percutador
Veterano
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- 9 Jun 2006
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Cuando conocí a nenitatraviesa, entraba en un foro de internet, huyendo de mi soledad. Quizás fue esa soledad la que me llevó a refugiarme en aquellas conversaciones olvidando mis problemas y frustraciones de la vida real. Poco a poco aquello me fue absorbiendo, sin darme cuenta. Del foro aquél pase a instalar una cosa llamada msn, donde pronto la añadí como contacto. Nuestras conversaciones eran amenas y se fueron haciendo cada vez más íntimas. Pareciera que existiera un gran clima de confianza y complicidad entre nosotros, mientras aumentaba el tiempo que dedicábamos a estar juntos ahí.
Entre la gente que se reunía en aquel foro decidieron un día hacer una quedada, que es una reunión de todos los que escribíamos allí. Nenitatraviesa era una de las que irían y sentí una gran ilusión por ir a verla. Ella me habló de quedar unas horas antes en un café para poder estar juntos sin que “la gente hablara”. Lo entendí, porque habíamos tenido mucha confianza y podría malinterpretarse entre el resto, con cuchicheos y rumores y mentiras, que nenitatraviesa odiaba.
Y a las cuatro de la tarde fui a la cafetería que ella me indicó. Cuando la vi, entendí la gran mentira que había construido en torno a todo ello, en torno a ella. Era una mujer mayor muy mayor, entrada ya en la cincuentena, no la joven que decía por el messenger que era. Tenía una mirada triste y vacía y solo con ver sus ojos comprendí que era absurdo todo aquello, que era absurdo estar allí, que era demencial incluso haberme desplazado cientos de kilómetros para estar con aquella mujer que cara a cara no me hacía sentir nada, se la notaba apagada, sin vida, como un zombie, amargada.
Primero recuerdo que sonrió mostrando su ajada dentadura mientras se excusaba con que su juventud era de espíritu, para acto seguido empezar a soltar su ponzoña de amargura (toda la que llevaba dentro) sobre otros asistentes, personajes tan tristes en realidad y solitarios como ella, como yo, supongo, aunque yo me daba cuenta de todo eso, de alguna manera podía redimirme de aquel engaño. Luego me dijo que si tenía un lugar para dormir. Yo había estado escuchándola, tratando de parecer atento, disimulando cualquier mueca de decepción. Fue entonces cuando me dijo: “si quieres puedes dormir conmigo” seguido de un guiño de un ojo. Imaginé lo que sería besar esos labios o acariciar esas tetas caidas, en un cuerpo lleno de grasa, tocar ese culo tan gordo; y entonces pensé que debía acabar con todo aquello. Me follaría a la freak, porque era mi castigo, yo mismo me había buscado eso y ahora debía pagarlo; y cuando lo hubiera hecho me olvidaría de todo esto.
Cuando llegamos a su habitación fue todo rutinario, como estar con una prostituta vieja. Se fue al servicio de donde vino con una especie de body rosa, se tumbó en la cama, yo me desnudé, cerré los ojos y me tumbé junto a ella. Con la luz apagada empecé a penetrarla y mientras ella jadeaba empezó a decirme algo que al principio no entendía, luego pude captarlo: “Dime que me quieres” “dime que me quieres” me exigía, no pude hacerlo, sentí un vacio tremendo. Me levanté de allí, me vestí mientras ella gritaba que jamás se lo contase a nadie, que tenía muy mala leche y que no debía decirlo a los demás que se había acostado conmigo y que además no me creerían, y me fui.
Entre la gente que se reunía en aquel foro decidieron un día hacer una quedada, que es una reunión de todos los que escribíamos allí. Nenitatraviesa era una de las que irían y sentí una gran ilusión por ir a verla. Ella me habló de quedar unas horas antes en un café para poder estar juntos sin que “la gente hablara”. Lo entendí, porque habíamos tenido mucha confianza y podría malinterpretarse entre el resto, con cuchicheos y rumores y mentiras, que nenitatraviesa odiaba.
Y a las cuatro de la tarde fui a la cafetería que ella me indicó. Cuando la vi, entendí la gran mentira que había construido en torno a todo ello, en torno a ella. Era una mujer mayor muy mayor, entrada ya en la cincuentena, no la joven que decía por el messenger que era. Tenía una mirada triste y vacía y solo con ver sus ojos comprendí que era absurdo todo aquello, que era absurdo estar allí, que era demencial incluso haberme desplazado cientos de kilómetros para estar con aquella mujer que cara a cara no me hacía sentir nada, se la notaba apagada, sin vida, como un zombie, amargada.
Primero recuerdo que sonrió mostrando su ajada dentadura mientras se excusaba con que su juventud era de espíritu, para acto seguido empezar a soltar su ponzoña de amargura (toda la que llevaba dentro) sobre otros asistentes, personajes tan tristes en realidad y solitarios como ella, como yo, supongo, aunque yo me daba cuenta de todo eso, de alguna manera podía redimirme de aquel engaño. Luego me dijo que si tenía un lugar para dormir. Yo había estado escuchándola, tratando de parecer atento, disimulando cualquier mueca de decepción. Fue entonces cuando me dijo: “si quieres puedes dormir conmigo” seguido de un guiño de un ojo. Imaginé lo que sería besar esos labios o acariciar esas tetas caidas, en un cuerpo lleno de grasa, tocar ese culo tan gordo; y entonces pensé que debía acabar con todo aquello. Me follaría a la freak, porque era mi castigo, yo mismo me había buscado eso y ahora debía pagarlo; y cuando lo hubiera hecho me olvidaría de todo esto.
Cuando llegamos a su habitación fue todo rutinario, como estar con una prostituta vieja. Se fue al servicio de donde vino con una especie de body rosa, se tumbó en la cama, yo me desnudé, cerré los ojos y me tumbé junto a ella. Con la luz apagada empecé a penetrarla y mientras ella jadeaba empezó a decirme algo que al principio no entendía, luego pude captarlo: “Dime que me quieres” “dime que me quieres” me exigía, no pude hacerlo, sentí un vacio tremendo. Me levanté de allí, me vestí mientras ella gritaba que jamás se lo contase a nadie, que tenía muy mala leche y que no debía decirlo a los demás que se había acostado conmigo y que además no me creerían, y me fui.