La "aceptación de la homosexualidad" es otra jodida farsa, y los integrantes del LGTB*, no son más que alfiles y peones sacrificables dentro de este macabro juego del marxismo cultural.
Lejos de conseguir que las personas no heterosexuales pudieran expresar su sexualidad y encontrar pareja, se le ha dado un tinte muy revanchista, fanático (equiparar heterosexualidad con homofobia, por ejemplo), y se ha incentivado la promiscuidad en vez de orientar hacia el respeto mutuo, la estabilidad en pareja y otros valores humanos.
Es decir, que no sólo han politizado la forma de vivir la sexualidad, sino que además han convertido su ghetto en la forma más abyecta de cosificación sexual del prójimo. Las diferentes redes de contactos están llenas de sádicos, mentirosos y psicópatas sin mayor interés que el de usar y tirar a las personas. Lo disfrazan del "los gays follamos cuando queremos y como queremos". Todo mentira.
Mentiras que esconden un mercado de la carne de depredadores sexuales, buscando nuevas presas de las que alimentarse. Que esconden la soledad de quienes no encajan con los estándares gay de belleza. Que esconden la práctica del "bareback" o sexo a pelo. Que esconden el aumento de contagio de ETS desde que es posible chutarse retrovirales del VIH a cargo de las arcas del estado. Que esconden la prostitución de muchos veinteañeros por veinte míseros euros el polvo, mientras que una pobre chica de la misma edad (y víctima del heteropatriarcado) no baja de ochenta. Y de la "violencia de género homosexual", que ni siquiera las cabezas intelectuales del LGTB piensan abordar como corresponde.
De modo que su triunfo es el que aparezcan locazas por la tele a todas horas, se bombardee a todas horas sobre todas las combinaciones posibles de sexualidad compleja (parte real, y parte imaginada) y se apedree a cualquiera que se le ocurra opinar distinto, aunque aporte argumentos convincentes. La dictadura LGTB.
Todo esto será destruido. No importa que se hayan logrado unos pocos derechos sociales, aunque sólo sea no ser apedreado por preferir el mismo sexo al opuesto. Tanta avalancha de caca y semen provocará que las extremas derechas, el Islam y cualquier otro movimiento homófobo latente, encuentren la justificación a la barbarie y a la violencia contra los "invertidos".
Pero no será un triunfo de la razón y el orden, no. Será el salvajismo como consecuencia de la ignorancia de unos y otros. Y las víctimas, personas que creían posible vivir sus relaciones de forma tranquila.
* Soy bisexual, y considero que el movimiento LGTB no me representa. Por eso no me incluyo en sus políticas.
Estoy de acuerdo en que los integrantes del LGTB son elementos asimilados al juego que tú llamas marxismo cultural, pero yo le añadiría el del sistema capitalista, que engulle, digiere y escupe en forma de objeto de consumo a todo fenómeno susceptible de ser convertido en tal. Ya ocurrió en los años 60 con el movimiento hippy, que pretendía alzarse contra las normas establecidas y el consumismo (aparte de otros aspectos), y cuyos símbolos - pantalones de campana, faldas largas, pulseritas y medallitas de la paz, discos de Janis Joplin y drogas- acabaron siendo productos de consumo destinados a uniformar a toda una generación, y a enriquecer a unos cuantos.
El movimiento LGTB no sólo no podía ser menos que el de los melenudos, sino que pronto se ha revelado como goloso pastel a las máquinas de hacer dinero, pues un grueso de su población lo componen personas de nivel cultural y económico medio e incluso alto. De hecho, son muchos los jóvenes que se adentran en el mundo homosexual "por probar", porque mola y está de moda.
Te quejas de la promiscuidad, la cosificación sexual, la superficialidad que se han incentivado en los últimos años entre los homosexuales, y yo no sé si estarás de acuerdo en que todo eso se manifiesta sobre todo en el sexo entre hombres. Pero no porque sean homosexuales, sino porque entre varones, el sexo siempre tenderá a la carnalidad y a lo inmediato, a la fijación por la belleza física y la juventud (miremos si no en qué se ha convertido el hilo de los JJOO). No obviemos que Chueca está llena de cuartos oscuros y saunas PARA HOMBRES, pero para mujeres o parejas heterosexuales (no prostitutas), apenas existen este tipo de locales.
De la violencia entre gays no hace falta hablar, porque responde todo a lo mismo, como es evidente: la impulsividad -libidinosa y de todo tipo- a que nos somete la testosterona, acicateada por unos cánones tradicionales que nos otorgan licencia par ser marcadamente sexuales y duros, en contraposición a la mujer (todo esto va cambiando, pero muy lentamente). Esta violencia del hombre dentro del movimiento LGTB se manifiesta en aspectos como las quejas que las mujeres lesbianas tienen respecto a la discriminación que sufren dentro de estos grupos, o la que se aplica a los bisexuales: no hay que fiarse de nosotros, porque no nos definimos, no somos como ellos... somos distintos. Precisamente la comprensión que piden para ellos, no lo aplican a los demás.
Por lo tanto: consumismo y materialismo, sexualidad urgente y soberbia, egoísmo, violencia, dictadura... Todos ellos componentes del constructo varonil, que pretende imponerse, no sólo dentro de la sociedad patriarcal de familias tradicionales, sino en todas aquellas alternativas que florezcan opuestas a la ranciedad. Y sí, será otra barbarie masculina (el Islam), antigua y sin pudores, la que acabará con la nuestra.