El sardanismo: creando un baile nacional
A finales del siglo XIX, la sardana era desconocida para prácticamente la mayoría de catalanes. Era una danza originaria de Sant Feliu de Guixols, que rara vez se había visto en Barcelona (...) Decía Verdaguer que sólo había visto una vez en su vida bailar una sardana. En 1892, un articulista de La Vanguardia lo denominaba <<baile raro>>. Marfany recoge muchos testimonios y datos de la sorpresa que causaba cuando alguien la veía bailar. Sin embargo, en 1906 la sardana ya había sido promocionada por los catalanistas y era tenida como <<el baile nacional>>. Marfany indica que: <<la idea de que la sardana era de siempre, desde la más remota antigüedad, el baile nacional, el de todos los catalanes, la expresión misma de la pura catalanidad, ya se había introducido, sutilmente, calladamente: "Procuremos que resucite de nuevo", escribía un catalanista, como si allí donde no se bailaba, hubiera existido alguna vez>>.
Un catalanista, Josep Pella, había propuesto, en una Historia del Ampurdán publicada en 1883, que la sardana fuera el baile nacional de Cataluña. Ésta era, a su entender, una representación del pueblo catalán en sí mismo y mostraba la fraternidad, el espíritu democrático, la seriedad del alma catalana. Un cuarto de siglo después, la sardana conocería un impulso inusitado gracias a la propaganda catalanista. En 1902, por ejemplo, desde La Veu de Catalunya, Jaume Maspons incitaba a que todo el mundo bailara sardanas. En 1903, la revista catalanista L'avenç publicaba un método para aprender a bailarlas. Empezaron también a componerse poesías y alegatos sobre la sardana. Esta expansión hubiera sido imposible sin la labor de fondo e intencionada de los grupos catalanistas. En cada acto, encuentro o fiesta organizaban sesiones sardanísticas. Incluso se dejó de cantar el himno de Els segadors (que todavía era demasiado reciente) y directamente los eventos concluían con una sardana. Una vez más, la paradoja histórica se cebará en el catalanismo, pues tendría que ser uno nacido fuera de Cataluña, Pep Ventura, el que dotara de una estructura musical moderna a la sardana. Su inmensa producción sardanística le convierte en el padre de este baile. Pero el triunfo de la sardana no fue motivo de alegría para los catalanistas, pues en la medida en que se propagaba, lo hacía en consonancia con otros bailes que hoy llamaríamos de salón. Se hizo muy frecuente en las fiestas de los pueblos que se intercalara la sardana con otros bailes. Esto ponía muy nerviosos a los catalanistas pues lo consideraban como una <<profanación>>. Muy pronto empezaron a surgir artículos en los periódicos catalanistas corrigiendo este <<defecto>> del pueblo llano e indicando cómo se debían bailar las sardanas, los vicios adquiridos y todo aquello que perturbara el carácter casi sagrado que se le había conferido al susodicho baile.