Libros Ladrillos de nuestra vida (Fragmentos memorables y relatos breves)

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Thomas Mann. La Muerte en Venecia.

Sólo de vez en cuando brillaba un momento, burlona y avergonzada, una mirada, para ocultarse en seguida, y sus labios yertos, brillantes a fuerza de cosméticos, modulaban en palabras la extraña lógica del ensueño que su cerebro casi adormecido producía.

<<Porque la belleza, Fedón, nótalo bien, sólo la belleza es al mismo tiempo divina y perceptible. Por eso es el camino de lo sensible, el camino que lleva al artista hacia el espíritu. Pero ¿crees tú, amado mío, que podrá alcanzar alguna vez sabiduría y verdadera dignidad humana aquel para quien el camino que lleva al espíritu pasa por los sentidos? ¿O crees más bien (abandono la decisión a tu criterio) que éste es un camino peligroso, un camino de pecado y perdición, que necesariamente lleva al extravío? Porque has de saber que nosotros, los poetas, no podemos andar el camino de la belleza sin que Eros nos acompañe y nos sirva de guía; y que si podemos ser héroes y disciplinados guerreros a nuestro modo, nos parecemos, sin embargo, a las mujeres, pues nuestro ensalzamiento es la pasión, y nuestras ansias han de ser de amor. Tal es nuestra gloria y tal es nuestra vergüenza. ¿Comprendes ahora cómo nosotros, los poetas, no podemos ser ni sabios ni dignos? ¿Comprendes que necesariamente hemos de extraviarnos, que hemos de ser necesariamente concupiscentes y aventureros de los sentidos? La maestría de nuestro estilo es falsa, fingida e insensata; nuestra gloria y estimación, pura farsa; altamente ridícula, la confianza que el ^pueblo nos otorga. Empresa desatinada y condenable es querer educar por el arte al pueblo y a la juventud. ¿Pues cómo habría de servir para educar a alguien aquel en quien alienta de un modo innato una tendencia natural e incorregible hacia el abismo? Cierto es que quisiéramos negarlo y adquirir una actitud de dignidad; pero, como quiera que procedamos, ese abismo nos atrae. Así, por ejemplo, renegamos del conocimiento libertador, pues el conocimiento, Fedón, carece de severidad y disciplina; es sabio, comprensivo, perdona, no tiene forma ni decoro posibles, simpatiza con el abismo; es ya el mismo abismo. Lo rechazamos, pues, con decisión, y en adelante nuestros esfuerzos se dirigen tan sólo a la belleza; es decir, a la sencillez, a la grandeza y a la nueva disciplina, a la nueva inocencia y a la forma; pero inocencia y forma, Fedón, conduce a la embriaguez y al deseo, dirigen quizás al espíritu noble hacia el espantoso delito del sentimiento que condena como infame su propia severidad estética; lo llevan al abismo, ellos también, lo llevan al abismo. Y nosotros, los poetas, caemos al abismo porque no podemos emprender el vuelo hacia arriba rectamente, sólo podemos extraviarnos. Ahora me voy, Fedón; quédate tú aquí, y sólo cuando ya hayas dejado de verme, vete también tú.>>
 
"Y bajo sus pies seguían los golpes profundos, los golpes obstinados de los picos. Todos los compañeros estaban allí, los oía seguirle a cada zancada. ¿No era la Maheude la que trabajaba bajo aquel campo de remolachas, con el espinazo doblado, cuyo aliento subía tan ronco, acompañado por el zumbido del ventilador? A la derecha, a la izquierda, más lejor, creía reconocer a otro, bajo los trigales, los setos vivos y los árboles jóvenes. Ahora, en pleno cielo, el sol de abril irradiaba en toda su gloria, calentando la tierra que daba a luz. Del costado nutricio surgía la vida, las yemas reventaban en hojas verdes, los campos se estremecían con el brotar de las hierbas. Por todas partes se hinchaban las semillas, se estiraban, agrietaban la llanura, impulsadas por una necesidad de calor y de luz. Un desbordamiento de savia fluía entre cuchicheos, el rumor de los gérmenes se desparramaba en un gran beso. Y los compañeros seguían golpeando, cada vez con más claridad, como si se hubieran acercado al suelo. Bajo los rayos encendidos del astro, en aquella mañana de juventud la campiña estaba preñada de aquel rumor. Los hombres empujaban, un ejército negro, vengador, que germinaba lentamente en los surcos, creciendo para las cosechas del siglo futuro, cuya germinación pronto haría estallar la tierra."

Émile Zola, Germinal, VII.
 
"Se levantó despacio de la cama para no despertar al fantasma que dormía a su lado, acechando el ritmo de una respiración que a veces imaginaba escuchar de veras. Estás muerto como tus libros. Jamás quisiste a nadie, Corso. Ésa fue la primera y última vez que ella pronunció sólo su apellido; la primera y última vez que le negó su cuerpo, antes de marcharse para siempte. En busca de aquel hijo que él nunca quiso tener."

Arturo Perez-Reverte. El club Dumas

Lo tengo subrayado... me rompe el corazón.
 
El 3 [de julio de 1952]

Como de costumbre, un cuarto de hora después del desayuno, me coloco una flor de jazmín detrás de la oreja y me dirijo al retrete. En cuanto me siento, hago una deposición sin apenas olor. Y eso, a tal extremo, que el papel higiénico perfumado y mi brizna de jazmín dominan por entero el ambiente. Este acontecimiento hubiera podido ser fácilmente pronosticable gracias a los sueños beatíficos y extraordinariamente placenteros de la noche anterior, que, en mi caso, anuncian indefectiblemente defecaciones suaves e inodoras. La deposición de hoy es, de entre todas, la más pura, si es que el empleo de este adjetivo resulta el más adecuado para este caso. Atribuyo este hecho, sin asomo de duda, a mi ascetismo casi absoluto, y vuelven a mi memoria mis deposiciones en la época de mis excesos madrileños con Lorca y Buñuel, cuando tenía veintiún años. Era una innombrable ignominia pestilente, discontinua, espasmódica, salpicante, convulsiva, infernal, ditirámbica, existencialista, escocedora y sanguinolenta comparada con la de hoy. Esta continuidad casi fluida me ha hecho pensar durante toda la jornada en la miel de las industriosas abejas.
Tuve una tía que sentía horror por cualquier escatología. El solo pensamiento de que podía dejar escapar un pedo le llenaba los ojos de lágrimas. Ella cifraba toda su honra en el hecho de que nunca en su vida había echado uno. Hoy me parece una superchería menos impresionante que entonces. En efecto, durante mis períodos de ascetismo y de vida espiritual intensa, debo hacer constar que casi nunca dejo escapar un pedo. Esta afirmación, que encontramos a menudo en los viejos textos, según la cual los anacoretas jamás producen excrementos, me parece cada vez más cerca de la verdad, sobre todo si se tiene en cuenta la idea de Felipe, Aureolo, Teofrasto, Honorato Bombast de Hohenheim, según la cual una boca no es una boca, sino más bien un estómago, por lo que, tras una prolongada masticación sin tragar, aunque escupas el alimento, sigues, pese a todo, alimentado. Los anacoretas mastican y escupen raíces y saltamontes. Es la fe y la impresión ingenua de que viven ya del aire del cielo lo que les proporciona esa euforia.
La necesidad de engullir -ya la he descrito en mis profundos estudios sobre el canibalismo- responde más a un deseo impulsivo de orden afectivo y moral que a una necesidad de nutrición. Tragas para identificarte totalmente y de la manera más absoluta con el ser amado. Por eso engullimos la hostia sin masticarla. De ahí el antagonismo entre masticar y tragar. El santo anacoreta tende a separar ambas cosas. Para entregarse enteramente a su papel terrestre y rumiante (en cierto modo filosófico), él desearía no tener que recurrir, para su subsistencia vegetativa, sino a sus mandíbulas, reservando así exclusivamente el acto de engullir a Dios.

[...]

El 23

Un coronel francés acude al atardecer a visitarme. Cuando llegamos a la cuestión del cráneo de elefante, le digo:
-¡Ya tengo cinco!
-¿Por qué tantos cráneos de elefante? -pregunta él.
-Me hacen falta tres mil. No cejaré hasta tenerlos. Uno de mis amigos, el Maharadjah, ha prometido traerme un cargamento, y espero que cumplirá su palabra. Los pescadores se encargarán de descargarlos aquí mismo, en este pequeño muelle de enfrente. Les ordenaré dispersarlos un poco por doquier en la geología planetaria de Port Lligat.
-¡Será hermoso! ¡Dantesco! -exclama el coronel.
-Será, sobre todo, lo más apropiado. No se puede plantar nada en este paisaje sin estropearlo. Sobre todo, por supuesto, ningún abeto. El efecto sería catastrófico. Los cráneos de elefante son lo que mejor encajará aquí.

Salvador Dalí, Diario de un genio.
 
Sr. Llull, me descubro antes sus últimos fragmentos posteados. No dude que serán mi próxima adquisición.

Gracias.
 
Manolito rebuznó:
Sr. Llull, me descubro antes sus últimos fragmentos posteados. No dude que serán mi próxima adquisición.

Gracias.
En el hilo que he abierto sobre surrealismo hay más escritos de Dalí y, en los próximos días, plasmaré allí mismo más partes de su apasionante diario.
Si le interesa la adquisición -que le recomiendo fervorosamente- está editado por Tusquets, dentro de la colección "Fábula".

Un saludo
 
A vosotros, hijos de la farla:


1. EL EFECTO DE LA COCA EN SERES HUMANOS SANOS

Desde que este ensayo, que aquí aparece reimpreso, fue publicado, he tenido ocasión de observar los efectos de la cocaína en un número bastante grande de personas; y como resultado de mis observaciones debo confirmar, con más énfasis incluso que antes, que la reacción frente a la cocaína varía mucho según los individuos. He encontrado algunos que mostraban signos de euforia originada por la coca muy parecidos a los míos, y otros que tras tomar dosis de 0.05 a 0.10 gramos no experimentaban ningún efecto en absoluto. En cambio, otros reaccionaban mostrando signos de ligera intoxicación, marcados por la locuacidad y cierto mareo. Por otro lado, me ha parecido que un síntoma constante es el del aumento de la capacidad de trabajo. Movido por mis experiencias en este último campo, llevé a cabo un experimento pensado para demostrar el efecto de la coca a través de la comparación de las variaciones eb algunas cantidades medibles en seres humanos. Informé sobre el éxito alcanzado en estos experimentos en el Wiener medicinische Wochenschrift del 31 de enero de 1885; los experimentos son los de mi investigación de la fuerza muscular de la mano por medio de un dinamómetro, y el examen de tiempo de reacción mental con ayuda del neuroamebímetro, un instrumento creado por el profesor Exner. En experimentos realizados en mí mismo, en los que tomé 0.10 gramos de cloruro de cocaína, determiné que la presión que puede ser ejercida por una mano aumentaba de 2 a 4 kg, y con dos manos de 4 a 6 kg. En relación con este hecho es interesante señalar que el efecto de la coca depende del estado del individuo en el momento de realizar el experimento, y que aquél es más notable cuando la primera medida del dinamómetro es baja que cuando es alta. El aumento del poder motriz producido por la coca se presenta repentinamente después de unos quince minutos, y, reduciéndose gradualmente, se prolonga de cuatro a cinco horas. Es, por tanto, un fenómeno paralelo al de la euforia, y también parece proceder de un aumento de la disposición general para el trabajo, de un aumento del bienestar general más que de ninguna influencia directa de la droga en los órganos motrices. También observé una variación del tiempo de reacción mental. En mi caso, después de tomar coca, mi tiempo de reacción mental era el mismo que cuando me encuentro en perfecto estado de salud, a pesar de que antes de tomar la droga era irregular y lento como consecuencia de un estado de salud menos perfecto.
La capacidad de la cocaína para aumentar la fuerza muscular, que puede ser demostrado mediane el dinamómetro, puede considerarse una confirmación definitiva de las informaciones sobre el efecto de la coca en los indios.


2. EL EFECTO DE LA COCA EN CASOS DE ADICCIÓN A LA MORFINA

La utilidad de la cocaína en casos de colapso producido por la morfina ha sido confirmado recientemente por Richter (Pankow), que también se muestra a favor de la opinión expresada en el texto antecedente [Über Coca], y según la cual existen unas relaciones de antagonismo entre el efecto de la cocaína y el de la morfina.


3. LA APLICACIÓN INTERNA DE LA COCAÍNA

Como en la actualidad hay muchas autoridades que al parecer albergan temores injustificados sobre la utilización interna de la cocaína, no está de más subrayar que incluso en inyecciones subcutáneas -tales como las que yo he utilizado con éxito en casos de ciática- son completamente inofensivas. La dosis tóxica para los seres humanos es muy elevada, y parece no existir una dosis letal.


4. EL EFECTO LOCAL DE LA COCAÍNA

El hecho de que la cocaína puede ser utilizada con éxito como factor causante de anestesia local ha tenido gran aceptación a consecuencia de la utilización que Koller ha hecho de ella para lograr la anestesia de la córnea, y gracias también a los trabajos de Königstein, Jelinck e incontables investigadores más; de esta forma, la cocaína se asegura una duradera utilidad entre los recursos con que contamos los médicos. Es de esperar que el uso interno de la cocaína conduzca también a resultados igualmente beneficiosos. Sin embargo, el precio artificialmente elevado que tiene actualmente la cocaína es un obstáculo para la puesta en marcha de nuevos experimentos.

Sigmund Freud, "Addenda a Über Coca" (1885), dentro de Escritos sobre la cocaína.
 
VIGESIMO SEXTA JORNADA

Como nada era más delicioso que los castigos, nada proporcionaba tantos placeres, y de esa clase de placeres que se habían prometido no gozar hasta que las narraciones permitiesen, al desarrollarlos, entregarse a ellos más ampliamente, se inventó todo para tratar de hacer caer a los sujetos en faltas que procurasen la voluptuosidad de castigarlos; a tal efecto, los amigos se reunieron en sesión extraordinaria aquella mañana para discutir la cuestión y añadieron diversos artículos al reglamento cuya infracción necesariamente había de ocasionar castigos. En primer lugar, se prohibió expresamente a las esposas, a los muchachos y a las muchachas, lanzar pedos si no era en la boca de los amigos. En cuanto sintieran ganas de ello debían inmediatamente ir al encuentro de uno de aquellos y administrarle lo que retenían; a los delincuentes se les aplicó un fuerte castigo aflictivo. Se prohibió asimismo el uso de bidets y el limpiarse los culos; se ordenó a todos los sujetos en general, y sin ninguna excepción, que nunca se lavaran y sobre todo que se limpiaran el culo después de cagar; que cuando se les encontrase el culo limpio, el sujeto debería probar que era uno de los amigos quien se lo había limpiado, y citarlo. Mediante lo cual el amigo, interrogado, teniendo la facilidad de negar el hecho cuando quisiera, se procuraría a la vez dos placeres: el de limpiar un culo con su lengua y el de hacer castigar al sujeto que acababa de proporcionarle este placer... Veremos ejemplos de ello.
Luego se introdujo una nueva ceremonia: desde la hora del café por la mañana, desde que se entraba en la habitación de las mujeres y aun cuando después de eso se pasaba a la de los muchachos, cada sujeto, uno tras otro, debía abordar a cada uno de los amigos y decirle en voz alta e inteligible: "Me cago en Dios. ¿Quiere usted mi culo, que tiene mierda?", y aquellos o aquellas que no pronunciasen la blasfemia y la proposición en voz alta serían inscritos inmediatamente en el libro fatal. [...]
Hecho eso, visitaron los retretes. Colombe fue hallada culpable; dio por excusa lo que le habían hecho comer la víspera entre comidas, y que no había podido resistir, que era muy desdichada, que era la cuarta semana que recibía castigo. El hecho era cierto y no podía acusarse de ello más que a su culo, que era el más lozano, el mejor formado y el más lindo que se haya visto. Objetó que no se había limpiado y que esto por lo menos debía valerle algo. Durcet la examinó y, habiéndole encontrado efectivamente un parche muy grande y muy grueso de mierda, se le aseguró que no sería tratada con tanto rigor. Curval, en erección, se apoderó de ella, le limpió completamente el ano, se hizo traer la defecación que se comió, mientras se hacía masturbar por ella, entremezclando la comida con muchos besos en la boca y mandatos perentorios de tragarse todo lo que él le transmitía de su propia obra. Visitaron a Augustine y Sophie, a las que se había recomendado que después de sus defecaciones de la víspera se mantuviesen en el estado más impuro. Sophie estaba en regla, aunque hubiese dormido cerca del obispo como su posición le exigía, pero Augustine presentaba la mayor limpieza. Segura de su respuesta, avanzó orgullosamente y dijo que bien se sabía que, como de costumbre, había dormido en la habitación del señor duque y que antes de dormirse éste la había hecho ir a su cama, donde le había chupado el agujero del culo mientras ella le meneaba el pito con la boca. El duque, interrogado, dijo que no se acordaba de tal cosa (aunque fuese cierto), que se había dormido con la verga en el culo de la Duclos, hecho que podía averiguarse. Se trató el caso con toda la seriedad y la gravedad posible, mandaron llamar a la Duclos, quien, al ver de lo que se trataba, certificó todo lo que había declarado el duque y sostuvo que Augustine sólo había sido llamada por un instante a la cama de monseñor, quien se había cagado en su boca para comer en ella su cagada. Augustine quiso sostener sus tesis y disputó con la Duclos, pero se le impuso silencio y fue inscrita, aunque era totalmente inocente.

Pasaron a la habitación de los muchachos, donde Cupidon fue hallado en falta; había hecho en su orinal la más bella cagada que pueda verse. El duque se la apropió y la devoró, mientras el joven le chupaba el pito.
[...]
Pasaron a tomar el café, que fue presentado por Sophie, Fanny, Zélamir y Adonis, pero servido de una manera muy singular: se lo hacían tragar con la boca. Sophie sirvió al duque, Fanny a Curval, Zélamir al obispo y Adonis a Durcet. Tomaban un sorbo en su boca, se la enjuagaban con él y lo vertían así en el gaznate de aquel a quien servían. Curval, que se había levantado de la mesa muy caliente, se puso otra vez en erección con esa ceremonia y cuando terminó se apoderó de Fanny y le descargó en la boca, ordenándole que se lo tragase bajo amenaza de las penas más graves, lo cual hizo la desdichada criatura sin atreverse siquiera a parpadear.

Marqués de Sade, Las 120 jornadas de Sodoma, I.
 
Así pues, los comienzos de la filosofía griega pueden ser considerados una proyección ingenua, aunque enormemente fructífera, del mundo agitado y ordenado de la polis sobre el cosmos.
Los primeros pensadores, tanto griegos como bárbaros habían proyectado igualmente su atmósfera social en el cosmos. Sin embargo, en casi la totalidad de las sociedades anteriores, el hombre había estado estrechamente sujeto a los designios de la naturaleza o a la voluntad arbitraria de sus superiores sociales o, más a menudo, de ambos. Durante el tiempo que los alimentos de la comunidad dependían de los caprichos del clima, mientras el bienestar común pendía de algún jefe supremo tal vez lejano, y la vida misma estaba expuesta constantemente al azar aritmético de la depredación y la peste, cualquier visión del universo que no hiciera énfasis en la naturaleza irregular e impredecible de las cosas era evidentemente absurda. Pero en una ciudad próspera e independiente como Mileto, las vidas y el bienestar de los ciudadanos dependían primordialmente de su actividad coordinada, regulada por la ley. Las pérdidas locales de cosechas perdieron parte de su terror cuando hubo navíos de comerciantes lejanos que podían proveer a la ciudad de los granos necesarios. No hubo monarca a distancia que pudiese tener el destino de Mileto en sus manos. Incluso las posibilidades de guerra dependían en gran parte de la preparación y disiplina de los soldados ciudadanos. Así pues, la polis interpuso una barrera entre sus miembros y los caprichos de la naturaleza, controló estrictamente los impulsos arbitrarios del magistrado y el gobernante y, a través del entrenamiento militar, tuvo éxito en la reducción de los riesgos de guerra a un mínimo. El ciudadano de tal ciudad era libre de estar sujeto a la voluntad ajena hasta donde es posible; sin embargo, su vida estaba regida rigurosamente por la ley. Por eso resulta escasamente asombroso que unos cuantos ciudadanos con aficiones especulativas imaginasen que el universo era gobernado de manera similar. Pero ésta improbable conjetura dio una tendecia distintiva a todo el pensamiento griego y europeo subsecuente. Éste fue un hecho notable, y más lo fue el hecho de que detrás de toda la variedad de sucesos particulares, las leyes de la naturaleza efectivamente parecen existir.


W.H. McNeill, "The Rise of the West". Citado en "Historia de la Teoría Política", de G.H. Sabine.
 
- Un héroe bárbaro- murmuró.
-Está bien, ¿no?. Esta ropa de cuero me costó muy cara.
-Sí, pero mira...¿cómo te llamas, chico?
-Nijel
-Pues mira, Nijel...
-...el Destructor.
-Muy bien, el Destructor- asintió Rincewind a la desesperada.
-Hijo de Liebrecoja, Vendedor de Ultramarinos...
-¿Qué?
-Tienes que ser hijo de alguien -explicó Nijel-. Lo dice aquí, por alguna parte.


Terry Pratchett -Rechicero
 
Religión y ciencia

Todo lo imaginado y realizado por el hombre sirve para librarlo de sentimientos de necesidad y para calmar sus sufrimientos. Hay que tenerlo en cuenta si queremos comprender los movimientos espirituales y su desarrollo. Pues sentir y ansiar son el motor de todos los logros humanos, aunque esto parezca demasiado idealista. ¿Cuáles son los sentimientos y las necesidades que han llevado al hombre al pensamiento religioso y a creer, en el sentido más amplio de la palabra? Si reflexionamos, caeremos en la cuenta de que en los orígenes del pensamiento y de la experiencia religiosos aparecen sentimientos muy diversos.
En el hombre primitivo es el miedo. Miedo al hambre, a los animales salvajes, a la enfermedad, a la muerte. Debido a que a ese nivel de la existencia la comprensión de las conexiones causales suele ser mínima, el ingenio humano se desdobla en entes más o menos análogos, de cuyas acciones o deseos dependen las acciones temidas. Entonces, se da el deseo de captar la simpatía de dichos entes celebrando ceremonias y haciendo sacrificios que, según creencias transmitidas de generación en generación, han de aplacarlos. Estoy hablando de la religión del miedo.
Esta no es creada, pero sí establecida en gran parte, por la formación de una casta de sacerdotes que se hace pasar por mediadora entre el pueblo y los temidos entes, y funda posteriormente una supremacía.
A menudo el dirigente, el que gobierna o la clase privilegiada, cuyo dominio mundano se apoya sobre otros factores, incorpora las funciones sacerdotales para su propia seguridad, o bien establece una comunidad de intereses con la casta sacerdotal.
Una segunda fuente de configuraciones religiosas son los sentimientos sociales. El padre, la madre, los dirigentes de las comunidades humanas son mortales y susceptibles de cometer errores. El anhelo de dirección, de amor y de apoyo moral motiva la creación de conceptos sociales, como por ejemplo el concepto moral de Dios. Tal es el Dios de la Providencia, que ampara, dispone, recompensa y castiga. Es el Dios que según el horizonte de los hombres impulsa la vida de la familia, de la humanidad, que consuela en momentos de desgracia y de nostalgia, que custodia las almas de los muertos. Estas son las nociones morales y sociales de Dios.
En las Sagradas Escrituras del pueblo judío se nota la evolución que lleva desde la Religión del Miedo hacia la Religión Moral. Su continuación se llevó a cabo en el Nuevo Testamento. Las religiones de todos los pueblos civilizados, en especial los de Oriente, son en esencia religiones morales. Ha sido un adelanto fundamental en su existencia el paso de las religiones basadas en el temor a las de orden moral, pero al considerarlas debemos evitar ese prejuicio que supone que toda religión primitiva está puramente basada en el miedo, y que toda religión de pueblo civilizado es puramente de tipo moral. Todas son mixtas, aun cuando haya una proporción entre el mayor avance cultural de un pueblo y el predominio de él en la religión de tipo moral.
Lo que iguala a todas estas religiones es el carácter antropomórfico que atribuyen a Dios. Es un estadio de la experiencia religiosa que sólo intentan superar ciertas sociedades y ciertos individuos particularmente dotados. En todas se encuentra un tercer grado de experiencia religiosa, aunque casi nunca esté tampoco en estado puro. Es la llamada Religiosidad Cósmica, difícil de comprender pues de ella no surge un concepto antropomórfico de Dios.
El individuo siente la futilidad de los deseos y las metas humanas, del sublime y maravilloso orden que se manifiesta tanto en la Naturaleza, como en el mundo de las ideas. Ese orden lleva a sentir la existencia individual como una especie de prisión, y conduce al deseo de experimentar la totalidad del ser como un todo razonante y unitario. La Religiosidad Cósmica se puede encontrar incluso en las primeras etapas del desarrollo religioso, por ejemplo en algunos salmos de David y en algunos profetas. El componente de la Religiosidad Cósmica está mucho más acentuado en el Budismo, como nos lo han demostrado los magníficos escritos de Schopenhauer. Los genios religiosos de todos los tiempos eran admirables gracias a esta religiosidad que no conocía dogmas ni Dios alguno concebido a la manera del hombre. Y es por esto que no puede haber ninguna iglesia cuya enseñanza fundamental se base en la religiosidad cósmica, y también por eso encontraremos entre los herejes de todos los tiempos a hombres colmados de ella, considerados muy a menudo idealistas o hasta santos por sus contemporáneos. Hombres como Demócrito, Francisco de Asís y Spinoza están muy cerca unos de otros [...]
Solemos inclinarnos ante la premisa histórica de que ciencia y religión son dos entes irreconciliablemente antagónicos, y ello a causa de un motivo muy comprensible. Quien esté impregnado de la regularidad causal de todos los hechos considerará imposible el concepto de un ente que intervenga en los sucesos del Universo, ya que en la hipótesis de la causalidad no caben ni la Religión del Miedo ni la Religión Social, o sea Moral. Según ella, es impensable un Dios que recompensa y castiga, que presupone que el hombre actúa según compulsiones externas e internas, de modo que no puede ser responsable ante Dios, como no lo es de sus movimientos un objeto carente de vida. Esta es la cuasa por la que se acusó a la Ciencia de corromper la Moral, una acusación muy injusta. Para que sea eficaz el comportamiento ético de los hombres debe basarse en la compasión, la educación y en motivos sociales: no necesita de ninguna base religiosa. Sería muy triste por parte de la humanidad si sólo se refrenara por miedo al castigo y por esperanza de un premio después de la muerte.[...]
Es comprensible que desde siempre la Iglesia haya combatido la ciencia y haya perseguido a sus adeptos. Pero opino por otro lado que la Religiosidad Cósmica es el estímulo más alto de la investigación científica. Sólo el que pueda imaginar los esfuerzos extraordinarios que hacen falta para abrir nuevos caminos a la ciencia, es capaz de apreciar al fuerza del sentimiento que surge de un trabajo ajeno a la vida práctica. ¡Qué fe más profunda en la racionalidad del universo construido, y qué anhelo por comprender, aun cuando fuera sólo una pequeña parte de la razón que revela este mundo, tenían que animar a Kepler y a Newton para que fueran capaces de desentrañar el mecanismo de la mecánica celeste con el trabajo solitario de tantos años! [...]
Un contemporáneo ha dicho y nos in razón que en esta época tan fundamentalmente materialista son los investigadores científicos serios los únicos hombres profundamente religiosos.

Albert Einstein; Mi visión del mundo, I.
 
"...A mí personalmente -ésta es solo mi verdad- el hombre como parte de un movimiento o de una multitud me es totalmente indiferente; es inhumano. Y no me siento atado a las naciones ni a los nacionalismos. Sólo experimento sentimientos -cualesquiera que sean- hacia los hombres como individuos; mi lealtad, toda la que puedo ofrecer, sólo es hacia personas concretas.

-¿Y no das valor al patriotismo?

-Querido amigo, ya he acabado con la discusión. Pero sabes tan bien como yo que patriotismo es sólo una palabra. Y generalmente acaba significando o bien mi país, con razón o sin ella, lo cual es odioso, o bien mi país siempre tiene la razón, lo cual es una imbecilidad."

Patrick O'Brian, Capitán de mar y guerra.
 
19 enero [1922]. ¿Qué significan hoy las afirmaciones de ayer? Significan lo mismo que ayer; son ciertas; sólo que la sangre se escurre entre las grietas de la gran piedra de la ley.

La felicidad infinita, profunda, cálida, redentora de estar uno sentado junto a la cuna de su hijo, fente a la madre.
Hay en ello algo de la sensación siguiente: Ya no se trata de ti, a menos que lo desees. En cambio, ésta es la sensación de los que no tienen hijos: constantemente depende todo de ti mismo, quieras o no, cada momento hasta el final, cada momento que te desgarra los nervios; una y otra vez te asalta y sin resultado alguno. Sísifo era soltero.

No existe la maldad; has cruzado el umbral; todo es bueno. Otro mundo, y no tienes que hablar.

Las dos preguntas: [a Milena Jesenká, traductora checoslovaca por quien Kafka sintió sentimientos confusos y pasionales]
Por algunos pequeños detalles,, que me avergüenza revelar, he tenido la impresión de que las dos últimas visitas han sido realmente amables y muy generosas, como siempre, pero sin duda también algo cansadas, algo forzadas, como visitas a un enfermo. ¿Es exacta la impresión?
¿Has encontrado en los diarios algo decisivo contra mí?

Franz Kafka, Diarios (1910-1923).
 
Fragmentos memorables (y relatos breves)

buenas

abro este hilo para que incluyamos en el cualquier relato breve que conozcamos, copiemos o encontremos po ahi.........si lo escribes tu vete al general

a mi, personalmente, concentrar en pocas lineas toda la emocion de una historia siempre me ha parecido fascinante...........ya decia stevenson q el verdadero arte del escritor era la concrecion......

empiezo con dos relacionados con el mundo de los sueños que borges tendria presentes a lo largo de su obra:








"El relato ocurrió en Adrogué. Mi sobrino Miguel, que tendría cinco o seis años, estaba sentado en el suelo, jugando con la gata. Como todas las mañanas, le pregunté:

- ¿Qué soñaste anoche?

Me contestó:

- Soñé que me había perdido en un bosque y que al fin encontré una casita de madera. Se abrió la puerta y saliste vos.

Con una súbita curiosidad me preguntó:

- Decime, ¿qué estabas haciendo en esa casita?"


FRANCISCO ACEVEDO





"Chuang Tzu soñó que era una mariposa y no sabía al despertar si era un hombre que había soñado ser una mariposa o una mariposa que ahora soñaba ser un hombre"

HERBERT ALLEN GILLES
 
El Mahdi cercaba con sus hordas a Khartum, defendida por el general Gordon. Hubo enemigos que se pasaron a la ciudad sitiada. Gordon los recibía uno por uno y les indicaba un espejo para que se miraran. Le parecía justo que un hombre conociera su cara antes de morir.


FERGUS NICHOLSON
 
HISTORIA DE LOS DOS REYES Y LOS DOS LABERINTOS


Cuentan los hombres dignos de fe (pero Alá sabe más) que en los primeros días hubo un rey de las islas de Babilonia que congregó a sus arquitectos y magos y les mandó construir un laberinto tan perplejo y sutil que los varones más prudentes no se aventuraban a entrar, y los que entraban se perdían. Esa obra era un escándalo, porque la confusión y la maravilla son operaciones propias de Dios y no de los hombres. Con el andar del tiempo vino a su corte un rey de los árabes, y el rey de Babilonia (para hacer burla de la simplicidad de su huésped) lo hizo penetrar en el laberinto, donde vagó afrentado y confundido hasta la declinación de la tarde. Entonces imploró socorro divino y dió con la puerta. Sus labios no profirieron queja ninguna, pero le dijo al rey de Babilonia que él en Arabia tenía un laberinto mejor y que, si Dios era servido, se lo daría a conocer algún día. Luego regresó a Arabia, juntó sus capitanes y sus alcaides y estragó los reinos de Babilonia con tan venturosa fortuna que derribó sus castillos, rompió sus gentes e hizo cautivo al mismo rey. Lo amarró encima de un camello veloz y lo llevó al desierto. Cabalgaron tres días, y le dijo: "Oh, rey del tiempo y substancia y cifra del siglo!, en Babilonia me quisiste perder en un laberinto de bronce con muchas escaleras, puertas y muros; ahora el Poderoso ha tenido a bien que te muestre el mío, donde no hay escaleras que subir, ni puertas que forzar, ni fatigosas galerías que recorrer, ni muros que te veden el paso."
Luego le desató las ligaduras y lo abandonó en mitad del desierto, donde murió de hambre y de sed. La gloria sea con Aquel que no muere.


LAS MIL Y UNA NOCHES...
 
¿No estarás leyendo por casualidad la "Antología de la literatura fantástica" de Borges, Bioy y Silvina Ocampo, editada por Edhasa?
 
Jacques de Molay rebuznó:
¿No estarás leyendo por casualidad la "Antología de la literatura fantástica" de Borges, Boy y Silvina Ocampo, editada por Edhasa?


no, me lo se de memoria, estos relatos son de ahi, pero aqui todo el mundo no es friki de borges que se compra hasta los libros en los cual aparece como autor y solo usa el "copy&paste".....(notese la ironia)

saludos

edito para decir que mi edicion es de "losada" y se llama "cuentos breves y extraordinarios"
 
Los relatos o historias que uno mismo escriba, van para el General.
 
Juvenal rebuznó:
Los relatos o historias que uno mismo escriba, van para el General.

Hahahahahah.

Pero estaría bien que desaparecidos de la primera página los trajéramos a este remanso de paz y amor.
 
Juvenal rebuznó:
Los relatos o historias que uno mismo escriba, van para el General.


dejeme opinar....

creo que la gente podria atreverse a escribir algun relato y publicarlo en este foro siempre y cuando se comprometa a aceptar una critica dura y real........de hecho pienso que deberia haber un hilo para creaciones propias........




Su opinión ha sido tenida en cuenta. Las mejores críticas las encontrará en el General, por ejemplo. Puede ud. publicar aquí todos los relatos breves que quiera, siempre que sean de autores consagrados por el público, la Historia o la crítica.

En este subforo nada de creaciones propias.

P.D. Sí, ya tengo en cuenta el Super Gñe. Cuando seas padre, comerás huevos.
 
PARA QUE MOLAY NO SE QUEJE......

Un viejo chino pidió un deseo antes de morir. Quería ver el infierno y el paraíso. Como toda la vida ha bía sido honrado, su deseo le fue concedido.

Primero fue conducido al infierno. Vio mesas repletas de deliciosos manjares, pero los comensales parecían hambrientos y furiosos. Sentados a dos metros de distancia de la mesa, tenían que utilizar palillos muy largos y no conseguían llevarse ningún alimento a la boca. De ahí su sufrimiento y su cólera.

Entonces el anciano fue llevado al paraíso y vio exactamente el mismo espectáculo.

- Sí -explicço a su regreso-. Las mismas mesas, la misma comida, los mismo palillos. Pero todos los comensales parecían felices y saciados.

- Por qué -le preguntó alguien.

- Porque se alimentaban unos a otros.
 
ESO

Al preso lo interrogaban tres veces por semana para averiguar "quién le había enseñado eso". Él siempre respondía con un digno silencio y entonces el teniente de turno arrimaba a sus testículos la horrenda picana.

Un día el preso tuvo la súbita inspiración de contestar: "Marx. Sí, ahora lo recuerdo, fuer Marx". El teniente asombrado pero alerta, atinó a preguntar: "Ajá. Y a ese Marx ¿quién se lo enseñó?". El preso, ya en disposición de hacer concesiones, agregó: "No estoy seguro, pero creo que fue Hegel".

El teniente sonrió, satisfecho, y el preso, tal vez por deformación profesional, alcanzó a pensar: "Ojalá que el viejo no se haya movido de Alemania".

Mario Benedetti.
Despistes y Franquezas.
Ed. Alfaguara
 
Buen hilo. Para empezar, colaboro con este relato de Franz Kafka.

EL PASEO REPENTINO (1913)

Cuando por la noche uno parece haberse decidido terminantemente a quedarse en casa; se ha puesto una bata; después de la cena se ha sentado en la mesa iluminada, dispuesto a hacer aquel trabajo o a jugar aquel juego terminado el cual habitualmente uno se va a dormir; cuando fuera el tiempo es tan malo que lo más natural es quedarse en casa; cuando uno ya ha pasado tan largo rato sentado tranquilo a la mesa que irse provocaría el asombro de todos; cuando la escalera está oscura y la puerta de calla trancada ya, y cuando entonces uno, a pesar de todo esto, presa de una repentina desazón, se cambia la bata; aparece enseguida vestido de calle; explica que tiene que salir, y además lo hace después de despedirse rápidamente; cuando uno cree haber dado a entender mayor o menor disgusto de acuerdo con la celeridad con que ha cerrado la casa dando un portazo; cuando en la calle uno se reencuentra, dueño de miembros que responden con una especial movilidad a esta libertad ya inesperada que uno les ha conseguido; cuando mediante esta sola decisión uno siente concentrada en sí toda la capacidad determinativa; cuando uno, otorgando al hecho una mayor importancia que la habitual, se da cuenta de que tiene más fuerza para provocar y soportar el más rápido cambio de necesidad de hacerlo, y cuando uno va así corriendo por largas calles, entonces uno, por esa noche, se ha separado completamente de su familia, que se va escurriendo hacia la insustancialidad, mientras uno, completamente denso, negro de tan preciso, golpeándose los muslos por detrás, se yergue en su verdadera estatura.
Todo esto se intensifica aún más si a esas altas horas de la noche uno se dirige a casa de un amigo para saber cómo le va.
 
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