Pues se ha hecho así de toda la puta vida de Dios, vamos.
Claro, claro. Esto está muy bien menos cuando te toca a ti hacerlo, ¿verdad? Que lo hagan otros, pues vale, que lo hagan otros. Que me lo hagan a ti, cojonudo, mola, venga, hacédmelo. ¿Cómo? ¿Que ahora lo tengo que hacer yo? Nononononononono yo no yo no yo no por Dios, yo si acaso te digo que ole pero eso cómo lo voy a hacer yo qué va que va qué va...
El mismo ejemplo que pones tú te lo pongo yo con todos aquellos que jugaban al futbolín, que sabían que si te dejaban a cero pasabas por debajo, que cuando dejaban ellos a otros a cero bien que les gustaba que pasaran y que el día que les tocó pasar se rilaron, se rajaron, se arrugaron y empezaron a poner excusas baratas, cutres, que si el segundo gol era de guarra, que si es que no vale no vale, que si no que ese de más allá se está riendo y MARICONADAS así.
Esos en mi barrio tenían un nombre, y luego se comían el futbolín y un par de hostias bien dadas.