Joder un downie te puede pegar (casi siempre con la mano abierta), pero escupir cuando estás exámine en el suelo, ese downie era una criatura del mal, un orco, un jinete de la apocalipsis, un malo de los power rangers.
Hablando de las peleas downies....Os conté en otra historia que iba andando al colegio unos dos km. Pues bien, en el trayecto por la mañana pasábamos por una parada de autobus para downies, un microbus blanco los recogía, y aquello era grotesco, surrealista, onírico. Veías a los downies del autobús poniendo caras e inflando los mofletes contra el cristal que estaba lleno de babas y vaho, algunos tirándose al asiento de atrás pasando por encima. La degeneración humana más cruda
Pero lo que más impactado me dejó es que un día, segundos antes que parar a el microbus, dos downies maduros empezaron a darse de hostias, de hostias con la mano abierta. Recuerdo los guantazos que se daban porque eran de una fuerza extraordinaria, sonaban hasta en Humanes de Madrid, parecía que iban a caer por la vía del cloroformo, pero aguantaban los hijos de la trisomía y se daban un galletón con todo el giro posible sin tratar de hacer una mínima esquiva. Los padres, viejales y decrépitos intentaban parar aquella orgía de guantazos, pero de un movimiento los downies se los quitaban de encima, y los lanzaban a un parterre cercano. Aquello duró un minuto, hasta que llegó el puto microbus, que actúo de campana de fin de asalto, y lo mejor es que después de haber encajado aquellos hostiazos de manera hierática, empezaron a llorar y gemir desconsoladamente.
Fue un espectáculo brutal a la par que hipnotizante.