Hacer un trasbordo de 6 o 7 horas en atomarporculistán rodeado de los mismos subnormales durante ese tiempo y que ninguna esté buena. Y que la que está buena, nos hable del novio. Ir a fumar y que el fumadero tenga el mismo aspecto que un puticlub de Chernobyl.
En un aeropuerto, de cuyo nombre no quiero acordarme, los fumetas teníamos reservado una especie de invernadero en el puto centro del pasillo de la terminal, un cubículo de 3x3 metros a lo sumo, en el que nos agolpábamos no menos de 30 personas cada vez. Vamos, que la suerte era no darle la calada al piti del fulano de al lado por error, todos hombro con hombro ante el escarnio del 99% de habitantes de la terminal que nos miraban como se mira a los peces globo en el acuario.
Los aeropuertos molan, sí.