Perdón, se me ha cortado el mensaje.
Decía que empezó dominando ella. Se espatarró en el sofá llamó al moro y lo puso a comer coño. Luego al tete, y lo puso a comerle la boca. El negro se sacó la chorra, ya dispuesto. El farlopero hizo lo mismo.
Se los fue turnando en esas dos tareas. Estaba claro que el negro, lo de chupar coño no lo llevaba bien. En adelante, quedó relegado a mero rabo percutor.
Siguieron así un rato, hasta que ella acabó a cuatro sobre la cara del tete. El farlopas se le amorró al culo.
El moro fue directamente a la boca de ella, que ya estaba abierta. El negro se puso al lado. Y comenzó el baile. A partir de ese momento ella fue un juguete en sus manos. Mamaba pollas alternamente, mientras le abrían los agujeros a base de lametazos. El moro, como bien moro, parecía el más salvaje. La agarraba de la nuca y empujaba hasta que la tía tenía arcadas. Y seguía. El negro era el más amable y enrollado, pero la francesa apenas podía con la tranca dentro de la boca, y se ponía cerdisima cada vez que la veía acercarse.
La vieja y yo íbamos comentando la jugada. Le pregunté que cual prefería ella, y obviamente, el moro. El negro le hacía tilín físico, pero le parecía un tipo simple. Iba vestida con minifalda de cuero y blusa blanca. Se la empecé a desabrochar sin prisa.
Los ruidos de la francesa ya eran ensordecedores. El tete que le comía el culo empezó a inpacientarse y se quedó completamente desnudo, iba como loco buscando agujero. El otro que comía coño, salió de allí debajo y se puso de pie. Esos segundos bastaron para que el cocainas se lanzase a petarle el chumino a la guarra.
La tía comenzó a gemir sin sacarse la polla mora de la boca y alargó la mano para buscar la negra. Se llevó las dos a la cara. El cuarto en discoridia estaba un poco desubicado, así que se puso a tocarle las tetas desde el costado.
Apenas se la distinguía entre la montaña de músculos y rabos.
Mire a nuestro lado. La gótica seguía entre las piernas de su novio-dueño-chulo-lo que fuese. Lamía desesperadamente el pantalón de éste, que estaba completamente mojado por su saliva y dejaba entrever un bulto. El seguía acariciándole el pelo y susurrándole cosas : " así mi amor, así pequeña, tienes que ganartela, mi vida"
Las siguientes horas son muy muy muy confusas.
La francesa se corrió una vez al principio bastante claramente, mientras el moro percutia. Esto motivo a los tipos para ir descargando uno a uno en ella. El moro dentro. El negro, el tete, en las berzas y la espalda. El cocas, sin ningún escrupulo, se la metió en el coño lefado y volvió a correrse. La virgen, me daría mucho asco hacer eso, pero la vision fue acojonante. La vieja me la comía de rodillas mientras, en un extraño pique con la gótica, que seguía lamiendo el pantalón. El marido de la francesa estaba sentado en la mesa del salón, mirando a la pared, al suelo o a sus manos. A veces hacia amagos de refrotarse la sardina, pero desistía pronto..
La francesa convulsionaba y gemía bien embadurnada, y el moro tomó una vez más la iniciativa. La enganchó de los pelos y la puso a lamerle el cimbrel. Pim Pam Pim Pam, rato y rato se fueron turnando. Está vez le descargaron todos en la cara. Llevaba ya ocho lefadas encima y aún no era ni media noche.
El cocas aprovecho, fue a sus cosas, que estaban en una bolsa en la silla de la mesa y se preparó unas lonchas, haciendo honor a su nombre. Ofreció a todos. Tomaron el moro y el otro tete. El negro no. Les paso también al guaperas y la gótica. El se metió, y a ella le dijo que lo hiciera también. La vieja y yo rechazamos.
La francesa se metió un tirito, también, pero llevaba tanta lefa por la cara, que la mayoría se le quedó pegado ahí.
El tercer asalto fue el que empezó la violencia. El cocas enganchó del brazo a nuestra querida Josefina y la sacó al jardín. Le dio un manguerazo y le dio una patada en el culo, tirándola a la piscina del chalé. Ella, mojada, se arrastrado hasta el borde. Mientras salía, el cocas se precipitó sobre ella y se la clavó en el culo. Alaridos de la guarra. Los otros tres no perdieron el tiempo y salieron a por ella, buscando su propio hueco. La pusieron a cuatro en el borde de la piscina, con el culo en pompa. Mientras el cocas le reventaba el ojete, el moro se metió en la piscina y le agarró del pelo a la tipa. Le hundía la cabeza para ahogarla. No podía salir si el no quería. Se la sacaba cuando pataleaba demasiado (tampoco tenía mucho rango de acción porque estaba completamente atrapada y en pompa en el borde de la piscina).
El marido no se levantó de la mesa, pero se giro hacia la cristalera que daba al jardín. Cuando ella tardaba demasiado en sacar la cabeza del agua, se incorporaba un poco, comprobando que seguía viva, supongo.
La vieja y yo, ya desnudos, nos acercamos a ver. La puse contra la puerta corredera de cristal y me la empecé a follar desde la espalda, con sus tetas pretas contra el cristal.
La otra pareja siguio a lo suyo un rato más. Vinieron más tarde, aún vestidos. El se puso a nuestro lado, y ella de rodillas, sostenida con la cadena, se volvió a poner a chuparle el pantalón.
Siguieron así muchísimo rato hasta el drogata se corrió en el culo de la francesa y se aparto para fumar un piti. El negro aprovechó el hueco, le echo un poco de agua pars limpiar lo justo y se la hinco por el cocho. La tía rugía de dolor cuando tenía la cabeza fuera del agua. El negro descargó también. El segundo tete, que hasta ese momento se divertía mirándonos a nosotros, se disponía a tomar su turno, cuando el moro enganchó a la francess y la hundio entera en la pisicina. No se sabía muy bien que pasaba, pero hubo un amasijo de brazos, carne, golpes y movimiento submarino. El moro buscaba orificios con violencia y en cuanto los encontró, follo y descargó submarinamente. Salió del agua y dejo a la tía flotando y convulsionando boca arriba en la piscina.
Hubo un ratillo de parón. Ella salió como pudo y se recostó en posición fetal en el suelo, al lado de las escaleras. El marido le acercó una toalla y la cubrió. El moro le dijo: destapala, no la cubras. Y eso hizo él presto. La tía no reaccionaba.
Ellos fumaron, bebieron y comieron. Nosotros seguimos follando de pie, parando a cada poco para acercarnos a la mesa a por algún refrigerio. La pareja rara ya habían superado la fase del pantalón. El tío aplastaba la mórbida nuca de la gótica contra el cristal, metiéndole el rabo hasta el cerebro. Luego le enrolló la cadena al rededor de la cabeza y se la ató al rededor de su cintura.
La francés de arrastro a cuatro patas hasta el sofá de dentro y esperó. Temblaba de frío, dolor y placer. Lo que vino después fue algo grotesco. Empezaron a escupirle, darle bofetadas y golpes. El negro le follaba a cuatro, y los otros tres repartían estopa. La tía estaba muy muy roja de recibir pollazos, cachetes y tirones. Al moro le iba estrangular. Al cocas golpear. Estos dos llevaban la voz cantante.
El negro y el tete se turbaban en percutir.
La molieron a palos hasta un punto salvaje.
Ella gritaba y gemía a partes iguales. En una de las estranguladas del moro, la tía se corrió y se desmontó en el sofa. Los tíos comenzaron a hablar, a repartirse el turno. Algunos eran más escrupulosos que otros. Primero fue el tete, luego el negro, el moro, y el cocas. Los cuatro le echaron la lefa en el chumino. La tía estaba físicamente inflada, rellena como un pavo. La música estaba a todo puto trapo ya, había mucho alcohol distribuido por todo el salón.
Los tíos empezaron a dispersarse, hablando en corros o en parejas, bebiendo y "suplementandose" . La francesa se quedó colgando del sofá y goteando.
Yo había estado sentado en el otro sofá, con vieja a cuatro en el suelo, y la polla en su culo haciendo palanca, mientras los dos mirábamos todo. Pero no se trata de nosotros ahora.
La gótica y el otro estaban ya desnudos y follando en el suelo. El tío embestía como un animal y la otra le miraba con devoción, mientras sus lorzas se bamboleaban en todas las direcciones.
El moro se llevó a la francesa al baño, y no aparecieron en un rato. Pero después la tía salió limpia.
Y vuelta a empezar, está vez uno a uno. No siempre se corrían, a veces iban un rato uno, se cansaban, y salían a por relevo. El cocas sacó viagras.
El negro se acercó un rato a hablar con nosotros. Pregunto por la vieja, pero ella le respondió antes que yo: hoy no, ya tienes bastante, avaricioso. Y se rieron los dos. El tipo se sentó a nuestro lado mientras follábamos y nos dio conversación. Majete. Cuando le tocó, se fue a por la gabacha. Nadie se acercaba a la gótica y el otro.
Y en esto vi que nos miraba el. ¿Quieres? Me dijo. La vieja me miró y confirmo: venga, dale. Dijo sacándose el cipote de entre las berzas.
Mire a la morsa, que estaba a cuatro frente a mi. Era, como digo, mona de cara. Ojos claros, pelo rojo y negro y maquillaje ahumado negro, incluidos los labios. Collar de pinchos, mogollón de piercings en las cejas, orejas, labios y séptum. También llevaba piercings en los dos pequeños conos de grasa que eran sus tetas. Más abajo, varias capas de lorzas formaban una tripa enorme. El culo era gigante e indefinido, como las piernas. El chocho se ocultabs bajo láminas de grasa, como pude comprobar después.
"Adelante", dijo él. Y yo me folle su boca, intentando no mirar mucho a su cuerpo. Además llevaba cortes por los brazos, y eso me rayaba un poco. Luego el tío me confirmó que no eran autolesiones, que jugaban los dos a eso (como cabras, ya veis). La verdad es que la tía trataba bien. El otro le daba tan duro que parecía que la desmontaba. Las lorzas de su cuerpo chocaban contra mi en movimiento de péndulo. El me dijo: "no lo hagas dentro, ella solo come de mi mano"... Vale, pos ok. Saque el rabo, llamé a la vieja y se lo eche en las tetas. Apañao.
Acabe y reconecté con la francesa. El tete le estaba dando una somanta de palos. Sin sexo. Solo golpes. La tía disfrutaba. Recuerdo que ella no había parado en un solo momento de la noche.
El resto para otro rato