No me resisto a poner aquí el artículo de hoy de Cesar Casal en la Voz de Galicia sobre Albelda y Cry Baby Cañete.
CORAZONADAS : Cañizares y Albelda
Tintín Koeman, el entrenador del Valencia, se ha cargado de un tiro a dos pájaros. Ha dicho que, mientras él esté, no lucirán la blusa ché. Le reventaban la gruta sagrada del vestuario, donde los grupos se conjuran o se comen. Se reían de sus métodos. Eran gallos de pelea que alteraban a las gallinas, sobre todo a las más jóvenes. Koeman no pierde mucho y gana el control del equipo, que no lo tenía. Cañizares es más conocido por los tintes del pelo que por los títulos (perdió dos Champions, una por goleada y otra en los penaltis). Le gusta adornarse. Y no solo la cabeza. Es un palomitero. Sin precio para el teatro, gestual hasta la náusea. Un bote de colonia le rajó un pie y nos libró de él en la selección. Albelda, ¿internacional?, es el antifútbol. No es jugador. Es una desbrozadora de gasoil, sin punta de velocidad. No corre. Se lleva por delante todo lo que se le viene encima. Sin criterio. El fútbol les recordará tanto como al mudo de los Marx por su carrera de tenor. Los colectivos tienen alma. Funcionan por contagio. Dos manzanas podridas en un cesto solo reparten gusanos. Está bien que Koeman les haya dado número para la subasta. El holandés ha demostrado tener mandíbula de tiburón con rostro aniñado. Los jefes están para asumir responsabilidades. Y cortar cabezas sin que gotee la sangre. Cañizares y Albelda
Y aquí un fragmento del artículo de Xesus Alonso Montero tras la final de Champions del 2001
SANTIAGO CAÑIZARES
Ganó el Bayern, que fué un poco mejor en dominio u acometidas férreas, teutónicas, pero ganó por el procedimiento, tan cuestionable, de los penaltis, bien entendido que en la portería germana había un portero de tantas calidades que intimidaba o acomplejaba a los lanzadores. No así Santiago Cañizares, que, sin ser un mal portero, destaco, en el epílogo da representación, por otras calidades.
El mundo entero, merced a la eficacia de la televisión (digna de mejor causa), comtempló su llanto y sus gestos enfadados. Excesivo, señor Cañizares, porque la derrota no fue injusta, y porque el cielo por usted increpado, no fue el responsable. Pero usted, señor Cañizares, sabía que tenía cámaras generosas al servicio de sus gestos, desde ese momento, en buena parte escénicos. Por eso gestos, señor Cañizares, fue recibido, en Valencia al dia siguiente, como un héroe, lo que es, obviamente, una subversión de valores.
Comprendo que usted quisiera ganar aunque sería mucho más noble merecer la victoria, y comprendo que quiera a su empresa, que eso son hoy los equipos de futbol, pero ¿qué lágrimas reserva usted, señor Cañizares, para citas más altas con los dramas auténticos de la vida?
Esas experiencias se lloran desde el fondo del corazón, ajenos a las cámaras, como vimos llorar a alguien al dia siguiente, en el entierro del infortunado Santiago Oleaga, justo en el día en que las cámaras glorificaban la recepción que cientos de valencianos le tributaron a usted, que no venía de ninguna batalla.