“Epaminondas era un invertido, como lo era también Pelópidas. Y el amor, no la amistad, era el vínculo que les unía. Pero la homosexualidad , en la Grecia de aquel tiempo, no era en absoluto sinónimo de afeminamiento y depravación. Del jovencísimo Epaminondas, hijo de una familia aristocrática y severa, se decía que nadie era mas docto y menos locuaz que él. Era el clásico ‘reprimido’, lleno de complejos. Desde pequeño se le había impuesto una vida ascética, controlada por una férrea voluntad y turbada por crisis religiosas. De haber nacido cuatro siglos más tarde, Epaminondas se hubiese convertido seguramente en un mártir cristiano.
No amaba la guerra, era más bien un ‘objetor de conciencia’. Y cuando le ofrecieron el mando respondió: ‘Reflexionadlo bien. Porque si vosotros hacéis de mí vuestro general, yo haré de vosotros mis soldados y como tales llevaréis una vida muy dura’. Pero Tebas era presa del delirio patriótico y todos se sometieron de buen grado a la tremenda disciplina que Epaminondas instauró (para vencer a los espartanos).
Con la meticulosidad que solía, el jovencísimo general hizo un cuidadoso estudio de la estrategia y la táctica espartanas, que consistían siempre en el habitual ataque frontal para hundir las líneas enemigas por el centro. Él no tenía más que seis mil hombres que oponer a los diez mil espartanos que el rey Cleómbroto estaba conduciendo a marchas forzadas hacia Beocia. Epaminondas alineó su pequeño ejército en la llanura de Leuctra.
Pero a diferencia del enemigo, desguarneció el centro para reforzar las alas, especialmente la derecha, donde el elemento de choque estaba formado por un sacro pelotón de trescientos hombres, homosexuales como él, por parejas, cada uno comprometido bajo juramento a permanecer hasta la muerte al lado del que era su ‘compañero’, y no solamente en el campo de batalla.
Esta singular sección tuvo, con su encarnizamiento, una importancia decisiva en el resultado de la batalla. Los espartanos, avezados a forzar sobre el centro, no estaban en absoluto preparados para contener un ataque de flanco. Sus alas fueron desbaratadas. Y toda Grecia se quedó sin aliento al oír que su ejército, imbatido hasta entonces, había sido desecho por un enemigo cuyos efectivos eran poco menos que la mitad de los espartanos y que hasta entonces no había gozado de crédito alguno”.