Lágrimas por todas las que ya no están

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Me gustan esos bichos. Se camuflan, acechan con paciencia, y su objetivo es claro y simple; esperar la oportunidad de atacar y devorar a su presa. Ahora, si me lo permite, voy a poner unos minutos musicales para amenizar la perorata que voy a cagar.


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Hace ya tiempo pase una temporada enfoscándole el útero a pollazos a una rubia de generosas aldabas, bastante torpona, y que para mi fortuna aprendió a hacer buenos pajotes con la zurda porque en uno de sus muchos percances se partió varios dedos y huesos de la mano derecha.

Un día la saqué a cenar a un sitio caro, y como no había hecho los deberes en casa, a los postres sintió la muchacha la llamada de la naturaleza. Tuve que acompañarla al baño de hembras, pues era incapaz la torda de valerse por sí misma para hacer lo suyo con la escayola puesta. El baño, que estaba vacío, era un lavabo amplio con dos excusados al fondo. Le solté los pantalones, se metió en uno de ellos y me dispuse a esperar con el mismo animo con el que bajabais a comprarle compresas a vuestra madre de críos.

Al punto entraron tres milfs potentorras rollo Sandra Golpe derrochando tacones, Pilates y solarium, tres mil pavos en trapos cada una encima, alguno más en pedrería y varios liftings de cirujano rico. Alegres y jacarandosas porque muy probablemente iba a ser otra la que le chupase el carajo esa noche a los encopetados caballeros que habían dejado en la sala planeando el siguiente desfalco y a quien de ellos encalomar la minuta de la cena. Gentucilla bien.

Su regocijo duró lo que tardaron en darse cuenta de la presencia de un forero sonriente y ocioso metido en el baño con ellas.

Una de la gacelas inmediatamente huyó al retrete que quedaba libre, y la dicha en la cara de las dos más lentas se transformó en una mueca de genuino y atávico temor. Me tomé mi tiempo para paladear el aroma flotante a exceso de Chanel, pérdida de orín e incomodidad manifiesta de ese par de trémulas zorrupias. Me gustó. Me gustó mucho, y disfruté de cada uno de esos tensos segundos antes de indicarles con media sonrisa aviesa que mi amiga estaba indispuesta señalándoles la puerta tras la que se hallaba. Salió la nena del tigre, terminadas sus labores, arruinándome la fiesta y dibujando en la faz del par de fulanas un gesto de alivio. Una de ellas incluso pudo salir del trance y mascullar un ridículo y amable ¡Huy, qué majo! cuando me vio abrochar el pantalón de la tullida.

Esa noche cuando la rubia me pagó las atenciones poniéndomela robusta y abriéndose de chirla, solo podía pensar en la cara temerosa de ese par de gorrinas cuando le hice tragarse todas mis gachas.

A la pucheritos de género habría que ponerle un monumento, o al menos un par de velas y rezarle un credo a la virgen rogando por su buena salud y porque apruebe la futura ley trans, mentecatos.

Debéis daros cuenta de una vez, asquerosos retrógrados, de que los tiempos de calzarle una buena hostia a sotamano en todo el boquino a vuestro deposito auxiliar de esperma, por mucho que lo merezca, han pasado si en un futuro queréis llamaros a vosotros mismos hombres. Debéis daros cuenta de lo tóxico que resulta vuestro caduco rol de género, que sois un anacronismo con patas y escamas que se arrastra por el lodo en espera de martirizar a su próxima víctima entre sus opresoras fauces, si en un futuro queréis llamaros a vosotros mismos hombres. Debéis daros cuenta, sobre todo, de que solamente la infectoputa Montero puede traernos la tan ansiada igualdad de género si ahora mismo os llamáis a vosotros mismos hombres.

Estoy por votar a podemos, no os digo mas.

Algunos de vosotros, aunque no queráis reconocerlo, ya habéis empezado a adoptar roles de género típicamente femeninos, y eso os honra. Roles tales como quejaros como putas nenas en espera de que venga un hombre a solucionaros el problema. ¡Joder! Si incluso hay alguno que anda por aquí orgulloso de depilarse las pelotas. Eso os honra, sí, pero como unos tremendos maricones, por cierto.

Espero sacudiéndome el dátil con la mano a que el gran logro de esta puerca queer se materialice en esa ley, que el género pase a ser una mera cuestión de nomenclatura y que todos podamos ir a hacer cola a la oficina del D.N.I. con menos papeles que una liebre a reclamar que pongan una F mayúscula debajo del apartado sexo porque nos sentimos muy putas y queremos nuestros privilegios.

Asaltar los baños de señoras, cambiarnos en el vestuario de las niñas en la piscina (Sé que al gimlasio vais a seguir yendo a ver pollas) con mozas de edad verrugosa mirando como nos cuelga el badajo, y nadar libres con los huevos colgando a cada lado del bikini. Ser cacheados en los muslos por topboxas y encerrados con tías a las que les va la movida, la movida con tíos buenos. Asegurarnos plazas como bomberos a los cincuenta años, partir con ventaja de cupo en cada oposición, y disfrutar como gorrinas de las regalías de nuestra tara.

Podemos ser mujeres.

Han conseguido convertir a la mitad de la población en China y a nosotros en Mongolia. Solo la estúpida cajera podía ser tan cretina de empezar a alicatarse el baño con los ladrillos de la muralla que nos separa. Señores foreros, les recuerdo que somos la vanguardia de la amoralidad, la punta de lanza de la depravación, y que podemos abrir brecha en todos aquellos espacios seguros en los que se nos ocultan curvilíneos objetos sobre los que eyacular. Solo queda una pregunta, si tenéis los cojones suficientes para ser mujeres.

Este es el camino.
 
Me gustan esos bichos. Se camuflan, acechan con paciencia, y su objetivo es claro y simple; esperar la oportunidad de atacar y devorar a su presa. Ahora, si me lo permite, voy a poner unos minutos musicales para amenizar la perorata que voy a cagar.


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Hace ya tiempo pase una temporada enfoscándole el útero a pollazos a una rubia de generosas aldabas, bastante torpona, y que para mi fortuna aprendió a hacer buenos pajotes con la zurda porque en uno de sus muchos percances se partió varios dedos y huesos de la mano derecha.

Un día la saqué a cenar a un sitio caro, y como no había hecho los deberes en casa, a los postres sintió la muchacha la llamada de la naturaleza. Tuve que acompañarla al baño de hembras, pues era incapaz la torda de valerse por sí misma para hacer lo suyo con la escayola puesta. El baño, que estaba vacío, era un lavabo amplio con dos excusados al fondo. Le solté los pantalones, se metió en uno de ellos y me dispuse a esperar con el mismo animo con el que bajabais a comprarle compresas a vuestra madre de críos.

Al punto entraron tres milfs potentorras rollo Sandra Golpe derrochando tacones, Pilates y solarium, tres mil pavos en trapos cada una encima, alguno más en pedrería y varios liftings de cirujano rico. Alegres y jacarandosas porque muy probablemente iba a ser otra la que le chupase el carajo esa noche a los encopetados caballeros que habían dejado en la sala planeando el siguiente desfalco y a quien de ellos encalomar la minuta de la cena. Gentucilla bien.

Su regocijo duró lo que tardaron en darse cuenta de la presencia de un forero sonriente y ocioso metido en el baño con ellas.

Una de la gacelas inmediatamente huyó al retrete que quedaba libre, y la dicha en la cara de las dos más lentas se transformó en una mueca de genuino y atávico temor. Me tomé mi tiempo para paladear el aroma flotante a exceso de Chanel, pérdida de orín e incomodidad manifiesta de ese par de trémulas zorrupias. Me gustó. Me gustó mucho, y disfruté de cada uno de esos tensos segundos antes de indicarles con media sonrisa aviesa que mi amiga estaba indispuesta señalándoles la puerta tras la que se hallaba. Salió la nena del tigre, terminadas sus labores, arruinándome la fiesta y dibujando en la faz del par de fulanas un gesto de alivio. Una de ellas incluso pudo salir del trance y mascullar un ridículo y amable ¡Huy, qué majo! cuando me vio abrochar el pantalón de la tullida.

Esa noche cuando la rubia me pagó las atenciones poniéndomela robusta y abriéndose de chirla, solo podía pensar en la cara temerosa de ese par de gorrinas cuando le hice tragarse todas mis gachas.

A la pucheritos de género habría que ponerle un monumento, o al menos un par de velas y rezarle un credo a la virgen rogando por su buena salud y porque apruebe la futura ley trans, mentecatos.

Debéis daros cuenta de una vez, asquerosos retrógrados, de que los tiempos de calzarle una buena hostia a sotamano en todo el boquino a vuestro deposito auxiliar de esperma, por mucho que lo merezca, han pasado si en un futuro queréis llamaros a vosotros mismos hombres. Debéis daros cuenta de lo tóxico que resulta vuestro caduco rol de género, que sois un anacronismo con patas y escamas que se arrastra por el lodo en espera de martirizar a su próxima víctima entre sus opresoras fauces, si en un futuro queréis llamaros a vosotros mismos hombres. Debéis daros cuenta, sobre todo, de que solamente la infectoputa Montero puede traernos la tan ansiada igualdad de género si ahora mismo os llamáis a vosotros mismos hombres.

Estoy por votar a podemos, no os digo mas.

Algunos de vosotros, aunque no queráis reconocerlo, ya habéis empezado a adoptar roles de género típicamente femeninos, y eso os honra. Roles tales como quejaros como putas nenas en espera de que venga un hombre a solucionaros el problema. ¡Joder! Si incluso hay alguno que anda por aquí orgulloso de depilarse las pelotas. Eso os honra, sí, pero como unos tremendos maricones, por cierto.

Espero sacudiéndome el dátil con la mano a que el gran logro de esta puerca queer se materialice en esa ley, que el género pase a ser una mera cuestión de nomenclatura y que todos podamos ir a hacer cola a la oficina del D.N.I. con menos papeles que una liebre a reclamar que pongan una F mayúscula debajo del apartado sexo porque nos sentimos muy putas y queremos nuestros privilegios.

Asaltar los baños de señoras, cambiarnos en el vestuario de las niñas en la piscina (Sé que al gimlasio vais a seguir yendo a ver pollas) con mozas de edad verrugosa mirando como nos cuelga el badajo, y nadar libres con los huevos colgando a cada lado del bikini. Ser cacheados en los muslos por topboxas y encerrados con tías a las que les va la movida, la movida con tíos buenos. Asegurarnos plazas como bomberos a los cincuenta años, partir con ventaja de cupo en cada oposición, y disfrutar como gorrinas de las regalías de nuestra tara.

Podemos ser mujeres.

Han conseguido convertir a la mitad de la población en China y a nosotros en Mongolia. Solo la estúpida cajera podía ser tan cretina de empezar a alicatarse el baño con los ladrillos de la muralla que nos separa. Señores foreros, les recuerdo que somos la vanguardia de la amoralidad, la punta de lanza de la depravación, y que podemos abrir brecha en todos aquellos espacios seguros en los que se nos ocultan curvilíneos objetos sobre los que eyacular. Solo queda una pregunta, si tenéis los cojones suficientes para ser mujeres.

Este es el camino.

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