Britz es un hombre de HONOR, es un hombre que cree en la bondad inherente al ser humano. Un hombre que rechaza la corrupción deportiva porque “¿cómo va a ser eso posible? ¿Qué malvada mente, qué despiadado POPE del crimen podría urdir una trama semejante y sin precedentes? ¿Cómo iba a pasar eso desapercibido para nuestros Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, para nuestros honrados líderes en la RFEF?”.
El mundo en el que cree Britzingen es un mundo en el vale la pena vivir, un mundo en el que los hombres tienden, sin esperar nada a cambio, una manta sobre los hombros trémulos de otro semejante necesitado.
A ver, si, un mundo en el que hay tramas de blanqueo arraigadas en las instituciones deportivas, tramas que se prolongan durante décadas y que extienden raíces en los órganos claves del estamento arbitral y en uno de los clubes más importantes de la historia del fútbol, pero es que tampoco puede ser perfecto el puto mundo este.
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Nah, usted sabe que le aprecio, amic.