Eso de la frivolidad es muy subjetivo.
A mí me parece que pasarlo bien es la cosa más importante en la vida y de eso hay verdaderas artistas. Cabezas locas que son miradas con recelo por las conservadoras amas de casa cristianas hipotecadas hasta las putas cejas.
El concepto "relación a largo plazo" es un término que ha mutado curiosamente en mi cabeza.
Como hijo de padres divorciados, yo quería una familia tradicional, una gobernada por el amor y la estabilidad emocional.
Pero zapatos de tacón baratos aplastaron mi ilusión como el cráneo de un gatito atropellado.
No voy a decir que le eche de menos, pero a veces sí recuerdo con cierto asombro a ese chaval de 15 años que creía que algo así era posible.
Una "relación a largo plazo" con algo que no sea un gato me parece una fantasía con pinceladas que cada vez veo más claramente distópicas.
No es que haya perdido la capacidad de amar, pero sí la de creer que alguien me va a amar. Precisamente porque, por mucho que te digan que te quieren, tú sabes lo que es darlo todo, sabes lo que es poner a alguien por delante de ti mismo. Y no reconoces eso en lo que a ti se te da. No es algo que debas pedir, no es sano, prudente ni tampoco sería honesto por tu parte decir que quieres a alguien y exigirle cosas. Por eso, mientras dura, lo toleras. Igual que toleras a tu gato que sea como es. La diferencia es que, a pesar de ser seres sin compasión, un gato no te dejaría tan tirado como te dejará una mujer. Jamás. Y cuando sucede, de repente, todo lo anterior pesa, todo lo tolerado duele, pierde el sentido en una décima de segundo y sólo te gustaría olvidarlo como una mala pesadilla.
Si tengo que cometer suicidio alguna vez para que no me cojan con vida, no será con cianuro. Será con energía
nucelar. Y me llevaré por delante a quien haga falta, pero no a quien haya creído en mí, a esas les dejaré la herencia que se merezcan.