stavroguin 11
Clásico
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- 14 Oct 2010
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El camino del alfa es una autopista bien asfaltada, con áreas de descanso bien señalizadas, sus peajes (baratos), su circulación fluida, sin sobresaltos, sin atascos. Todo transcurre como debe ser: uno no pone esfuerzo, ni demasiado interés. Sin vincularse afectivamente y guardando bien la ropa sólo resta ver como un millón de zorras se pelean por uno y escoger la que el capricho del día prefiera.
Los betas necesitan más amortiguadores. Las carreteras comarcales son otra cosa: baches, curvas peligrosas, malas señalizaciones. Un beta es un iluso que cree que algún día le ganará la partida al alfa, llegando antes que él a base de fozar el motor, arriesgar la vida en cada curva e invertir en combustible. Vive inmerso en la peor pesadilla que uno puede imaginar: en compañía de mujeres que siempre lo tratarán como un comparsa, de forma más o menos explícita. Una parte de su lucidez le dirá que está haciendo el primo, pero su irracional optimismo lo llevará a sufrir día tras día, como pagafantas, como ruido de fondo, como corteza que se aparta para comer la miga. Esas carreteras están jalonadas de hitos fúnebres, con coronas de flores que recuerdan a los betas que se estrellaron allí.
¿Y los omegas?
Buena pregunta.
Un omega asume del principio que las cartas están marcadas, y que no va a jugarse el dinero con tahúres y ventajistas varios. Ve claramente el erial solitario que se extiende delante de él, repleto de cactus, serpientes de cascabel e indios hostiles a reventar de agua de fuego. Sabe que no va a despertar sueños eróticos, que no va tener el calor y el confort del grupo. Y entonces, lúcido y frío, agarra con firmeza las riendas de la diligencia, arrea los caballos y emprende su travesía del desierto, con el cigarro en la comisura de los labios, la botella de licor barato en el bolsillo del chaquetón, bajo la fría luz de las estrellas, ajeno al amor, la conmiseración, la simpatía, con la única compañía de su lucidez, sabiendo que siempre estará fuera de foco, que la guapa posadera de la próxima estación de posta no le dedicará el menor pensamiento cuando los caballos hayan abrevado y una nube de polvo esconda al vehículo que se aleja rápido hacia un horizonte crepuscular de dunas y matorrales muertos.
Los betas necesitan más amortiguadores. Las carreteras comarcales son otra cosa: baches, curvas peligrosas, malas señalizaciones. Un beta es un iluso que cree que algún día le ganará la partida al alfa, llegando antes que él a base de fozar el motor, arriesgar la vida en cada curva e invertir en combustible. Vive inmerso en la peor pesadilla que uno puede imaginar: en compañía de mujeres que siempre lo tratarán como un comparsa, de forma más o menos explícita. Una parte de su lucidez le dirá que está haciendo el primo, pero su irracional optimismo lo llevará a sufrir día tras día, como pagafantas, como ruido de fondo, como corteza que se aparta para comer la miga. Esas carreteras están jalonadas de hitos fúnebres, con coronas de flores que recuerdan a los betas que se estrellaron allí.
¿Y los omegas?
Buena pregunta.
Un omega asume del principio que las cartas están marcadas, y que no va a jugarse el dinero con tahúres y ventajistas varios. Ve claramente el erial solitario que se extiende delante de él, repleto de cactus, serpientes de cascabel e indios hostiles a reventar de agua de fuego. Sabe que no va a despertar sueños eróticos, que no va tener el calor y el confort del grupo. Y entonces, lúcido y frío, agarra con firmeza las riendas de la diligencia, arrea los caballos y emprende su travesía del desierto, con el cigarro en la comisura de los labios, la botella de licor barato en el bolsillo del chaquetón, bajo la fría luz de las estrellas, ajeno al amor, la conmiseración, la simpatía, con la única compañía de su lucidez, sabiendo que siempre estará fuera de foco, que la guapa posadera de la próxima estación de posta no le dedicará el menor pensamiento cuando los caballos hayan abrevado y una nube de polvo esconda al vehículo que se aleja rápido hacia un horizonte crepuscular de dunas y matorrales muertos.