Gina Gross
Clásico
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- 4 Mar 2006
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Estas jóvenes adolescentes no pueden sino despertarme melancolía.
Qué pasión, qué intensidad, qué forma de creer en lo que sienten. Harían lo que fuera por el objeto de su deseo, luchan como leonas, lo aman sin limitaciones.
Yo una vez fui así. Ellos se hacían llamar No Mercy.
Me encerraba en la habitación y con la minuciosidad de un cirujano recortaba fotografías, analizaba entrevistas y escribía insistentes cartas al club de fans de La Coruña sirviéndome de una Olivetti.
Jamás tuve el corazón tan lleno de amor y voluntad como en aquella época de mi vida. Realmente creía en mis posibilidades por encima de las otras niñas.
Al parecer tenía problemas emocionales severos.
Todo acabó el día que sacando pecho en una discusión con mi padre, él se dirigió a mi habitación y arrancó todos los posters de la pared con el gesto firme de un general.
Los rompía uno a uno con la mirada fría de un gato, sin cuartelillo a reacción.
Por supuesto, que yo amenacé con suicidarme.
Qué pasión, qué intensidad, qué forma de creer en lo que sienten. Harían lo que fuera por el objeto de su deseo, luchan como leonas, lo aman sin limitaciones.
Yo una vez fui así. Ellos se hacían llamar No Mercy.
Me encerraba en la habitación y con la minuciosidad de un cirujano recortaba fotografías, analizaba entrevistas y escribía insistentes cartas al club de fans de La Coruña sirviéndome de una Olivetti.
Jamás tuve el corazón tan lleno de amor y voluntad como en aquella época de mi vida. Realmente creía en mis posibilidades por encima de las otras niñas.
Al parecer tenía problemas emocionales severos.
Todo acabó el día que sacando pecho en una discusión con mi padre, él se dirigió a mi habitación y arrancó todos los posters de la pared con el gesto firme de un general.
Los rompía uno a uno con la mirada fría de un gato, sin cuartelillo a reacción.
Por supuesto, que yo amenacé con suicidarme.