarse por dentro con tal de emponzoñar su sangre con alcohol adulterado.



Pero se sentía bien, un éxtasis chisporroteante comenzó a fluir por sus sienes. “Soy el mejor, joder, todavía hay esperanza para mi vida”. Era como si de repente todos los problemas del mundo hubieran desaparecido, difuminados y esparcidos en las profundidades de un pozal de alcohol. No paraba de pensar en beber, follar, esnifar, fumar y vuelta a empezar. Mientras Roberto hundía su mísera existencia entre cientos de copas su mente se tornaba infantil y alegre. Todo podía ser mejor, incluso la existencia humana merecía la pena. Era un telar finamente tejido por las agarrotadas manos de una anciana morfinómana y sidosa cuya mera labor manual era crear ovillos de abortos bocales.

Sí, y qué más daba que hubiera comenzado a beber. Faltaría más que el Gobierno fascista, facha, ultrafacha y jodidamente nazi del Partido Popular le impidiese ir de putas, tajarse hasta las patas como una zorra y esnifarse las purulencias cristalizadas de la cocaína. Era imprescindible un cambio en el rumbo nacional. Ya era hora de dejar en manos de esos fascistas los designios de una nación. El progresismo era absolutamente necesario, máxime cuando Jose María Aznar se había anquilosado en el poder como una jodida garrapata. ¡Qué tiempos tan distintos de aquellos de Felipe González Marquez y Alfonso Guerra, grandes letrados andaluces!.

Pero uno de los impulsivos y peristálticos hábitos de Roberto Farias era de pensar en voz alta. No podía deshacerse de aquella extraña manía de divagar a grito pelado, sobre todo cuando se encontraba drogado hasta los tímpanos y mamado hasta los calzoncillos.

....

-¡Ah joder viva Karl Marx, joder!-

....

El grito retumbó por las horribles paredes de “Jokin´s Dreams” las cuales parecían avivar antiguos fantasmas de la época de Luís Roldán. Era como un mensaje tácito que conectaba directamente al cerebro, un susurro estelar que no cesaba de repiquetear más allá de lo imperceptible. Roberto había gritado, había hablado borracho de todo corazón y todos los allí presentes le habían escuchado. Nada malo podría pasarle, no, o al menos eso pensaba. Conocía a la perfección a la fauna que se movía día y noche por los infectos prostíbulos de España. Nadie osaría ponerle las manos encima, no en aquel momento. Por eso mismo era tiempo de darse otro nuevo homenaje y gritar algo tan realmente escatológico que hasta el mismísimo núcleo de la tierra pudiera pararse.

....

-¡Ah joder Gaspar Llamazares joder, me cago en los cielos!-

....

Una terrible tormenta comenzó a desatarse alrededor del Prostíbulo. Roberto había sido un jodido hereje, había fusionado lo Santo y lo Basura en una misma frase. Ateo hasta la médula, anatema como el que más y jodido sátrapa como el más mentiroso no pudo evitar asustarse. Tal vez se había excedido blasfemando pero era algo innato en él, una especie de abominable característica que era parte de su deforme personalidad de rojo indecente. Sin embargo la lluvia correteaba con fuerza por encima de los surcos del tejado de adobe del puticlub. No podría salir del mismo en toda la noche, los frenos de su Peugeot 5 estaban excesivamente gastados como para aventurarse en una nueva hazaña. Debería tomar todas sus copas y fornicar con todas las dominicanas que pudieran hallarse dentro de la casa de citas.

....

-Compañero, yo también soy socialista de ultra izquierda- el maître se acercó a Roberto con dignidad y respeto. Roberto lo miró con un desviado aire homosexual pero engañosamente heterosexual. Estaba confundido, parecía haber sembrado el germen de la admiración en la mente de aquel negociante de putas y camellos. Pero era hora de pasar a palabras mayores, máxime cuando calzaba una borrachera del cien, eso le hacía endurecer su posición de líder de los comunistas.

-No sé si te lo he dicho- su tono de voz era un tanto horrísono, ridículo y fecal –pero me llamo Roberto Farias-. El hombre escuchó la sabiduría de sus labios cortados por el alcohol. –Mi nombre es Francisco Independencia, barman de este local de baile-

-Esto es un jodido puticlub- respondió gangosamente Roberto, la cocaína comenzaba a paralizarle lentamente los músculos faciales –Y a mí no me la pegas, tú eres el que llevas este negocio con tus manos de trabajador, de auténtico socialista-.

Francisco miró con aire sospechoso pero confidencial alrededor de la pista de baile. Debía cerciorarse de que nadie ajeno a su círculo social se encontrara en aquellos momentos presentes. –Roberto, compañero de la Internacional, te ruego que relajes tus ánimos, me has demostrado ser alguien especial-

Roberto tuvo repentinamente un orgasmo mental. Su cerebro se contrajo en micras de segundo, segregando rápidamente placenteras endorfinas. No había mayor placer para su mediocre persona que le recordasen que él era algo grande a pesar de ser un puto desgraciado de vertedero.

-Tssss, se ha acabado el pozal de cerveza, deseo whisky para cuando venga del retrete- El aire de repentina chulería de Roberto le resultó agradable y sorpresivo a Francisco Independencia, sin embargo algo en él demostraba un cierto aire de incomodidad.

-Recuerda, soy una persona especial, alguien que ha nacido en el lugar adecuado en la época adecuada- su dedo no paraba de toquitear la punta de la nariz, picorosa por el efecto de la droga –Yo soy el Dios del Socialismo- y soltó un pequeño eructo, tan tímido que se coló parcialmente por debajo de su entreabierta camisa proletaria a cuadros.

Francisco hizo un ademán forzado. Comenzó a rebuscar entre sus selectas botellas de whisky.

















XV

Pero Roberto no se encontraba bien. Estaba tambaleándose delante del urinario mojado por sucios meados, empastado en cagadas resecas de anteriores usuarios. Tenía ganas de vomitar, tantas que no sabía si debía inclinarse para esnifarse otra gamba de farlopa.



....

¿Qué estaba haciendo con su vida?¿Por qué la estaba tirando lentamente por la cloaca?. Roberto no quería pensar en sí mismo sino en cosas absurdas, objetos terceros que no tuvieran nada que ver con él mismo. Era un cerdo, cobarde y mentiroso, sin lealtad por nada ni por nadie, ni siquiera por sus abyectas ideas socialistas. En el fondo era un perdedor nato, interesado por las rasuradas ingles de las mujeres dominicanas que en la instrucción personal.

....

Sólo un tirito más le ayudaría a recuperarse. Parecía un apestoso colegial de colegio privado de curas, no acostumbrado a beber. Sólo se había tragado casi un litro de espumosa cerveza y ya se encontraba semiderribado. Sus ojos no dejaban de palpitar en las endurecidas cuencas calcareas de su craneo. Todo, incluso el sistema psicomotriz, parecía fallarle. ¿Cómo cojones iba a ser un buen lider socialista si no daba la imagen de lidiar con una mera borrachera y colocón de mierda colombiana?.

Roberto se desabrochó los botones de los puños de su camisa empapada en sudor. Olía mal, a hez, revuelto de orín con mucosidad axilar. Su piel estaba pálida, contrastando la marmórea blancura con los amoratados ojos ceniza que iban acusando su acuciante hipotermia. Su cara ajada por la mala vida, henchida, completamente reventada por la bebida y la mala vida que llevaba durante los más de treinta años de correrías y tropelías era la viva imagen del despreciable Dorian Grey sólo que su cuadro era la misma efigie reflejada en el retrete de “Jokin´s Dreams”.

....

Tal vez debía vomitar fuertemente en el hueco del retrete....probablemente el lavabo fuera mejor sitio que el anterior para no mancharse el pecho con sus propios desperdicios gástricos. Ante todo debía mostrar al resto de puteros que él estaba hecho de una madera especial, un auténtico líder, un ser hecho y amoldado a las nuevas circunstancias cambiantes de España. Porque tarde o temprano sabía que haría algo grande, tan colosal como el vortex invisible del Universo. Era un maldito creador, un ilusionista de mundos, un embaucador, un mercader de humo, un portentoso mago de chistera conejo.

....

Pero su estómago se lo pedía a gritos aunque él no lo quisiera admitir. Iba a vomitar por causa directa del alcohol, hecho que se le antojaba pútrido y fecal. Esa situación le hacía recordar lo mal que lo pasó cuando no pudo probar gota de alcohol en el Psiquiátrico de Mondragón, su cerebro se vió aterrorizado por chinescas muestras de Delirium Tremens que adoptaban formas de gaviota.

....

Reclinó su debilitado cuerpo encima de la taza del retrete y echó precariamente un par de gramos de cocaína. La arrejuntó con una tarjeta de cliente de Eroski e hizo dos grandes filas abombadas de droga. Aquello no eran hileras finas de cristalizada miseria sino gordas orugas que iban a devorarle lentamente la capa superior nerviosa del cortex frontal. A pesar de todo eso se le antojaba apetecible, una situación diarrea como la suya no la podían vivir muchas personas. Porque realmente él era diferente a los demás.

Taponó su agujero nasal derecho y articuló de la mejor manera posible el billete de veinte euros que aguantaba nerviosamente en forma de tubo entre sus dedos. Soltó una primera aspiración que le obstruyó pavorosamente el orificio. La cocaina se le había revuelto en un pozal de mucosidad, solidificándola antes de que pudiera penetrar por el tabique superior. Podía notar cómo le quemaba todas y cada una de sus excrecencias nerviosas, su mente deliraba. Las ramificaciones sanguíneas se le estaban atrofiando, al menos eso es lo que sentía en su mandíbula superior que parecía querer deshacerse de sus molares. Sin embargo, y lamentablemente, su particular infierno iba arremetiendo. La gelidez nasal desintegraba poco a poco aquel bolo de horror morfinoide

....

-Algún día seré alguien especial- repetía incesantemente Roberto, sus ojos llenos de lágrimas de repentino dolor –sé que soy un líder, alguien carismático-.

























XVI

-Roberto, debo comentarte una cosa- Francisco le hizo señas, cubata en mano, para que se acercase su repentino amigo salido del urinario. Roberto se sentía mejor, el efecto alucinógeno y energético de las gruesas orugas de droga que se había metido entre ceja y ceja habían difuminado el malestar generalizado del retrete. Eso era lo bueno de ser un cocainómano, en cuanto el cuerpo te impidiese beber otro trago más entonces los polvos de la risa harían su otra parte. Se sentía bien, muy bien, tan confidente como antes sólo que un extraño temblor nervioso se había apoderado de su dedo índice...Se sentía incómodamente pleno pero hueco. Sin embargo debía dar una imagen de liderazgo, bien aprendida de las memorias de casi veinte años de socialismo corrupto.



Francisco Independencia era un hombre que a pesar de callar mucho estaba rodeado de una benigna aura enigmática de ensoñamiento. Algo en él había de visionario, de precursor, de mero evangelista, que tranquilizaba su zigzagueante mente. En cuanto tuviera la oportunidad de incorporarse al Partido Socialista Obrero Español le designaría como Asesor Interno. No comprendía muy bien el por qué de este cargo pero sonaba lo suficientemente bien como para embaucar a cualquier iluso.

-Roberto, Jokin´s Dreams es mucho más que un bar de alterne- Francisco, un maître avejentado, tenía una adusta mirada experimentada, su esencia trascendía el mero simbolismo –Deja que te explique la historia de nuestro local de alterne, nuestro prostíbulo, ya que en ella se ha cimentado la historia de España-.

Roberto Farias hizo un gesto castrista, cuasi militar, de borracho autoritario, intentando enfatizar más en los gestos que en las ideas. Sacó de su bolsillo un purito Reig y lo encendió, masticando la boquilla con un repugnante sonido cucarachil. –Alto ahí, camarada Francisco, ¿me vas a contar una historia para no dormir?- Roberto miró por encima del hombro a las personas que le rodeaban que no eran más que las putas apiladas en los sofas, semiinconscientes por el sueño. –No quisiera que olvidases que yo soy un líder, un visionario, un auténtico ser necesario para nuestro Estado, para nuestra peculiar cruzada contra la derechona ladrona-.

Francisco le devolvió una sonrisa sincera y maricona, confidente como los gestos del cabrón de Javier Sardá y del sodomita recalcitrante de Boris Izaguirre. –Esas mismas palabras fueron pronunciadas por Felipe González Márquez, aquí, en Jokin´s Dreams, antes de subir al poder-.

Roberto Farias tragó de golpe una bocanada de humo. Algo progresistamente maravilloso sucedería aquella noche en el puticlub de carretera de Burgos, capital del Franquismo en la Guerra Civil...qué ironía.

























XVII

Pero todo aquello era imposible, increíble. No tenía ni pies ni cabeza. Roberto echó un trago clandestino y fugaz a su copa de whisky maltés. Tal vez fuera socialista con dejes comunistas pero no era gilipollas, el whisky de marca le gustaba y por nada en el mundo bebería ese líquido de perros proletario DYC.



-Mira Francisco- Roberto dejó caer su mirada en el horizonte, vagando entre los vapores lumínicos de las luces de neón de sexo y caspa –No dudo que tengas una imaginación prodigiosa pero es absolutamente imposible que el Partido Socialista Obrero Español sentase sus bases para después del Franquismo en este lugar-.

La machacona música de borrachos y degenerados resonaba por todos los rincones. Un ritmo salsón y anodino, de letras fácilmente asimilables y verso digerible, era lo único que concordaba en aquel ambiente de barata prostitución. Roberto no paraba de mirar los generosos escotes sudados de las putas que no cesaban de luchar contra el sueño. ¿Pero qué clase de guarras eran aquellas que ni siquiera se movían? Más que un bar de copas, joder, una jodida barra americana de vicio y contubernio parecía un viaje del inserso del Partido Popular. Esto le estaba comenzando a poner de mala hostia a Roberto el cual no dejaba de pensar en mojar el churro dentro de aquellos peludos culos abombados.

En cambio Francisco Independencia estaba turbado, no cesaba de mover sus manos por encima de su cara, como si tuviera un ataque epiléptico. Algo en él no funcionaba, sí, estaba poseído por la repentina confesión que había hecho. –Olvídalo compañero, por favor, olvida estas palabras que te he dicho hace un rato-. Roberto le devolvió una vacuna mirada, cansada por el ataque de la nicotina hacia sus abultadas bolsas oculares. –Recuerda que Roberto Farias nunca olvida, su mente es prodigiosa- le dijo, hablando de sí mismo en tercera persona.

....

El ambiente estaba un tanto enrarecido. Ni siquiera habían pasado dos horas desde que entró a “Jokin´s Dreams” y alguien del cual no había oído hablar en su vida le había dicho que aquello era el centro neurálgico del Partido Socialista Obrero Español. En tal caso debería de estar repleto de las Juventudes Socialistas, tal vez de algún dirigente importante, y él no veía a ninguno de ellos. Francisco Independencia debía de ser como cualquiera de esos lunáticos del Psiquiátrico de Mondragón, tan aferrados a su malsana y maligna vida de perturbado mental. Pero qué importaba todo aquello, se encontraba feliz con su copa en la mano, ¿qué más podía pedir?. Tenía todo lo que un buen progresista pudiera soñar...una bolsa cargada de farlopa, un copazo cargado hasta los topes, putas por todos los sitios y un buen fajo de billetes en su cartera de imitación de piel de Ñu.

....

Pero el sentir quejica de Francisco le estaba poniendo de los nervios. Incluso creía oirle gemir como una perra detrás de la barra. Estaba asustado, entristecido, tal vez cohibido por la anterior confesión. De sobra conocía esos histéricos malsanos estados psicológicos. No eran nada más que brotes infantiles, picarones y explosivos, pero sin duda alguna no distaban de las depresiones que pudieran tener los mayores. Francisco Independencia debía de ser alguien extremadamente hiperestésico y eso lo dotaba de una personalidad genial pero inestable.

-¡Mira Joder, que yo también soy un puto socialista como tú!- Roberto pegó una leche encima de la barra y puso al revés una foto. –Esto es para ti, para que te pongas contento-, acto seguido enfundó el puro en sus resecos labios de whisky. Sabía que aquello tendría el suficiente poder de convicción para aplacar las penas de un pobre hombre que había dejado discurrir su vida en un sucio burdel sin épica alguna.

-Dios mío- los ojos de Francisco se iluminaron como focos –no puede ser posible-. Roberto hizo una mueca agitada pero sonriente, algo así como “mírame soy el puto amo”. Aquello que Independencia tenía entre sus dedos no era nada más y nada menos que un objeto de culto, un fetiche mental que podía enervar los soterrados ánimos de cualquier progresista nacional.

-No me lo puedo creer- los ojos de Francisco se movían acompasadamente de la foto hacia la grotesca cara hinchada de Farias -....y encima está firmada, esto es portentoso-.

Roberto sabía que aquello era algo muy preciado para cualquier persona en contra de Jose María Aznar. Incluso se estaba arrepintiendo paulatinamente de haberle entregado semejante reliquia al dueño de un puticlub.

-Incluso tiene la barba mesada y cuidada...-

Roberto dio otro trago largo a su copa. –Fíjate, además se puede leer claramente su nombre-

-Es tan guapo, nunca creí que pudiera ser así sin maquillar-

La cara de Farias estaba entrecortada por un fino telón de humo de puro y foco de discoteca. –Su letra es firme y rígida, como la trayectoria de su partido-

Francisco no podía salir del asombro -¿En qué sitio te la firmó?-.

Aquella no era una pregunta fácil de responder, es más, se le tornaba casi imposible. Necesitaba emborracharse más para que el subidón le dejase pronunciar el nombre del lugar en el que consiguió semejante objeto. –Mira campeón, la copa se me ha vaciado, ponme un poco más de ese malta y te lo digo-. Dicho y hecho en menos de cinco segundos tenía una botella repleta para su disposición encima de la barra. -¿De dónde sacas tanto whisky de calidad? No te será nada barato-.

....

-Joder, es que está cojonudo, si pudiera cambiar mi sangre por alcohol lo haría- Roberto comenzaba a estar demasiado efusivo, sabía que su ensoñado estado de borracho le podría hacer hablar más de la cuenta pero se la sudaba. –Pues mira, joder, te voy a decir dónde conseguí la puta foto-. Roberto se metió de golpe toda la copa y eructo. Un pequeño reguero de babas saltó inconscientemente de sus labios. –En Chueca, en el bar donde había más maricones y locas, estaba completamente empastillado bailando semidesnudo encima de un bafle, con los pezones anillados-

Francisco sonrió. –Es que Gaspar es un transgresor, siempre tan atento a sus cuidados faciales, a su barba erótica, a su cuerpo de efebo maduro-.

Roberto frunció el entrecejo –Oye cabrón, tu eres un pedazo de piporro, espero que no te masturbes con la foto de Gaspar Llamazares-. Francisco agitó su cabeza –No, no, en absoluto, sólo que le admiro tanto que a veces me hace dudar de mi sexualidad-

-En fin- Roberto soltó otro opaco eructo con regusto reverberante a vómito. No sabía qué cojones hacía en ese antro de mala muerte llamado Jokin´s Dreams pero no había lugar a dudas, la providencia le había traído hasta allí. –Bueno, en cualquier caso es para ti, no te juzgaré mal por pajearte con su foto porque yo ya lo he hecho-.

Francisco puso cara de asombro -¿Te has masturbado muchas veces con esta foto?-. Roberto le devolvió una sonrisa confidente –Incluso me metía el dedo en el culo para sentir más gusto-. Francisco cambió de semblante –Muy bien, Farias, ahora voy a contarte de nuevo otro secreto, veo que estás preparado para asumirlo-.

















XVIII

Sin embargo Roberto prefirió hacer caso omiso de las historias que le contaba Francisco, eran tan increíbles y tan horrendas que prefería pensar en otros sucesos de interés. La cuestión se aseveraba compleja y grave ya que no tenía más temas recurrentes, ni siquiera nada interesante en lo que divagar. Todo le parecía una ignominia y una basura. Lo único que estaba consiguiendo era emborracharse como una guarra y drogarse tanto o más que un heroinómano.



-Espero verlo con mis propios ojos- apenas podía pronunciar con claridad sus ideas, su gangosidad le daba un toque humorístico, ciertamente despreciable y chabacano –Pero espero que no me estés tomando el pelo-. En cambio la cara de Francisco no denotaba preocupación alguna, es más, parecía que lo anteriormente suscrito por él fuera una verdad tan pura como un axioma.

Farias intentaba enfocar su mirada en su reloj de imitación Rolex pero no veía una mierda. Estaba bastante mamado y eso que eran las nueve de la noche. Tal vez ni se le levantaría a la hora del fornicio. –Me la suda, ponme algo de Kylie Minogue joder-.

....

Un silencio cómplice se hizo en la pista de baile la cual quedó muda. Roberto estaba tirado en una silla de columna, apoyado sobre la barra de copas. No paraba de mirar el sospechoso bulto que le hacía el calzoncillo almidonado. Le encantaba embutirse su fláccido abdomen peludo en aquella prenda interior porque le hacía marcar más material de lo debido. Era como si su polla fuese tan monstruosa como la del Coloso de Rodas, tan abierto de patas sobre el muelle, exhibiendo sus peludos huevos por toda la bahía.

–Ah joder, quiero bailar, es que nadie puede comprender esto joder, quiero bailar una jodida canción de mierda cojones...- tenía ganas de llorar, estaba eufórico y borracho, olía a alcohol y sudor, se sentía muy solo. Roberto estaba sufriendo un bajón moral y no sabía por qué. Tal vez echaba en falta los tranquilizantes del psiquiátrico pero algo estaba fallando en su mente. Notaba un poderoso bombeo que acuchillaba metálicamente sus sienes, aquello no era normal y en caso de que fuera no habría dudado en reventarse la cabeza de un tiro. Sólo que era demasiado cobarde para suicidarse.

No sabía a ciencia cierta, a pesar de bregarlo a los cuatro vientos, si su vida era un mero despropósito humano o simplemente tan valiosa como la de cualquier histórico político socialista. Su estrella vital le había marcado por la senda del socialismo puro y duro, camino dificultoso por estar plagado de fascistas espinas cultivadas por el Partido Popular, pero gratificante por ser una utopía realizable.

La sexual voz de Kylie Minogue comenzó a escucharse de forma canturreante por los bafles Philips de la época de Francisco Franco. La distorsión musical hacía prácticamente incomprensible la letra pero Roberto Farias se conocía toda su discografía de memoria. No tenía ni puta idea de inglés porque era un jodido analfabeto pero se había memorizado las letras de sus canciones de memoria. A pesar de lo que pudiera parecer Roberto no sentía admiración hacia Kylie, todo ello en cuanto artista, sino a su erótico cuerpo de puta de lujo. Cada vez que la veía en la televisión no paraba de pensar en masturbaciones sucias y se enfadaba cada vez que cambiaban de noticia. Kylie, al igual que Pedro Almodóvar, era uno de sus mitos sexuales, una auténtica muestra de que la Hembra Alpha Darwiniana podía existir entre los humanos. Pero jamás de los jamases alguien tan fracasado como él lograría meterle nabo a Minogue.

-¡Ah joder, pon “Love at First Sight”!- los llorosos ojos de Farias no ocultaban la admiración de verse agasajado por su artista favorito en medio de la pista de baile. Las putas le miraban sorpresivamente ya que era el único ser que tenía los huevos de bailar semejante canción en solitario. Incluso no se había dado cuenta de que tenía la bragueta bajada y se le veía asomar la punta del cipote. Allí estaba él, era un Dios de Discoteca, meneando sus caderas por la fluorescente pista de baile, navegando por las pornográficas partituras de Kylie.

-...Ah, esta es la soledad del líder....- sus brazos se balanceaban en peso muerto, de izquierda a derecha pero más rato en
 
Hay mensajes contra los administradores ocultos en el texto, leedlo.
 
Con leer que era un texto color mierda, debio añadir que era el truño en su maxima expresion
 
sabes quien se lo va a leer no...

































TU PUTA MADRE CABRON, VAYA PEASO DE LADRILLON
 
existe los blog hijo del averno, y para literatura existe el foro libros GÑE
 
Lo imprimo, ultimamente no se que leer cuando voy a cagar.
 
A ver quien se atreve a quotearlo. Eso si que es golpe de remo.
 
hash77 rebuznó:
Lo imprimo, ultimamente no se que leer cuando voy a cagar.

Yo es que prefiero

D5To_Tenderly.jpg


que luego sino me escuece el tras
 
Duda razonable: No se si leerme esta puta mierda o desearte que mueras entre sollozos y lamentos.

Visto el tamaño del documento optaré por la segunda opción. Gracias por todo, le llamaremos.
 
Imprimelo, haz un canuto y cuando mires a traves de el veras el futuro.
 
Ya me lo he leído, pero no entiendo por qué en el capítulo XVI Lucy decide llamar a su primo después de tanto tiempo sin verlo.
 
APo|0 g4yLº rebuznó:
Ya me lo he leído, pero no entiendo por qué en el capítulo XVI Lucy decide llamar a su primo después de tanto tiempo sin verlo.

Evidentemente para contarle lo del asesinato de Karl.
 
a ver quien es el listo que lo quotea
pd: es malo para la vista leer algo asi, delante del ordenador me refiero
 
comepecados rebuznó:
Ahora en serio, quien se lo ha leido

YO 8)

Pero al texto del primer mensaje le falta el final, está en el archivo que ha puesto antes.


Sois todos un cúmulo de desechos, seguro que os habeis leído el Código da Vinci, los Pilares de la Tierra y demás literatura de masas pero no os atreveis ni con una página de este libro que trata de putas y de vicios de los políticos.
 
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