EvaristoBukowski
Novato de mierda
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- 20 Nov 2024
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La conocí en noviembre de 2023. Era como un maldito regalo que te encuentras en la calle: brillante, tentador, y con un lazo que promete más de lo que debería. 19 añitos, bajita, delgadita, pero con un par de tetas que hacían que el universo pareciera un lugar con sentido. Un prototipo perfecto para un tipo como yo, un desastre que encuentra belleza en lo decadente. Me tenía jodidamente loco. En el catre, bueno, ahí no había dudas. Era una experta. Increíble. Hacía cosas que me dejaban con la boca abierta, aunque siempre me rondaba esa maldita pregunta: ¿De dónde diablos aprendió todo esto?
La primera vez que quedamos fue más fácil de lo que esperaba. Más fácil que abrir una lata de cerveza un viernes por la noche. Un mensaje, y ella ya estaba dentro, como si hubiéramos estado esperando este momento toda una vida. Me sorprendió. Yo, un don nadie en redes sociales, un desconocido absoluto. Y ahí estaba ella, dispuesta.
La llevé al McDonald's, porque no iba a gastar mucho en una mujer que acababa de aparecer en mi vida. Me habían jodido antes, y aprender a proteger el bolsillo es el único curso que la vida te da gratis. Después de cenar, un mirador, un descampado y, bueno, ya sabes. El resto de la noche fue una mezcla de cuerpos, jadeos, y esa sensación de estar ganando algo que sabes que no durará. Al final, la llevé a mi casa, para redondear la noche.
Esto se convirtió en nuestra rutina. Cenar, dar vueltas, ir a mi cama como si el mundo fuera un motel infinito. Pasaron los meses y, qué jodida ironía, me empecé a encariñar. Ese maldito apego que te llega cuando te descuidas, como una botella vacía que no quieres soltar porque todavía huele a ron. Pero entonces me di cuenta: la chica tenía otros planes, otros tipos. Lo descubrí de casualidad, como quien tropieza con una piedra en medio de un camino que parecía recto.
Me jodió. Me jodió mucho. Pero luego pensé: Eres un imbécil, ¿qué esperabas? Si se fue contigo sin esfuerzo, ¿por qué crees que no haría lo mismo con otros? Decidí dejar de verla por un tiempo, intentar arrancarme esa espina, aunque en el fondo sabía que me estaba engañando. Porque, maldita sea, era buena. Cariñosa, besucona, con esa cara de ángel que te hace creer que las cosas pueden ir bien aunque el mundo esté ardiendo.
Pasó un tiempo y volví a buscarla. Soy un hombre de decisiones pésimas, lo admito. La rutina siguió, pero esta vez con más dinero tirado en cenas, salidas y caprichos. Todo para alimentar una ilusión que en el fondo sabía que estaba podrida. Otra vez descubrí que seguía con su jueguito. Otro tipo. Otro maldito nombre que se cruzaba entre nosotros. Le escribí al tipo, directo al grano, y el pobre imbécil me lo contó todo. Lo sentí tan perdido como yo. Nos unía la misma mujer y el mismo vacío.
La confronté. Mentía fatal, como una actriz amateur en un teatro barato. Me enfadé, claro que sí. No entendía cómo alguien podía ser tan dulce y a la vez tan jodidamente falsa. Era un nudo de contradicciones que no sabía cómo deshacer. Decidí usarla solo para sexo, aunque decirlo es más fácil que hacerlo. Porque yo, por desgracia, seguía sintiendo cosas. Joder, es imposible no sentirlo. No soy un psicópata, me repetía para justificar mi debilidad.
Llegó el verano, y con él, más momentos juntos. Playas, risas, ese calor que te hace pensar que todo es posible. Y entonces, una noche que ella estaba en mi casa, aprovecho un descuido y reviso su móvil. Y ahí estaba. Un video reciente, explícito, con otro tipo que ni siquiera era de los anteriores, un maldito video ¡comiendole la polla a otro tipo!. Fue como un balazo al orgullo, pero más lento, más sucio. Me levanté de la cama y me fui al salón. Me sentía asqueado. Todo en ella, desde sus "te quiero" hasta sus besos, me parecía una broma de mal gusto. Ella se dio cuenta y empezó a rogarme y a suplicarme perdón. No le podía ver la cara, le dije que se fuera. Y ahi siguió con sus papel de victima y con su retahíla de mentiras ensayadas. Sus te quiero no valían una mierda.
No lo soporté más. Dios sabe cuántas oportunidades le di, como el idiota que soy. Pero cada vez me decepcionaba más, y yo me iba apagando poco a poco, como una vela que nadie quiso encender del todo. Terminé odiándola, aunque una parte de mí, la parte que siempre jode todo, la seguía queriendo. Ahora, cuando pienso en ella, lo soluciono rápido. Una paja y adiós. Es triste, pero es lo que hay. Porque en este mundo, las cosas buenas rara vez duran, y las malas… bueno, esas son las que siempre dejan cicatrices.
La primera vez que quedamos fue más fácil de lo que esperaba. Más fácil que abrir una lata de cerveza un viernes por la noche. Un mensaje, y ella ya estaba dentro, como si hubiéramos estado esperando este momento toda una vida. Me sorprendió. Yo, un don nadie en redes sociales, un desconocido absoluto. Y ahí estaba ella, dispuesta.
La llevé al McDonald's, porque no iba a gastar mucho en una mujer que acababa de aparecer en mi vida. Me habían jodido antes, y aprender a proteger el bolsillo es el único curso que la vida te da gratis. Después de cenar, un mirador, un descampado y, bueno, ya sabes. El resto de la noche fue una mezcla de cuerpos, jadeos, y esa sensación de estar ganando algo que sabes que no durará. Al final, la llevé a mi casa, para redondear la noche.
Esto se convirtió en nuestra rutina. Cenar, dar vueltas, ir a mi cama como si el mundo fuera un motel infinito. Pasaron los meses y, qué jodida ironía, me empecé a encariñar. Ese maldito apego que te llega cuando te descuidas, como una botella vacía que no quieres soltar porque todavía huele a ron. Pero entonces me di cuenta: la chica tenía otros planes, otros tipos. Lo descubrí de casualidad, como quien tropieza con una piedra en medio de un camino que parecía recto.
Me jodió. Me jodió mucho. Pero luego pensé: Eres un imbécil, ¿qué esperabas? Si se fue contigo sin esfuerzo, ¿por qué crees que no haría lo mismo con otros? Decidí dejar de verla por un tiempo, intentar arrancarme esa espina, aunque en el fondo sabía que me estaba engañando. Porque, maldita sea, era buena. Cariñosa, besucona, con esa cara de ángel que te hace creer que las cosas pueden ir bien aunque el mundo esté ardiendo.
Pasó un tiempo y volví a buscarla. Soy un hombre de decisiones pésimas, lo admito. La rutina siguió, pero esta vez con más dinero tirado en cenas, salidas y caprichos. Todo para alimentar una ilusión que en el fondo sabía que estaba podrida. Otra vez descubrí que seguía con su jueguito. Otro tipo. Otro maldito nombre que se cruzaba entre nosotros. Le escribí al tipo, directo al grano, y el pobre imbécil me lo contó todo. Lo sentí tan perdido como yo. Nos unía la misma mujer y el mismo vacío.
La confronté. Mentía fatal, como una actriz amateur en un teatro barato. Me enfadé, claro que sí. No entendía cómo alguien podía ser tan dulce y a la vez tan jodidamente falsa. Era un nudo de contradicciones que no sabía cómo deshacer. Decidí usarla solo para sexo, aunque decirlo es más fácil que hacerlo. Porque yo, por desgracia, seguía sintiendo cosas. Joder, es imposible no sentirlo. No soy un psicópata, me repetía para justificar mi debilidad.
Llegó el verano, y con él, más momentos juntos. Playas, risas, ese calor que te hace pensar que todo es posible. Y entonces, una noche que ella estaba en mi casa, aprovecho un descuido y reviso su móvil. Y ahí estaba. Un video reciente, explícito, con otro tipo que ni siquiera era de los anteriores, un maldito video ¡comiendole la polla a otro tipo!. Fue como un balazo al orgullo, pero más lento, más sucio. Me levanté de la cama y me fui al salón. Me sentía asqueado. Todo en ella, desde sus "te quiero" hasta sus besos, me parecía una broma de mal gusto. Ella se dio cuenta y empezó a rogarme y a suplicarme perdón. No le podía ver la cara, le dije que se fuera. Y ahi siguió con sus papel de victima y con su retahíla de mentiras ensayadas. Sus te quiero no valían una mierda.
No lo soporté más. Dios sabe cuántas oportunidades le di, como el idiota que soy. Pero cada vez me decepcionaba más, y yo me iba apagando poco a poco, como una vela que nadie quiso encender del todo. Terminé odiándola, aunque una parte de mí, la parte que siempre jode todo, la seguía queriendo. Ahora, cuando pienso en ella, lo soluciono rápido. Una paja y adiós. Es triste, pero es lo que hay. Porque en este mundo, las cosas buenas rara vez duran, y las malas… bueno, esas son las que siempre dejan cicatrices.