saca-al-tarado
Clásico
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- 22 Mar 2006
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Wetamir tiene mucho de razón.
Si un hombre desea ser insultantemente libre ante los ojos, cribas, pruebas del nueve y demás tonterías de las tías lo que debe meterse a fuego en la mente es la ley de la perfecta intercambiabilidad entre coños.
Cuando uno ha logrado asumir que si un chochete viene luego llegará otro y que después será sustituido por el siguiente entonces comienza a ser un tipo que puede andar con la cabeza alta por el mundo. Entretando consigue ese objetivo no dejará de ser un proyecto de hombre, un individuo en un estadio evolutivo inferior, y si no lo logra en toda su vida habrá quedado incompleto, para su desgracia.
Sabiendo que las portadoras de un potorro no pueden ni deben constituirse para nosotros en fiscales, inspectores de rentas, agentes de policía, vigilantes de aduanas y demás parafernalia controladora y represiva - toda ella al tiempo- disfrutaremos de cada día haciendo lo que nos salga de nuestros soberanos cojones, eso sí, dentro de unos límites de decencia, honestidad y consecuencia moral de los que ellas no entenderán jamás.
Si un hombre desea ser insultantemente libre ante los ojos, cribas, pruebas del nueve y demás tonterías de las tías lo que debe meterse a fuego en la mente es la ley de la perfecta intercambiabilidad entre coños.
Cuando uno ha logrado asumir que si un chochete viene luego llegará otro y que después será sustituido por el siguiente entonces comienza a ser un tipo que puede andar con la cabeza alta por el mundo. Entretando consigue ese objetivo no dejará de ser un proyecto de hombre, un individuo en un estadio evolutivo inferior, y si no lo logra en toda su vida habrá quedado incompleto, para su desgracia.
Sabiendo que las portadoras de un potorro no pueden ni deben constituirse para nosotros en fiscales, inspectores de rentas, agentes de policía, vigilantes de aduanas y demás parafernalia controladora y represiva - toda ella al tiempo- disfrutaremos de cada día haciendo lo que nos salga de nuestros soberanos cojones, eso sí, dentro de unos límites de decencia, honestidad y consecuencia moral de los que ellas no entenderán jamás.