Cuidado que este hombre era todo un señor. Ingeniero de minas, su abuelo era el juez de Baeza, pero ni a su padre ni a él le dio por la abogacía. Su padre era un empresario que explotaba canteras y dragaba ríos. Por eso Humberto estudió lo de minas, pero al poco de morir su padre y hacerse él con el control de las empresas familiares decidió cambiarlo todo por su verdadero sueño y su pasión, las ganaderías de lidia. Se casó con la elegante y bellísima miss Andalucía de 1962, una mujer a la altura de un hombre con sexapil. Aficionado a los toros y al mundo que rodea a los toros decidió emprender esa empresa, pero no es fácil abrirse camino en ese nicho de mercado tan elitista y de ahí pasó a apoderado. Representó a mucho jóvenes toreros y novilleros, como el joven Kike Ponce, Tomás no más de Galapagar o el mismísimo Pitat el malote, un repudiado novillero que desapareció en extrañas circunstancias después de una corrida en Ibiza. Hasta que le llegó el turno a su laureado hijo, ni más ni menos de Jesulín, el de Ubrique. Un torero con arte y carácter, y es que de raza le viene al galgo.
Humberto estaba muy orgulloso de su hijo y sacrificó absolutamente toda su fortuna para labrarle un futuro. Y como todo lo que intentó en la vida, lo consiguió.
Fruto de su primer matrimonio tuvo tres hijos como tres soles, todos con ese duende que solo el sur de España posee. Jesulín, la jesulina, y el hermano de jesulín. Trabajadores y constantes, talentosos y disciplinados, los tres hijos logran éxito reconocido en los medio de comunicación. Han heredado la belleza de la madre y el talento del padre.
Aunque su primer matrimonio se rompe por motivos de incompatibilidad, Humberto logra rehacer su vida y se une en segundas nupcias con Mª del Carmen, una joven y guapa cardióloga, 19 años menor que él, que le roba el corazón.
En su etapa azul logra dibujar, una faceta que solo su núcleo familiar conoce. Sus obras son expuestas en los más importantes museos de todo el mundo, el momat de NY, el loubre de París, el Reina Sofia de Madrí. Y sus obras alcanzan precios desorbitados en las subastas y galerías más prestigiosas. Firmaba con un seudónimo, Humberto Vang Got.
Con su muerte se marcha uno de los hombres más íntegros de los últimos tiempos. Un soñador que supo perseguir sus sueños y vivir en una ensoñación. Descansa en paz, maestro.