Por el tiempo que versa el hilo, ya militaba con rango en el club de los insomnes: veinte o treinta horas que servidor le ganaba la partida a Morfeo sin causa aparente. Cuando esto ocurría, disimulaba que trabajaba en el algún mierder curro y cuando acababa la jornada, deambulaba la tardenoche por donde vivía si más determinación que sobrellevar la caraja. Como siempre he sido un rancio de la vida, no participaba en la cultura del alcohol, ni los bares, por lo que no era raro que me estabulara en algún cine en el que, con suerte, lo mismo hasta caía una limosnera duermevela.
El caso es que saqué la entrada atraída más por él que por ella, muy popular por entonces. Ella no era Jacqueline Bisset, que aparecía también en la peli (otra con la que también podrías tatuarte las meninges sin riesgo a equivocarte), de hecho, ni siquiera había oído hablar de ella, ni la conocía, ni había visto ninguna peli ni nada de nada.
Pero fue verla en pantalla y se me arrancó la modorra de cuajo. Tanto, que ya ni me enteré de qué versaba la peli. En realidad, creo que era como una especie de esos anuncios de colonias que ponían cuando la gente tenía tiempo de ver anuncios, solo que duraba hora y pico. Bueno a decir verdad, sí hubo una escena que se me quedó. La escena en que los protas echan un polvo visto desde un plano cenital. Joder, aquello era como la porno del Plus pero sin codificar. Qué pelotazo de escena. Qué empalme llevaba. Qué ganas de levantarme y darle un bocao a la pantalla.
En fin, la peli se llamaba "Orquídea salvaje" y se conoce que durante el rodaje los protas se hicieron tilín y que, para variar, el caballero le regaló terapia de viogen a la diosa, porque para mí ya no era otra cosa que una náyade de ojos verdeazulados, que en un momento de debilidad terrenal, había sucumbido ante el malote carismático, (con lo bien que hubiera estado con un buenecito introvertido como yo). Porque vamos a ver Carré, ¿qué tenía Mickey Rourke que no tuviera yo? ¿dinero?, ¿fama? ¿belleza? y ¿mi riqueza interior? ¿eso no cuenta? Bah, te lo perdono. Quedaste fijado inmarcesible en mi güindous mental, sección gran reserva del noventa, hasta que el Alzheimer dirima lo contrario para inspirarme en mi segmento de ocio íntimo hasta que no se me levante.
En fin, caballeros, Carré Otis o el castigo de ser heterosexual: