Werther
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“Solamente tienes derecho a pedir lo que eres capaz de dar”
Creo que la mayoría de personas aplican esta máxima a la hora de buscar pareja, aunque el resultado sea en la mayoría de los casos bastante frustrante.
Un ejemplo en donde se puede aplicar la máxima:
Veo a una mujer bellísima cruzándose en mi camino y me indigno porque para ella es como si no existiera, ni se digna a mirarme. Acto seguido debo preguntarme, “¿soy lo suficientemente hermoso como para aspirar a semejante beldad?” Si no lo eres es que no tienes ningún derecho a quejarte ante su indiferencia, si lo eres puedes tener algún derecho o no, todo depende del resto de tus cualidades y también de las de ella.
Aspecto físico, cualidades, medida, defectos, perfecciones, etc. Cuanto más perfectos seamos más perfección podremos exigir, y cuanto más, más…
Establecida la máxima en el espíritu de estos tiempos, las relaciones entre las personas se han tenido que convertir por fuerza en un juego de todos contra todos, compitiendo sin cuartel, por ver quien alcanza la máxima perfección en aras de conseguir el trofeo más perfecto. La palabra clave de estos tiempos es perfección, la aspiración de todo buen ciudadano cosmopolita, ser perfecto, sobre todo físicamente.
La cuestión a resolver es, ¿qué ocurre cuando se trunca la perfección de nuestro ansiado trofeo?
Una situación:
Estoy saliendo con una mujer preciosa, tiene unos ojos que no se puede decir lo bellos que son, su cuerpo despierta en mí la más terrible de las pasiones, sus labios son puro fuego, etc., en pocas palabras, la diosa Afrodita se ha dignado a ser mi novia o esposa. Es evidente que la amo con todas mis fuerzas, ¿cómo no hacerlo? Un día la fatalidad se cierne sobre ella y ¡zas!, de un plumazo le arrebata toda su belleza. Resultado: adiós pasión, adiós amor, adiós relación.
Yo odio la perfección. Me parecen mucho más graciosas las mujeres que no hacen caso de esas tonterías, que aquellas que no duermen si les sale un grano o si han ganado un kilo de más. Sus cuerpos no son perfectos, pero en cierto modo sí lo son. Y, por supuesto, son mil veces más bonitos unos ojos que te hablen de amor que unos ojos que te hablen de pasión.
Odio la perfección, me gusta mucho más la naturalidad (con sus defectos), y cuanto más, más.
Creo que la mayoría de personas aplican esta máxima a la hora de buscar pareja, aunque el resultado sea en la mayoría de los casos bastante frustrante.
Un ejemplo en donde se puede aplicar la máxima:
Veo a una mujer bellísima cruzándose en mi camino y me indigno porque para ella es como si no existiera, ni se digna a mirarme. Acto seguido debo preguntarme, “¿soy lo suficientemente hermoso como para aspirar a semejante beldad?” Si no lo eres es que no tienes ningún derecho a quejarte ante su indiferencia, si lo eres puedes tener algún derecho o no, todo depende del resto de tus cualidades y también de las de ella.
Aspecto físico, cualidades, medida, defectos, perfecciones, etc. Cuanto más perfectos seamos más perfección podremos exigir, y cuanto más, más…
Establecida la máxima en el espíritu de estos tiempos, las relaciones entre las personas se han tenido que convertir por fuerza en un juego de todos contra todos, compitiendo sin cuartel, por ver quien alcanza la máxima perfección en aras de conseguir el trofeo más perfecto. La palabra clave de estos tiempos es perfección, la aspiración de todo buen ciudadano cosmopolita, ser perfecto, sobre todo físicamente.
La cuestión a resolver es, ¿qué ocurre cuando se trunca la perfección de nuestro ansiado trofeo?
Una situación:
Estoy saliendo con una mujer preciosa, tiene unos ojos que no se puede decir lo bellos que son, su cuerpo despierta en mí la más terrible de las pasiones, sus labios son puro fuego, etc., en pocas palabras, la diosa Afrodita se ha dignado a ser mi novia o esposa. Es evidente que la amo con todas mis fuerzas, ¿cómo no hacerlo? Un día la fatalidad se cierne sobre ella y ¡zas!, de un plumazo le arrebata toda su belleza. Resultado: adiós pasión, adiós amor, adiós relación.
Yo odio la perfección. Me parecen mucho más graciosas las mujeres que no hacen caso de esas tonterías, que aquellas que no duermen si les sale un grano o si han ganado un kilo de más. Sus cuerpos no son perfectos, pero en cierto modo sí lo son. Y, por supuesto, son mil veces más bonitos unos ojos que te hablen de amor que unos ojos que te hablen de pasión.
Odio la perfección, me gusta mucho más la naturalidad (con sus defectos), y cuanto más, más.