Dado que este hilo se abrió sin mi consentimiento, por escisión de un mensaje mío -mis abogados ya trabajan en ello- en el que, como ILG lo llamaba, yo ensalza El Don, considero justo y necesario aportar mi visión del tema.
A lo largo de mi vida, como expuse brevemente con anterioridad, he tenido la capacidad inusitada de atraer a las mujeres más pintorescas, a las más excéntricas. El por qué son así será tratado más adelante.
Sin embargo, de mi fugaz bendición que se torna en maldición y desdicha tan rápido como la Cocacola de botella pierde el gas, sólo puedo extraer lo siguiente: El Don es ambrosía.
Me declaro culpable, lo admito. Me gustan las taradas. Me gustan las mujeres que aportan algo excepcional, algo que no se ve de manera regular. Y no sólo es que me gusten, es que vienen a mí y o se pegan un tiempo, o directamente se encoñan. No es ya sólo que ejerza magnetismo hacia ellas, es que todas cuando me conocen me saltan con el ''eres increíble, bla bla''.
A lo largo de mi vida he visto de la mano de taradas situaciones de todo tipo: desde cruzar una carretera general dando saltitos como Heidi sin mirar los coches que venían, hasta ir en transporte público y hacer duelo de aguantar la mirada a desconocidos hasta que la aparten. Desde sacarle el dedo con una sonrisa de oreja a oreja a un tío que intenta atracarla, hasta, como todos los que han seguido mi reciente hilo sabéis, maquillarse de apalizada y salir a pedir dinero.
He visto taradas adictas al sexo y taradas traumadas con ello. Taradas románticas que no se separaban de tí y taradas que iban a su puta bola. Taradas que no toleraron un pedo fugado jamás y taradas que se los tiraban con total impunidad. Y siguiendo así, todo tipo de polos opuestos que podáis imaginar a raíz de la inestabilidad psicológica y emocional que se les presupone a pesonas como ellas.
En contraposición, me he juntado y he yacido con mujeres de las llamadas ''normales''. Mujeres con las que te juntas por compartir una serie de condiciones, una serie de gustos, o una serie de emociones nacidas a raíz de una catarsis mutua en un momento determinado. Son mujeres con las que puedes ser perfectamente feliz pero, lapidadme, a mí me aburren.
Leía el otro día a ILG decir que para soportarle a él había que tener los cojones como el Coloso de Rodas. Pues en mi caso no es menos. Aunque afortunadamente recibí de mis abuelos una educación excepcional (a mis padres, como tal, jamás podré valorarles) que me ha impedido e impedirá siempre tolerar la falta de respeto y el mal ajeno, soy una persona impulsiva. Soy una persona que puede estar tranquila un momento y al siguiente saltar y hacer o decir una locura de la que a veces me arrepentiré y otras tantas no.
Dicho lo anterior, no es para mí de recibo conformarme con un alma que no me aporte novedad, con alguien que no me sorprenda al menos tanto como pueda sorprenderla yo a ella, para bien o para mal (quede claro en cualquier caso que jamás he hecho extravagancias como las mencionadas anteriormente). Puede que porque jamás haya tenido una relación larga desconozca lo que implica conocer realmente a una mujer en la medida de lo posible, por ello, prefiero la sorpresa y el aprender de ella constantemente que el conocimiento progresivo. En este aspecto, las taradas se imponen a las mujeres ''normales''.
El inconveniente mayor, como todos sabemos, es la inestabilidad emocional y la dificultad para ejercer el control necesario sobre esta. El control necesario para distinguir, al menos, cerca de cuál podrías permanecer y cerca de cuál no. Y este es el punto verdaderamente difícil. De hecho es un punto que hasta ahora se me escapa parcialmente.
De las taradas he aprendido que son por norma general más inseguras de lo habitual y que la mayoría de ellas muestran unas actitudes así a raíz de diferentes tipos de traumas, desde abusos sexuales, hasta violencia, ya sea violencia familiar, violencia a terceros, o vivida en sus propias carnes. Leí, o alguien me dijo una vez, una frase que decía que la mujer que más sonríe, es la que más jodida está por dentro. Y a raíz de mis experiencias con taradas, doy fé de ello: la excentricidad, la felicidad por la felicidad y el descontrol son generalmente evasiones. La mayoría por dentro son jueguetes rotos, aunque siempre es mejor no hurgar demasiado. Como ligero offtopic diré que si sonríe mucho y no está tarada, la otra opción es que es falsa y más mala que la puta que la parió.
A propósito de lo anterior, decir que por término general suelen ser mujeres inteligentes y no es de extrañar sabiendo que la creatividad y el ingenio van de la mano de la excentricidad, permitiéndose por ello llegar a veces a la genialidad. Son mujeres que saben expresar sus emociones perfectamente, aunque prefieren no hacerlo y, como se ha expuesto antes, evadirse en la búsqueda de la felicidad fugaz. Dicho lo cual habrá mujeres que una vez se junten a tí querrán soltarte toda la mierda que guardan dentro y las hay que jamás lo harán, o lo harán con cuentagotas.
Partiendo de la base de que la mayor característica femenina es la inseguridad, nos topamos con el eterno dilema para ellas: la necesidad de un hombre que aporte confianza, de un hombre duro. El denominado macho alfa. En el caso de las taradas no iba a ser menos, pero no sólo exigen a un hombre la seguridad que ellas no tienen, si no que exigen ser comprendidas y que te adaptes a ellas. Y doy fé de que es una misión rematadamente complicada mantenerse firme y seguro frente a alguien que no sabes jamás por dónde puede salir.
A raíz de todo lo expuesto anteriormente, afirmaré en conclusión que sí, las taradas son complicadas, como no podía ser de otra forma. Pero soy joven, muy joven y, aunque como a cualquier persona me gusta sentir amor en momentos determinados, no tengo necesidad de encontrar estabilidad alguna por el momento. Dicho lo cual, por el momento no me planteo nada más que acumular experiencias variadas, duren lo que duren, y, por ello, puedo afirmar con total certeza que jamás rehuiré a una tarada con todo lo que me pueda aportar, bueno, malo o genial, que no es poco.
Viva El Don.