En el año 1991, vivía en un pequeño pueblo de El Salvador, trabajando como gerente en una fabrica de alimentación. Me fui de España porque el frenético ritmo de los 90 me agobiaba y necesitaba algo mas tranquilo. Aquel lugar tenia gente de lo mas variopinta. Mi compañero de trabajo Tomás era lo mas parecido a un amigo que había tenido en la vida. Él me ayudó a instalarme y a conocer gente, incluso me presentó a su guapa mujer y a su encantadora hija Josefina.
Pasaban los meses y ya eramos grandes amigos, confiabamos el uno en el otro, tanto que incluso me invitó a la comunion de Josefina.
En aquel domingo de abril de 1991 el sol estaba radiante lucía un hermoso y feliz día. En la iglesia se congregaban los familiares de los niños que iban a recibir su primera comunión ataviados con preciosos trajes de marinero los niños y con vestidito blanco las niñas. Tomás miraba a su hija con felicidad junto a su esposa viendo como comulgaba. Luego fuimos a la casa de Tomás donde nos tenía preparado un apetitoso banquete que degustamos en honor de Josefina.
La fiesta duró hasta las 1 de la madrugada y yo me ofrecí a ayudar a limpiar a Tomás en agradecimiento por haberse portado tan bien conmigo. Cuando todo estaba limpio y me disponía a marcharme, di a Josefina su regalo, una hermosa pulsera plateada, la cual no pareció gustarle porque Tomás la obligó a darme las gracias, por lo visto ella quería una muñeca.
Me fui para casa sobre las 2 y por el camino no podía dejar de recordar la cara que puso Josefina al ver mi regalo. En la cama no podía dormir. A las 4 me desperté y me dispuse a ver a Josefina.
Entré sigilosamente en casa de Tomás y gracias al cloroformo cogí prestada a la niña y su traje de comunión. La llevé hacia mi casa que estaba algo apartada del pueblo para mi suerte. Tiré un cubo de agua a Josefina y le pregunté por que no le gustó mi regalo. Ella lloraba y preguntaba por sus padres. Le dije que se pusiera su vestido de primera comunión ya que quería que estuviera guapa para recibir su primera lección sobre la vida.
La ate a una silla de pies y manos y con una lija empecé a lijar su hermoso rostro infantil preadolescente, hasta que quedó similar a Skeletor de mi serie de dibujos preferida. La niña gemía de dolor y se había orinado y defecado varias veces encima, aparte de babear. Subí arriba y baje con un paquete envuelto, desaté a Josefina y le dije que ese era su regalo. Entre lloros ahí abrió el regalo, era una muñeca en la cual coloqué un espejo en el cuerpo para que Josefina se alegrara mas al ver la sorpresa. Al ver su cara destrozada se desmayó.
Llevé a Josefina a su casa no sin antes quedarme con sus fragantes braguitas. Me topé para mi desgracia con Tomás cuando la metí en su cama. Tomás empezó a llorar y a decirme que había hecho. Yo le explique que eduqué a su hija en agradecimiento por su amistad. Tomás enfureció, tuve que coger un objeto contundente y partirle la cabeza. Mas tarde en el sotano cogí un martillo y empecé a darle golpes hasta que todo parecía un bosque de mostaza y vísceras. A su mujer solo le corté la lengua, ya que las desgracias que presenció esa noche la dejaron de por vida catatonica y malviviendo en un asilo para enfermos mentales. Era hora de volver a España.
Pasaban los meses y ya eramos grandes amigos, confiabamos el uno en el otro, tanto que incluso me invitó a la comunion de Josefina.
En aquel domingo de abril de 1991 el sol estaba radiante lucía un hermoso y feliz día. En la iglesia se congregaban los familiares de los niños que iban a recibir su primera comunión ataviados con preciosos trajes de marinero los niños y con vestidito blanco las niñas. Tomás miraba a su hija con felicidad junto a su esposa viendo como comulgaba. Luego fuimos a la casa de Tomás donde nos tenía preparado un apetitoso banquete que degustamos en honor de Josefina.
La fiesta duró hasta las 1 de la madrugada y yo me ofrecí a ayudar a limpiar a Tomás en agradecimiento por haberse portado tan bien conmigo. Cuando todo estaba limpio y me disponía a marcharme, di a Josefina su regalo, una hermosa pulsera plateada, la cual no pareció gustarle porque Tomás la obligó a darme las gracias, por lo visto ella quería una muñeca.
Me fui para casa sobre las 2 y por el camino no podía dejar de recordar la cara que puso Josefina al ver mi regalo. En la cama no podía dormir. A las 4 me desperté y me dispuse a ver a Josefina.
Entré sigilosamente en casa de Tomás y gracias al cloroformo cogí prestada a la niña y su traje de comunión. La llevé hacia mi casa que estaba algo apartada del pueblo para mi suerte. Tiré un cubo de agua a Josefina y le pregunté por que no le gustó mi regalo. Ella lloraba y preguntaba por sus padres. Le dije que se pusiera su vestido de primera comunión ya que quería que estuviera guapa para recibir su primera lección sobre la vida.
La ate a una silla de pies y manos y con una lija empecé a lijar su hermoso rostro infantil preadolescente, hasta que quedó similar a Skeletor de mi serie de dibujos preferida. La niña gemía de dolor y se había orinado y defecado varias veces encima, aparte de babear. Subí arriba y baje con un paquete envuelto, desaté a Josefina y le dije que ese era su regalo. Entre lloros ahí abrió el regalo, era una muñeca en la cual coloqué un espejo en el cuerpo para que Josefina se alegrara mas al ver la sorpresa. Al ver su cara destrozada se desmayó.
Llevé a Josefina a su casa no sin antes quedarme con sus fragantes braguitas. Me topé para mi desgracia con Tomás cuando la metí en su cama. Tomás empezó a llorar y a decirme que había hecho. Yo le explique que eduqué a su hija en agradecimiento por su amistad. Tomás enfureció, tuve que coger un objeto contundente y partirle la cabeza. Mas tarde en el sotano cogí un martillo y empecé a darle golpes hasta que todo parecía un bosque de mostaza y vísceras. A su mujer solo le corté la lengua, ya que las desgracias que presenció esa noche la dejaron de por vida catatonica y malviviendo en un asilo para enfermos mentales. Era hora de volver a España.