Imagino que a todos nos hablaron de lo beneficioso que es el coger un libro y palabra tras palabra adentrarse en pequeñas o grandes historias, hacer volar la imaginación página tras página, incluso ampliar conocimientos clavando los codos en la mesa de estudio. Esa media hora antes de acostarse, ese largo viaje en metro pegado a un libro, o esas horas intempestivas delante de un sinfín de webs a la busca de alguna información, da muestra de que aún hoy, si no más que antes, seguimos leyendo. Probablemente el hábito de lectura más extendido sea, el de cada mañana acercarnos al kiosco a comprar el periódico, y en media hora ponernos al corriente de lo que pasa en el mundo. Sin querer hacer ningún tipo de crítica socio-política ni evaluar la objetividad de los diferentes medios, depositamos en la prensa una gran confianza.
Hace un par de años, por motivos que no vienen a cuento, me rompí una mano y pasé mes y medio con una escayola que todo el mundo se empeñaba en firmar. En mi primer día escayolado, un compañero cogió un rotulador negro de punta gruesa y escribió: "Hay tres tipos de personas: las que saben contar, y las que no", como siempre pasa en estos casos, no me dejó leerlo hasta haber terminado de escribir, y una vez me lo enseñó, el chiste me hizo gracia; era ingenioso.
Lo más gracioso del tema es que durante el mes y pico que pasé con mi amiga la escayola, me costó sangre y sudor encontrar a más de cinco personas que entendieran el chiste. La gente lo leía, me miraba con cara de "no lo pillo..." y continuaba buscando alguna otra dedicatoria graciosa. Sinceramente, no creo ser ningún premio Nóbel, ni Pulitzer, ni Oscar, ni Grammy latino... pero el chiste no era difícil de entender. Ni tras explicarlo un montón de veces vi que la gente se quedara con la gracia. Y desde luego, no eran premios Nóbel, pero tampoco les faltaban dos dedos de frente. Y es que este hecho tan tonto siempre me ha dado qué pensar, ¿de verdad era difícil pillarlo? No creo. Siempre he querido pensar que la gente no presta suficiente atención a lo que lee. De hecho ni siquiera yo lo hago.
Y ahí es a donde quería llegar; parecemos acostumbrados a leer sin entender, sin atender, o incluso sin querer, por lo tanto también sin disfrutar. Me inquieta pensar que generalmente leamos con el fin de encontrar algo que nos interese, y que es entonces cuando realmente prestemos atención. Que, nos limitemos a hojear por encima, a la espera de esa palabra que queremos leer, obviando todo lo demás, y por tanto echando por tierra cualquier esfuerzo narrativo, informativo o meramente ocioso del texto. Quizás no debiéramos echarnos la culpa a nosotros mismos, y en su caso culpar a la sociedad, a los políticos, a las empresas, a los astros, a los planetas... por hacer uso de esta tendencia al desecho. O quizás el mundo gire muy rápido y queramos bajarnos en la siguiente parada. O quizás...
Hace un par de años, por motivos que no vienen a cuento, me rompí una mano y pasé mes y medio con una escayola que todo el mundo se empeñaba en firmar. En mi primer día escayolado, un compañero cogió un rotulador negro de punta gruesa y escribió: "Hay tres tipos de personas: las que saben contar, y las que no", como siempre pasa en estos casos, no me dejó leerlo hasta haber terminado de escribir, y una vez me lo enseñó, el chiste me hizo gracia; era ingenioso.
Lo más gracioso del tema es que durante el mes y pico que pasé con mi amiga la escayola, me costó sangre y sudor encontrar a más de cinco personas que entendieran el chiste. La gente lo leía, me miraba con cara de "no lo pillo..." y continuaba buscando alguna otra dedicatoria graciosa. Sinceramente, no creo ser ningún premio Nóbel, ni Pulitzer, ni Oscar, ni Grammy latino... pero el chiste no era difícil de entender. Ni tras explicarlo un montón de veces vi que la gente se quedara con la gracia. Y desde luego, no eran premios Nóbel, pero tampoco les faltaban dos dedos de frente. Y es que este hecho tan tonto siempre me ha dado qué pensar, ¿de verdad era difícil pillarlo? No creo. Siempre he querido pensar que la gente no presta suficiente atención a lo que lee. De hecho ni siquiera yo lo hago.
Y ahí es a donde quería llegar; parecemos acostumbrados a leer sin entender, sin atender, o incluso sin querer, por lo tanto también sin disfrutar. Me inquieta pensar que generalmente leamos con el fin de encontrar algo que nos interese, y que es entonces cuando realmente prestemos atención. Que, nos limitemos a hojear por encima, a la espera de esa palabra que queremos leer, obviando todo lo demás, y por tanto echando por tierra cualquier esfuerzo narrativo, informativo o meramente ocioso del texto. Quizás no debiéramos echarnos la culpa a nosotros mismos, y en su caso culpar a la sociedad, a los políticos, a las empresas, a los astros, a los planetas... por hacer uso de esta tendencia al desecho. O quizás el mundo gire muy rápido y queramos bajarnos en la siguiente parada. O quizás...