Ay, bendita inocencia...
Las mujeres están a la caza SIEMPRE del macho que les interesa. No descansan jamás, no dejan nunca de evaluar y comparar, en ningún momento de su existencia dan descanso a los candidatos ni al supuestamente elegido.
Si dudan de la validez del que actualmente ostenta el cetro, ya están buscando la siguiente liana. Si no dudaban hasta ahora y se percatan de que hay otro mejor, estiran la mano hasta su liana de la manera más desvergonzada aunque la anterior esté aún enredada en su cintura.
En todas las relaciones hay un punto en el que un hombre se relaja, da por estable su relación y piensa que puede permitirse un respiro después de tanta tensión para aguantarse los pedos y esas cosas. Es entonces cuando más fácil es tropezar, porque para ellas el juego nunca se detiene y las comparaciones son más odiosas. El crimen oportunista puede suceder ahí con una facilidad pasmosa, para el criminal es una excelente ocasión, para el iluso enamorado es una dura lección a aprender.