Labordeta
Clásico
- Registro
- 3 Feb 2005
- Mensajes
- 3.972
- Reacciones
- 1
Ante el más grande que hemos dado desde Manolete, tenemos un torero manfloro, (podría ser gitano o murciano, asi que no nos quejemos),si, pero con unos cojones de aquí a Lima, el que no vea esto como un arte ni es persona, ni se le puede tener como tal, si acaso seréis miembro o miembra o anormales abducidos por Peta, Grinpiss o algunos hijos de Belcebú de esos que comen soja y se creen algo.
Que estilo, que quietud, que arte, que expresión, que temple, que naturales y esas manoletians, ahh esas manoletinas.
Porque cuando todo viene de dadas es fácil hacer una buena faena, pero lo de ayer con esos hijosputa de astaos que ni se dejaban ni querían, es para un monumento, larga vida a la Fiesta.
Esperamos ansiosos un mano a mano con el Cid en las ventas, eso puede ser apoteosico.
Que estilo, que quietud, que arte, que expresión, que temple, que naturales y esas manoletians, ahh esas manoletinas.
José Tomás se entregó a vida o muerte, de principio a fin. Y el fin fue trágico como la tarde, dramática, dura de sangre y arena. El valor de José Tomás no conoce límites, transgrede la razón, la atropella, supera y destroza. Rotos los esquemas, rota la taleguilla, desgajadas las carnes. Ni un resquicio a la tranquilidad. Ni un paso atrás. Todo hacia delante. Ni siquiera cuando el sobrero de El Torero se lo pasó de pitón a pitón en el remate de una serie zurda. No lo soltaba, y, cuando lo hizo, José Tomás volvió a la carga. La sangre caía por los boquetes de seda del dios de piedra de Galapagar, que es de carne y hueso, aunque no lo parezca. Y el corbatín, ese corbatín que ya parece una soga al cuello, en Málaga, en Jerez, suelto otra vez de un pitonazo. La plaza calló en su silencio sepulcral. Las protestas acertadas por los cuernos bastos y astillados del toro quedaron atrás. José Tomás se enfrontiló por manoletinas, se tiró a matar a topacarnero y mató. La emoción se desató. José Tomás, como un Cristo bajado de la Cruz, sudaba sangre. La gloria de los pañuelos y las orejas recompensaban tanta entrega; la emoción, la adrenalina incontenida, el honor de las medallas conquistadas como rosetones encarnados, de ver a un tío en pie, crujido de dolor, tapaba los defectos de los naturales enganchados y hacían más grandes las series de derechazos templados como la anatomía de una ola por el lado bonancible y positivo del toro hiriente de izquierdas. La imagen de JT caminando hacia la enfermería, con Torbe a un lado y Pedobear detrás, con las trofeos en las manos era épica descarnada.
La batalla también había sido de bayoneta calada en el anterior, un toro de Puerto de San Lorenzo cinqueño, con mucha cara y manso navajero. A José Tomás, a tumba abierta desde que pisó el ruedo, apenas le salió nada limpio con el capote. Se imponía la actitud de la quietud por encima de la limpieza en chicuelinas o gaoneras. La apuesta caminó siempre por la cuerda floja del terror y el vacío de vértigo de un precipicio tenebroso. Tenebrosa la gloria de José Tomás. Rodilla en tierra abrió faena. Pronto se echó la muleta a la zurda. La colada de la bestia avisó; en la siguiente no perdonó. O sí, porque las astifinas astas empalaron al torero sin ensartarlo. La sangre de su rostro era del morrillo, de la caída a plomo sobre las banderillas. Cambió de mano, y hacia adentro, a tablas, en el «4» el toro se los tragaba; hacia las afueras, las dentelladas rozaban las femorales y la faja. Las distancias se habían reducido. La gente no respiraba.
Patetismo trágico belmontista
Y cuando parecía que el miedo tocaba a su final volvió a presentar la izquierda en una llamada terrorífica. Tropezó el toro a José Tomás, como lo había tropezado uno de El Fundi en un quite de capote a la espalda hasta tirarlo con los cuartos traseros. Demasiado. Vivíamos la versión B de José Tomás, distinta a la bella del pasado día, a puro huevo ésta, pasase lo que pasase, patetismo trágico belmontista de la Edad de Oro. Otra oreja, que había sido la primera de las tres. Puerta Grande abierta, Puerta Grande cerrada y cambiada por la enfermería.
Los cuatro toros de Puerto de San Lorenzo que pasaron el reconocimiento fueron desiguales y plenos de mansedumbre. El tercero humilló más y con nobleza aunque se vino abajo en la muleta de Juan Bautista; el altísimo primero derrotaba siempre por encima y sin fijeza del estaquillador de El Fundi, que realizó un esfuerzo último. Los remiendos de Victoriano del Río, con el hierro de Toros de Cortés, tampoco alcanzaron ni de lejos la excelsitud de otros ejemplares suyos lidiados recientemente. Feo el cuarto, andarín y pendenciero; sin clase ni ritmo el sexto, aun manejable. A José Tomás le falló su equipo de campo.
La Séptima Puerta Grande se descerrajó para JT. Pero la salida a hombros fue por la enfermería, sobre una camilla, con tres cornadas, intactos el honor, el prestigio, la dolorosa gloria de una crucifixión voluntaria.
Porque cuando todo viene de dadas es fácil hacer una buena faena, pero lo de ayer con esos hijosputa de astaos que ni se dejaban ni querían, es para un monumento, larga vida a la Fiesta.
Esperamos ansiosos un mano a mano con el Cid en las ventas, eso puede ser apoteosico.