Los progres siempre han pensado que todos, absolutamente todos los problemas, son problemas sociales.
Que un puto loco se carga a su ex, pues el problema es de la sociedad heteropatriarcal, no de que al puto loco le haya saltado el relé.
Que una chorba cobra menos que un chorbo que hace lo mismo o menos, pues el problema es la brecha salarial, no es del que paga que es un hijo puta.
Que a un gordito con la voz aflautada y que gusta de reuniones femeninas le coge una panda y le da estopa todos los días por maricón, pues es problema del machismo y de la intolerancia, no de que haya una panda de cabrones que gustan de joder al prójimo, principalmente si el prójimo es débil.
Me consta que hay rojillos y jipis de buen corazón, que no van a mamar de los dineros públicos, y que se esfuerzan por resolver todos estos problemas sociales, totalmente convencidos de que son eso, problemas sociales. Uno intenta entrarles con aquella barrabasada de un individuo tomando sus propias decisiones, pero no, no cuela, porque el individuo toma la decisión en base al entorno, a la sociedad, con lo que el problema es social, claramente, y hay que solucionarlo.
Así que entre los cuatro que sí creen en ello porque no son capaces de reaccionar ante la realidad y el sentido común, y otros cuatrocientos que han visto el siempre productivo nicho del miedo y la ignoancia y se forran con ello, pues ya tenemos el circo montado.
En las escuelas no son ya las constantes chochocharlas, perfectamente patrocinadas y promocionadas por un personal educativo compuesto en un 90% por mujeres, de las cuales la mitad están totalmente desquiciadas y radicalizadas, sino que hay que sumar el goteo constante, día a día, de los fragmentos de dogma feminancy para que vaya calando. En ese goteo se incluye, a veces de forma absolutamente descarada, el favorecer descaradamente a las chavalas y machacar a los chavales, no solo en el aspecto académico sino también en el social.
Así, tenemos a chavalitas de 12 años (normalmente hijas de profesoras radicalizadas) que van ya pregonando la doctrina, poniendo sus banderitas LGTBDSFFGH por todas partes y, sobre todo e increíblemente doloroso, sin mezclarse no ya con los chavales de la clase, sino con las chavalas que no comulguen con sus creencias.
Tenemos a profesoras que, sin ruborizarse, presumen de su feminismo activista, se tatúan (sí, sí, con cincuenta palos) sus movidas profeministas para enseñárselas a los alumnos, y le meten a chavalas de 10, 12 o 14 años las cosillas de brecha salarial y violencia de género como temáticas irrenunciables para hacer trabajos, exposiciones, cómics, y todo lo que haga falta.
Pero vamos, que todo es normal, piensan ellos. Ellos, que consideran sin tapujos que
a) los niños no son personas
b) los niños no son de los padres, sino del Estado
c) ambas
..sin mayores problemas.
Por lo tanto, el Estado es el responsable efectivo de la educa....perdón, crianza de la juventud, con el consiguiente bochorno cuando ven, sin entender, que la reacción que conlleva la acción que están aplicando está saliendo absolutamente por la culata.