Qué pasada, eh, cuando se les empieza a redondear la figura, los incipientes pechos que son graciosos bultitos pero que ellas enseñan con una mezcla de orgullo y vergüenza. Y esas mallas ajustadas, marcando pezuñita, que parece que no son conscientes, pero sí, sí lo son, sí. Se vuelven más chillones, ese constante apartarse el pelo de la cara como gesto de coquetería, esa mirada deseosa y tímida. Los adornos que se colocan para destacar entre las demás flores, que si un aro en la nariz, que si un tatu de mentirijilla, que si ahora me hago este peinado y mañana otro y por la tarde aparece peiná de otra forma. Las horas interminables encerrada en el cuarto de baño examinando su cuerpo en el espejo, ensayando poses, miradas, gestos. Mirando su perfil derecho, ahora el izquierdo, de frente, de espaldas, con el pelo así, asa,... y se pasa el tiempo y el cerrojo sigue echado más rato que en el servicio del bar donde va ensaladadeestacas. Ya taconea, ya se pone los zapatos de la madre y empieza a ensayar, hace pases de modelo por el pasillo, se mira cómo la hace el culito respingón. De oler a niña ya empieza a dejar rastros oloríferos, sus glándulas sudoríparas genitales van dejando señales y avisando de que ya está lista para la reproducción, y tú, como eres el único macho de la casa los vas captando. Pero como es tu hija no puedes hacer nada, pero ¿a que ya huele? Huele a chochito tierno, huele a fragancia fresca, huele a chillidos de dolor y gozo, a llanto y abrazos con las piernas, huele a deseo y miedo.
Ok, lo anoto en el excel y mantennos informados de la zagala.