No merece la pena en términos de que probablemente los esfuerzos que hagas para llegar a sentirte feliz con alguien no serán justamente recompensados con la felicidad que extraerás de ellos (la hostiaputa que frase, me la tengo que volver a leer para ver si tiene sentido). Pero es que esa felicidad, esa satisfacción, es la única importante. Todo lo demás es accesorio, se lo llevará el viento del otoño cuando nuestra primavera haya pasado. Al fin y al cabo, lo máximo que podemos aspirar a ser es adolescentes jugando a aprender a amarse, cuando dejamos de serlo, todo decae. ¿Merece la pena? ¿Merecen la pena todas esas hostias que nos hemos dado por el camino, para al final estar medio bien con alguién? Pues yo creo que sí, es más, creo que no merece la pena plantearse si merece la pena, porque como digo no hay más felicidad que la del amor y no hay más tristeza que la de la soledad.
Y esa felicidad es lo único que da sentido a nuestra existencia, sobrevivir sólo es aguantar vivo hasta que te mueres, vivir es sentir ese placer y luchar por conseguirlo, y herirte en el camino, y llegar a tu objetivo lleno de cicatrices pero con una sonrisa en el rostro. Y sonries pese a que luego no parezca para tanto, que igual podías haberte quedado en casa y haberte ahorrado todas esas malas experiencias por tan frágil bienestar, sonries porque estás vivo y porque todo de este experimento sin sentido has conseguido lo mejor a lo que podías aspirar.