"Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos"
ODA A TOM SELLECK
Era atlético, heráldico, mayestático, un hombre bendecido con virtudes esdrújulas. Fue el crisol prodigioso donde fueron a coincidir lo mejor de los 80, el cáliz sagrado donde maceró la inocencia, los principios esenciales y los veranos infinitos. Fue lo mejor de su tiempo, una remembranza helénica, la posibilidad, por fin, cien generaciones después, de celebrar el regreso de un nuevo Alexandros. Pero su tiempo pasó, su nimbo ha caducado,su bigote no es un lugar de acogida y en madrugadas como esta pasea su inmediata ancianidad encabezando repartos en telefilmes estrambóticos. Siempre es un policía, siempre hay mujeres buscan su bragueta, siempre tiene la pistola en la mano y viste de traje. Se encorva un poco, amaga, zigzaguea, embiste con torpeza y resuelve el caso. La última escena repite siempre la misma elegía. De perfil, con una copa balanceándose en su mano se recorta contra el fondo nebuloso de un bar, mientras un solo de jazz avienta los jirones de su alma, como una metámora bella y dolorosa del destino infranqueable que a todos nos espera.
Me ponen triste estas cosas tan ridículas, tan sentimentales, estos avisos, año tras año, caído tras caído, que nos va poniendo la vida para que nos vayamos aflojando el cinturón a la vista de los que nos espera. "Recuerda que eres mortal"
Memento mori, le recordaban a los generales victoriosos en el desfile triunfal. Recuerda a Tom Selleck, fue hermoso, fue el Antinoo de su tiempo, el Adonis de los detectives televisivos, el Gamínedes de las portadas de Teleprograma. Hoy frisa los setenta, hoy avanza hacia los pañales para pérdidas de orina y las rutinas memotécnicas de contra la demencia senil. Tom Selleck es la voz de la conciencia, el
tempus fugit hecho mostacho. Amadle, recordad su lozanía, tened presente que ni siquien en él ha sido eterno el don de la belleza.
"¡Oh, párate un momento, eres tan bello!"