El segundo, pero de largo. Ya la vida me ha dado demasiados golpes y tengo demasiadas cicatrices. No quiero más mierda, bastante he soportado ya y bastante tengo con lo que me queda aún. Bastante tengo con lo difícil que es vivir en estos tiempos, bastante jodidas son las cosas ya de por sí como para liárselas uno más en lo que puede, y debe, ser el reposo del guerrero, el remanso de paz al que volver tras haberse partido el pecho en la calle para sobrevivir en esta jungla de asfalto.
Lo he dicho ya muchas veces, y no me canso: esos amores perros, esos amores de sufrimiento y sinvivir, esos corazones desgarrados y esas historias de amour fou que te desgarran están de puta madre para verlas en una película, para leerlas en un libro, para escucharlas en una canción, pero no para vivirlas en carne propia. Los que opinen lo contrario están enfermos de romanticismo, enfermos de sentimentalismo, enfermos de literatura y empachados de canciones y películas. Querer ser un ser sufriente por amor es masoquismo. Bien, ojalá los que así lo desean lo tengan, y luego, cuando se vean con la soga al cuello y a punto de saltar de la banqueta, o asomados a la ventana para saltar, o con el bote de pastillas en la mano que alguien les diga "Toma lo que querías". Joder cuánto imbécil, cuánto enfermo, cuánto enamorado del amor, cuánto corazón queriendo ser desgarrado, cuánto GILIPOLLAS. Así tengáis lo que deseáis.