Tom Bombadil
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- 4 Jun 2005
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Todos nos hemos emocionado en alguna ocasión ante el relato de una gesta heroica, sin embargo muchos opinan que nada hay de admirable en morir por un ideal de libertad y que es más sensato vivir aunque sea en condiciones no deseadas antes que acabar en el interior de una fosa, otros en cambio, opinan que es mejor combatir al estilo braveheart aunque haya probabilidades de fallecer en el intento, antes que ceder la dignidad personal.
¿Que preferís, morir de pie o vivir de rodillas?
Numancia, capital de los arevacos, situada en una colina a 7 kilómetros de la actual Soria, y rodeada de campos de cultivo, era un lugar estratégico por su dominio sobre las tierras entre el ebro y el duero, en consecuencia, un emplazamiento codiciado por la pujante Roma.
Los romanos intentaron en numerosas ocasiones un acuerdo con el consejo que gobernaba la ciudad para incorporarla al imperio, sin embargo, celosos de su independencia, los numantinos lo rechazaron.
El senado romano envió al general Fluvio nobilior a tomar la ciudad, éste se dirigió a la empresa con un poderoso ejército que incluía varios elefantes africanos, más los numantinos no se dejaron impresionar por los enormes probóscides y atacaron por sorpresa al ejército romano provocándoles una humillante derrota.
El orgullo romano no era fácil de someter, por lo que éstos enviaron al general Mancino con un nuevo ejército, en esta ocasión la derrota fue aún más brutal aún que la anterior y los romanos fueron perseguidos hasta la confluencia del Ebro.
Otra humillación era demasiado para lo que los romanos estaban dispuestos a tolerar, por lo que decidieron encomendar la misión de destruir la ciudad a su más prestigioso militar, Escipión Emiliano, verdugo de Cartago en la tercera guerra púnica, éste decidió no correr riesgos, y para someter a una ciudad de 10.000 habitantes formó un ejército de 60.000 romanos, que llegaron a la ciudad el 134 AC, ciudad que en teoría llevaba 10 años asediada, pero en verdad el asedio era nulo, la disciplina era inexistente y el campamento romano estaba plagado de mercaderes y prostitutas, de hecho los numantinos ni siquiera sabían que estaban siendo asediados.
Tras reestablecer la disciplina en el campamento, Escipión Emiliano mandó construir una empalizada de 10 kilómetros y 300 torres alrededor de Numancia con el fin de que el hambre rindiese la ciudad.
Los numantinos aprovechaban la noche para realizar incursiones sobre los campamentos romanos y conseguir la comida de éstos, sonada fue la incursión sobre él del jefe númida yugurta al que le robaron sus dos elefantes, que por supuesto acabaron en la parrilla de los asaltantes.
Emiliano no dio su brazo a torcer, situó arqueros entre la empalizada y la ciudad para hostigar a los grupúsculos que salían por la noche para robar comida y cegó los pozos para unir la sed al hambre.
Los resultados no se hicieron esperar, y los muertos por hambre y sed empezaron a diezmar las filas numantinas, pero seguían sin rendirse, los que quedaban en pie se comían a los que morían y los que se encontraban débiles se suicidaban para servir de alimento a los que aún combatían.
Tras 8 meses de asedio los numantinos ofrecieron una rendición condicionada, Emiliano la rechazó, su única propuesta era rendición incondicional o muerte, y los bravos celtíberos eligieron la muerte, los pocos que quedaban con vida salieron
para enfrentase a una muerte segura contra los romanos, cuando el último de ellos cayó, lo hizo también la ciudad, murió un pueblo, pero nació una leyenda…
¿Que preferís, morir de pie o vivir de rodillas?
Numancia, capital de los arevacos, situada en una colina a 7 kilómetros de la actual Soria, y rodeada de campos de cultivo, era un lugar estratégico por su dominio sobre las tierras entre el ebro y el duero, en consecuencia, un emplazamiento codiciado por la pujante Roma.
Los romanos intentaron en numerosas ocasiones un acuerdo con el consejo que gobernaba la ciudad para incorporarla al imperio, sin embargo, celosos de su independencia, los numantinos lo rechazaron.
El senado romano envió al general Fluvio nobilior a tomar la ciudad, éste se dirigió a la empresa con un poderoso ejército que incluía varios elefantes africanos, más los numantinos no se dejaron impresionar por los enormes probóscides y atacaron por sorpresa al ejército romano provocándoles una humillante derrota.
El orgullo romano no era fácil de someter, por lo que éstos enviaron al general Mancino con un nuevo ejército, en esta ocasión la derrota fue aún más brutal aún que la anterior y los romanos fueron perseguidos hasta la confluencia del Ebro.
Otra humillación era demasiado para lo que los romanos estaban dispuestos a tolerar, por lo que decidieron encomendar la misión de destruir la ciudad a su más prestigioso militar, Escipión Emiliano, verdugo de Cartago en la tercera guerra púnica, éste decidió no correr riesgos, y para someter a una ciudad de 10.000 habitantes formó un ejército de 60.000 romanos, que llegaron a la ciudad el 134 AC, ciudad que en teoría llevaba 10 años asediada, pero en verdad el asedio era nulo, la disciplina era inexistente y el campamento romano estaba plagado de mercaderes y prostitutas, de hecho los numantinos ni siquiera sabían que estaban siendo asediados.
Tras reestablecer la disciplina en el campamento, Escipión Emiliano mandó construir una empalizada de 10 kilómetros y 300 torres alrededor de Numancia con el fin de que el hambre rindiese la ciudad.
Los numantinos aprovechaban la noche para realizar incursiones sobre los campamentos romanos y conseguir la comida de éstos, sonada fue la incursión sobre él del jefe númida yugurta al que le robaron sus dos elefantes, que por supuesto acabaron en la parrilla de los asaltantes.
Emiliano no dio su brazo a torcer, situó arqueros entre la empalizada y la ciudad para hostigar a los grupúsculos que salían por la noche para robar comida y cegó los pozos para unir la sed al hambre.
Los resultados no se hicieron esperar, y los muertos por hambre y sed empezaron a diezmar las filas numantinas, pero seguían sin rendirse, los que quedaban en pie se comían a los que morían y los que se encontraban débiles se suicidaban para servir de alimento a los que aún combatían.
Tras 8 meses de asedio los numantinos ofrecieron una rendición condicionada, Emiliano la rechazó, su única propuesta era rendición incondicional o muerte, y los bravos celtíberos eligieron la muerte, los pocos que quedaban con vida salieron
para enfrentase a una muerte segura contra los romanos, cuando el último de ellos cayó, lo hizo también la ciudad, murió un pueblo, pero nació una leyenda…