Caótico Bueno rebuznó:
A mí me gustaría tener alguna amiga para hacer deporte, follar, ver películas de cine, echar partidas multijugador online, etc. sin que existiera un compromiso de casamiento ni descendencia,
sin que las familias tuvieran que conocerse. Más de veinte años y nada.
Cuanto más lo pienso, más extraño me resulta el ritual de conocer a las familias.
Es un trámite que hemos asumido como necesario para la felicidad de la vida en pareja, a pesar de llevar toda la vida asociando el concepto "matasuegras" a las fiestas.
En principio, no tiene por qué tener nada de malo conocer a los progenitores de tu pareja, puede ser incluso razonable. Son, presumiblemente, personas importantes en la vida de alguien a quien se supone que aprecias, son, además, quienes le dieron una educación que quizás valores y, a veces, has oído hablar de ellos y tienes mucha curiosidad porque te das cuenta de que el personajismo que te sedujo tiene sus raíces en dos foreros
out of time que decidieron reproducirse. Hasta ahí no se puede decir que sea un mal plan. Si un buen amigo me habla mucho y bien de otros amigos suyos, querré conocerles y seguramente sea una buena decisión.
Pero convertirlo en una tradición, un umbral a superar para que la relación se considere asentada, es erróneo por definición. Algunos incluso estiran la cuerda y se proponen rutinas de tiempo compartido, actividades conjuntas que de manera individual son desagradables para todos, visionados del televisor con conversación de vegetales incómodos y otra serie de torturas que de existir en el medievo habrían sido mal vistas a ojos de la iglesia.
Los suegros pueden ser, ocasionalmente y con mucha suerte, unos buenos anfitriones para pasar una velada moderadamente divertida o al menos agradable. Pretender convertirse en su hijo o pretender que tus padres adopten a una mujer que te sorberá la sangre de las heridas que ella misma habrá provocado es algo que me parece patológico.
Supongo que es otra de esas cosas que se asumen como normales, que se toleran por ser costumbre y que acaban formando parte de una actitud sectaria en la que ninguno de los miembros se cuestiona un comportamiento que desde fuera es aberrante e incluso ofensivo para todos los que participan.
Por si alguien lo duda, yo no he tenido malas experiencias con los padres de ninguna mujer. Más bien al revés, he tenido bastante suerte en ese sentido. O quizás la habilidad de DEJAR A LA GENTE EN PAZ y ganarme así su simpatía.