Libros Jonh Barth

anna_lee

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20 Ago 2006
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Hasta hace no mucho no conocía a John Bart, craso error el mío, pero alguien me regaló "El fin del camino" y me ha parecido un libro excepcional. Crea un absurdo de lo más creible que te hace reir y llorar, que te provoca a hacer comentarios de los personajes mientras lo lees, dejas de ser un lector para ser un personaje más.

¿Alguien lo ha leído?
 
ok., me explayo un poco más.


"El fin de camino" es una novela corta, de unas 250 hojas, que se lee de un tirón, una vez que se empieza todo lo que se puede hacer es devorarla. Escrita por Barth en los años 50, retrata con claridad a los personajes, llegándoles a conocer como si fueras uno de ellos.

El protagonista es Jacob Horner, un sujeto ridículo, desquiciado, capaz de destruir todo lo que le rodea, es irónico, brillante y mordaz, para el que hasta lo más mínimo puede ser objeto de debate. Es incapaz de hacer nada de forma constante, de establecer relaciones duraderas, ya sean amorosas o amistosas. Visita regularmente a un doctor que le insta a buscar un trabajo, así es como encuentra un puesto de profesor en Wicomico.

Deseoso de hacer amigos trata de trabar amistad, comienza a relacionarse con otro profesor, y así accede a su familia, los Morgan. Pero esta típica y aparentemente perfecta familia americana es tan absurda como el propio Horner, un absurdo que da miedo.

Y hasta aquí podemos llegar, y es que si cuento más creo que lo destriparé por completo, por ello mejor dejo la primera página.



"En cierto sentido, soy Jacob Horner.

Fue por un consejo del Doctor que ingresé en la enseñanza: durante cierto tiempo fui profesor de gramática en el Colegio Estatal de Profesores de Wicomico, en Maryland.

El Doctor me había hecho avanzar hasta cierto punto dentro del plan original de terapias (esto sucedió en junio de 1953), y en una ocasión que fui desde Baltimore, en auto, para someterme al examen trimestral en la Granja de Romovilización, que por aquella época estaba cerca de Wicomico, me dijo:

—Jacob Horner: usted no puede seguir haraganeando. Debe empezar a trabajar.

—No siempre haraganeo —contesté—. Hago diversos trabajos.

Estábamos en la Sala de Progreso y Consejo de la Granja: existe una exactamente igual en el establecimiento actual, en Pensilvania. Es un cuarto mediano, casi tan grande como la sala de estar de un departamento, aunque el techo es más alto. Las paredes son blancas, las ventanas están cubiertas por persianas blancas, generalmente bajas, y un globo en el techo da la luz. Hay dos sillas blancas de madera, con respaldo, idénticas, colocadas una frente a otra en el centro de la habitación, y ningún otro mueble. Las sillas están muy cerca, tan cerca que el aconsejado roza casi las rodillas del consejero.

Es imposible sentirse cómodo en la Sala de Progreso y Consejo."
 
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