Aquí en Valladolid hay una calle con 25 bares contados llamada Calle Soto, la cual hemos sacado del ostracismo y reconvertido en la calle oficial de nuestras borracheras.
La característica principal de la calle es que al principio los bares están separados y son de tapeo, pero luego se van juntando. Cuando llevas siete bares contados, del 8 al 12 están seguidos, sin ninguna tienda ni vivienda en medio, lo cual trastoca tu camino.
En la mitad hacemos una excepción y nos vamos a la calle contigua, en la cual te dan por 2 euros un cachi de cerveza y una tapa de patatas bravas, es algo horrible, pero entona.
La última fase es como el Mortirolo. Ya vas tajado, por la hora no te ponen tapas y un vino en cada bar te acaba matando.
El último bar es el mejor. No es de viejunos. Se llama Domingo y te ponen caipirinhas y mierdas de esas que están tan de puta madre, que no te das cuenta de que te descolocan.
Hemos cogido por costumbre potar en el Kebab cada vez que vamos a esa calle y es grandioso. Eso sí que es un reto alcohólico: la calle Soto.