Pues con mucho gusto, Morzen, con mucho gusto te hablaré del abatimiento al que os veis sometidos la caterva de culés.
Es posible que, tras ciertas experiencias extremas, el mundo y sus habitantes tan sólo merezcan compasión o desprecio. La predominante alegría que os embargaba hasta hace bien poco ha pasado a mejor vida. Ya sólo os queda un poso de amargura y mucho, pero mucho, ardor de estómago. Atrás habéis dejado la gloria, mientras que ahora tenéis frente a vuestros ojos un luctuoso y macilento camino lleno de dolor y congoja. Ese es ahora vuestro presente, vuestra realidad, la ineluctable tortura a la que os ha llevado el Mou team. El futuro se presenta aun más tétrico si cabe; imagina un gélido paraje, rodeado de una interminable tundra, cercado por el miedo y el rencor a Mou. Imagina casitas construidas a mano, formando un pueblo de supervivientes barcelonistas que consiguieron escapar de las garras de una implacable plaga Mourinhizada. Imagina que dentro de esas casuchas, corrompidas por el olvido y los tiempos pretéritos, hay fotos de delfines, de Guardiola con pelo, de Messi dando balonazos a la grada del Bernabeu... Es decir, imagina los pocos recuerdos que el Mou team aun no ha hecho jirones. Ese será vuestro futuro, amigo Morzen.
Este Madrid nada quebradizo, con ese alma corrompida de asesinos sanguinarios que no dejarán títere con cabeza, el característico ritmo acelerado de su fútbol destructivo, esa velocidad y contundencia salvaje y descarnada sobre la que se construyen personajes de leyenda como Benzemán o Higuaín, o altivos guerreros para la causa como Ronaldo y Marcelo, no son sólo más que muecas y gestos con las que contemplar toda la existencia desde arriba, desde el puto y jodido cielo, mientras las hormiguitas culés vais aprovisionando comida y trasladándola a vuestro refugio de festivales porque sabéis que llega el mal tiempo, sabéis que este imparable Madrid viene en desbandada, sin orden ni concierto, con el cuchillo entre los dientes, y con una misión clara; rajaros las tripas y comerse vuestras entrañas. Vamos a dejar a Atila, el rey de los masunos, a la altura del betún, y todo gracias al Dalai Lama Guardiola, al 'dislálico' Rosell, al retrasado profundo Messi o al sin carisma alguna de Iniesta.
Morzen, estáis bien jodidos. Vamos a pintar las rayas del Bernabeu con vuestra sangre culé.