Murciano
Aborto de Forero
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- 4 Ene 2025
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Recuerdo con nostalgia los tiempos en los que, en mi tierra, cuando el hijo varón cumplía los 18, su padre, si no era mayor, lo llevaba a un club a encargarse de que su hijo se estrenara con la mejor profesional. Aquella tarde de finales del siglo XX no la olvidaré.
Mientras me preparaba en casa para que mi padre me llevara en coche a jugar un partido de futbol, se acercó a la habitación y me dijo.
-Oye...Llévate ropa para ducharte allí en el polideportivo después del partido, no aquí.
-Y eso ?¿vamos a algún sitio?
-Sí...
Si bien ya tenía dos amigos que habían cumplido los 18 hacía poco y sus padres ya los habían llevado al puticlub a hacerse hombres, no imaginé que me había llegado la hora. Era ingenuo pensar que mi padre, un tío aún joven, con 44 años en esa época, y con sólo un hijo varón y tres hijas, iba a obviar ese trámite con su machote. Él, amante del futbol y de sus ratos de cervezas con sus amigotes, no podía olvidar encargarse de que me hiciera un hombre como él
A la salida del polideportivo, ya con el macuto de la ropa sucia en el hombro, me esperaba en el coche.
-¿Te has duchado bien?
-Claro -respondí, extrañado con tanta preocupación en lo mismo.
Fuimos hablando de cómo me había visto jugar. Si bien lo noté algo pensativo, como con algo en mente que se callaba. Al poco rato, me extrañó ver que la carretera no era la de casa.
-Pero si por aquí no se va a la casa.
-Es que no vamos allí.
-¿A dónde vamos?
-¿No has visto que te he insistido en que te ducharas?
-Sí. ¿A dónde vamos?
Se quedó unos segundos mirando al frente, hasta que un semáforo en un cruce le hizo parar. En ese momento se volvió a mí:
-Te voy a llevar a un puticlub para que te hagas un hombre.
Una mezcla de nervios, acelerón del corazón, no saber que decir, y erección repentina, me asaltó. Había llegado el momento por el que, en mi tierra, pasábamos la mayoría de chavales al cumplir los 18.
-¿A qué puticlub me vas a llevar?
-Al Zafiro. Te va a atender una morena que se llama Sonia. Hizo un hombre al hijo de mi amigo Isidro; me la recomendó él. Como profesional del sexo hace su trabajo con clientes de todo tipo, pero está especializada en estrenar muchachos.
Tras unos minutos de silencio, mi padre lo rompió:
-¿Estás nervioso?
-Sí.
-Es normal. Pero bueno, tenemos que venir. De igual manera que las madres tienen la obligación de enseñar a sus hijas a peinarse y maquillarse y hablarles de tampones y de compresas, yo, como padre tuyo, tengo la obligación de enseñarte a chutar el balón, montar en bici, conducir, y al llegar a esta edad tuya, traerte para que te hagas un hombre.
Entramos en el aparcamiento del club y salimos del coche. Al subir unas escalinatas, pasamos una puerta y mi padre se acercó a un camarero.
-¿Sonia?
-Subió a la habitación con un cliente hace un rato. No tardará en llegar.
Me puse nervioso y sentí la necesidad de ir al baño a echarme agua a la cara para tranquilizarme.
-Voy al baño a echarme agua, papá. Para relajarme.
-Vale, pero no tardes, que la puta viene enseguida.
Así fue. Al salir del baño estaba hablando con mi padre. Una morena guapísima con un cuerpo perfecto.
-Hola, tú debes ser Javier, yo soy Sonia -se me acercó y me dio dos besos-. Me ha dicho tu padre que vienes de jugar un partido ¿no?
-Sí.
-Mejor, recién duchadito. ¿Estás preparado?
-Sí.
-¿Te apetece subir a la habitación conmigo y te hago un hombre?
-Vale.
-Pues voy a recepción a coger las cosas.
Sonia se acercó a recepción a esperar a que le dieran una bolsa después de que mi padre le pagara por anticipado el servicio que me iba a prestar.
-¿Qué va a recoger? -pregunté a mi padre.
-La sábana ajustable al colchón, una toalla limpia, quizá unos geles en frasco pequeño para cuando se prepara en el bidet, y el preservativo que te va a poner (aunque esto no sé si está ya en la habitación).
-¿Qué es eso de los geles?
Mi padre se quedó con cara de no saber como explicármelo.
-Bueno, de la misma manera que cuando tu y yo jugamos al fútbol (él jugaba con un equipo de cuarentones), antes de empezar calentamos y estiramos el gemelo y la femoral, con esos geles y lubricantes ella se preparará esa parte de su cuerpo para prestarte un mejor servicio.
Sonia se acercó ya con todo y me hizo un gesto.
-Bueno....¿me acompañas a la habitación, que tenemos cosas que hacer?
Cuando me alejé con ella camino de las escaleras que llevaban al primer piso, mi padre se me acercó a decirme algo al oído mientras me daba una palmada en el hombro:
-¡Venga hijo, hazte un hombre!
Al entrar en la habitación, una percha llena de ganchos en la pared estaba preparada para que me lo quitara todo y lo colgara allí. Mientras, la puta se puso a colocar la sábana bajera. En poco tiempo, la escasa ropa que llevaba (un corpiño) se lo había quitado. Sentada en la cama, se quitó sus braguitas y las tiró al suelo. Mi corazón estaba a cien. Todavía con los pantalones puestos haciéndome daño por la tremenda erección al ver a semejante mujer, se sentó en el bidet y se lavó con agua. Después, se puso jabón. Después, se aclaró el jabón que se puso. Por último, se untó con lubricante. Como bien dijo mi padre, se preparó bien esa parte de su cuerpo. En ese momento, yo ya me había quitado los calzoncillos.
-¡Muy bien, campeón! -dijo la puta, todavía sentada en bidet, cuando se dió la vuelta, me vio detrás de ella y comprobó que me había quedado completamente en pelotas y que la tenía como el palo de la bandera.-. Ven a que te lave la polla.
Me senté en el bidet y la dejé hacer.
Después, me senté en el borde de la cama cuando me enseñó dos cajas de preservativos.
-¿Cuál quieres que te ponga?
-Pues, no sé...El que tú quieras.
-Mira, te pongo está marca. Lo importante es que se te ajuste y me folles cómodo. El último chaval que estrené por traérmelo su padre fue hace tres días, le puse un condón de estos y me folló muy bien. Mira, primero te debes quitar los pelos que los hombres tenéis aquí. ¡"Voila"!
Me dijo que me pusiera de rodillas en la cama y se tumbó poniendo la cabeza en la almohada. La impresión de ver una mujer abierta de piernas ante mí no me dejaba respirar.
-¡Venga campeón, adelante! -me dijo la puta.
Despacio, se la metí.
-Ahhh, siii-dijo.
Seguí despacio.
-Muy bien campeón, así. Mete y saca sin miedo. Me estás metiendo sólo la punta, me la puedes meter la mitad o, si quieres, la polla entera, no pasa nada.
Así hice. estiré los brazos y empecé a ir más rápido. Hasta tal punto que, a los pocos segundos, se me salió sin darme cuenta.
-La polla -me dijo la puta.
-¿Cómo?
-Que se te ha salido la polla, campeón. Yo me la meto de nuevo, no pasa nada
Sin darme tiempo, la puta cogió mi polla y se la metió de nuevo.
Excitadísimo, seguí. Estaba sorprendido al descubrir que se podía disfrutar tanto con algo. Noté, en su cuerpo, que respiraba de forma audible. También, que al metérsela le entraba mejor, estaba más húmeda. Con una excitación tremenda, mirando al cabecero de la cama, seguí metiendo y sacando a toda velocidad. Pero mi cuerpo de hombre de 18 años contenía un niño inexperto dentro que no sabía como podía ser el orgasmo de una mujer. Fue largo, unos 20 o 25 segundos. Cuál sería mi sorpresa cuando, de repente, la puta empezó a gritar:
-¡AAhh!
"¿Qué le pasa", pensé, mirando a la puta.
-¡Ah, oh, si! -gritaba.
Mientras yo seguía, miraba a la puta pasmado. "¿Por qué grita?". La puta no paraba de gritar en pleno orgasmo. Mientras la puta gritaba, yo la miraba asustado pero excitado, preguntándome por qué gritaba. Hasta que la puta dejó de gritar. Y al poco tiempo acabé yo, con un grujido animal de león satisfecho.
Ya de pie, ella cogió sus bragas del suelo y yo mis calzoncillos. Antes de ponérmelos, señaló mi polla, aún exhausta y agotada:
-Es una campeona ¿eh? Y tú, un campeón.
No supe que decir. Al acabar de vestirme, nos dimos nos besos y nos despedimos.
Abajo estaba mi padre, tomando una tónica mientras hablaba con dos putas.
-¿Todo bien? -preguntó.
-Sí, muy bien.
Entramos en el coche y antes de arrancar se volvió hacia mi:
-Estoy orgulloso de tí. Ya no soy el único macho de la casa, ya somos dos machos.
Mientras me preparaba en casa para que mi padre me llevara en coche a jugar un partido de futbol, se acercó a la habitación y me dijo.
-Oye...Llévate ropa para ducharte allí en el polideportivo después del partido, no aquí.
-Y eso ?¿vamos a algún sitio?
-Sí...
Si bien ya tenía dos amigos que habían cumplido los 18 hacía poco y sus padres ya los habían llevado al puticlub a hacerse hombres, no imaginé que me había llegado la hora. Era ingenuo pensar que mi padre, un tío aún joven, con 44 años en esa época, y con sólo un hijo varón y tres hijas, iba a obviar ese trámite con su machote. Él, amante del futbol y de sus ratos de cervezas con sus amigotes, no podía olvidar encargarse de que me hiciera un hombre como él
A la salida del polideportivo, ya con el macuto de la ropa sucia en el hombro, me esperaba en el coche.
-¿Te has duchado bien?
-Claro -respondí, extrañado con tanta preocupación en lo mismo.
Fuimos hablando de cómo me había visto jugar. Si bien lo noté algo pensativo, como con algo en mente que se callaba. Al poco rato, me extrañó ver que la carretera no era la de casa.
-Pero si por aquí no se va a la casa.
-Es que no vamos allí.
-¿A dónde vamos?
-¿No has visto que te he insistido en que te ducharas?
-Sí. ¿A dónde vamos?
Se quedó unos segundos mirando al frente, hasta que un semáforo en un cruce le hizo parar. En ese momento se volvió a mí:
-Te voy a llevar a un puticlub para que te hagas un hombre.
Una mezcla de nervios, acelerón del corazón, no saber que decir, y erección repentina, me asaltó. Había llegado el momento por el que, en mi tierra, pasábamos la mayoría de chavales al cumplir los 18.
-¿A qué puticlub me vas a llevar?
-Al Zafiro. Te va a atender una morena que se llama Sonia. Hizo un hombre al hijo de mi amigo Isidro; me la recomendó él. Como profesional del sexo hace su trabajo con clientes de todo tipo, pero está especializada en estrenar muchachos.
Tras unos minutos de silencio, mi padre lo rompió:
-¿Estás nervioso?
-Sí.
-Es normal. Pero bueno, tenemos que venir. De igual manera que las madres tienen la obligación de enseñar a sus hijas a peinarse y maquillarse y hablarles de tampones y de compresas, yo, como padre tuyo, tengo la obligación de enseñarte a chutar el balón, montar en bici, conducir, y al llegar a esta edad tuya, traerte para que te hagas un hombre.
Entramos en el aparcamiento del club y salimos del coche. Al subir unas escalinatas, pasamos una puerta y mi padre se acercó a un camarero.
-¿Sonia?
-Subió a la habitación con un cliente hace un rato. No tardará en llegar.
Me puse nervioso y sentí la necesidad de ir al baño a echarme agua a la cara para tranquilizarme.
-Voy al baño a echarme agua, papá. Para relajarme.
-Vale, pero no tardes, que la puta viene enseguida.
Así fue. Al salir del baño estaba hablando con mi padre. Una morena guapísima con un cuerpo perfecto.
-Hola, tú debes ser Javier, yo soy Sonia -se me acercó y me dio dos besos-. Me ha dicho tu padre que vienes de jugar un partido ¿no?
-Sí.
-Mejor, recién duchadito. ¿Estás preparado?
-Sí.
-¿Te apetece subir a la habitación conmigo y te hago un hombre?
-Vale.
-Pues voy a recepción a coger las cosas.
Sonia se acercó a recepción a esperar a que le dieran una bolsa después de que mi padre le pagara por anticipado el servicio que me iba a prestar.
-¿Qué va a recoger? -pregunté a mi padre.
-La sábana ajustable al colchón, una toalla limpia, quizá unos geles en frasco pequeño para cuando se prepara en el bidet, y el preservativo que te va a poner (aunque esto no sé si está ya en la habitación).
-¿Qué es eso de los geles?
Mi padre se quedó con cara de no saber como explicármelo.
-Bueno, de la misma manera que cuando tu y yo jugamos al fútbol (él jugaba con un equipo de cuarentones), antes de empezar calentamos y estiramos el gemelo y la femoral, con esos geles y lubricantes ella se preparará esa parte de su cuerpo para prestarte un mejor servicio.
Sonia se acercó ya con todo y me hizo un gesto.
-Bueno....¿me acompañas a la habitación, que tenemos cosas que hacer?
Cuando me alejé con ella camino de las escaleras que llevaban al primer piso, mi padre se me acercó a decirme algo al oído mientras me daba una palmada en el hombro:
-¡Venga hijo, hazte un hombre!
Al entrar en la habitación, una percha llena de ganchos en la pared estaba preparada para que me lo quitara todo y lo colgara allí. Mientras, la puta se puso a colocar la sábana bajera. En poco tiempo, la escasa ropa que llevaba (un corpiño) se lo había quitado. Sentada en la cama, se quitó sus braguitas y las tiró al suelo. Mi corazón estaba a cien. Todavía con los pantalones puestos haciéndome daño por la tremenda erección al ver a semejante mujer, se sentó en el bidet y se lavó con agua. Después, se puso jabón. Después, se aclaró el jabón que se puso. Por último, se untó con lubricante. Como bien dijo mi padre, se preparó bien esa parte de su cuerpo. En ese momento, yo ya me había quitado los calzoncillos.
-¡Muy bien, campeón! -dijo la puta, todavía sentada en bidet, cuando se dió la vuelta, me vio detrás de ella y comprobó que me había quedado completamente en pelotas y que la tenía como el palo de la bandera.-. Ven a que te lave la polla.
Me senté en el bidet y la dejé hacer.
Después, me senté en el borde de la cama cuando me enseñó dos cajas de preservativos.
-¿Cuál quieres que te ponga?
-Pues, no sé...El que tú quieras.
-Mira, te pongo está marca. Lo importante es que se te ajuste y me folles cómodo. El último chaval que estrené por traérmelo su padre fue hace tres días, le puse un condón de estos y me folló muy bien. Mira, primero te debes quitar los pelos que los hombres tenéis aquí. ¡"Voila"!
Me dijo que me pusiera de rodillas en la cama y se tumbó poniendo la cabeza en la almohada. La impresión de ver una mujer abierta de piernas ante mí no me dejaba respirar.
-¡Venga campeón, adelante! -me dijo la puta.
Despacio, se la metí.
-Ahhh, siii-dijo.
Seguí despacio.
-Muy bien campeón, así. Mete y saca sin miedo. Me estás metiendo sólo la punta, me la puedes meter la mitad o, si quieres, la polla entera, no pasa nada.
Así hice. estiré los brazos y empecé a ir más rápido. Hasta tal punto que, a los pocos segundos, se me salió sin darme cuenta.
-La polla -me dijo la puta.
-¿Cómo?
-Que se te ha salido la polla, campeón. Yo me la meto de nuevo, no pasa nada
Sin darme tiempo, la puta cogió mi polla y se la metió de nuevo.
Excitadísimo, seguí. Estaba sorprendido al descubrir que se podía disfrutar tanto con algo. Noté, en su cuerpo, que respiraba de forma audible. También, que al metérsela le entraba mejor, estaba más húmeda. Con una excitación tremenda, mirando al cabecero de la cama, seguí metiendo y sacando a toda velocidad. Pero mi cuerpo de hombre de 18 años contenía un niño inexperto dentro que no sabía como podía ser el orgasmo de una mujer. Fue largo, unos 20 o 25 segundos. Cuál sería mi sorpresa cuando, de repente, la puta empezó a gritar:
-¡AAhh!
"¿Qué le pasa", pensé, mirando a la puta.
-¡Ah, oh, si! -gritaba.
Mientras yo seguía, miraba a la puta pasmado. "¿Por qué grita?". La puta no paraba de gritar en pleno orgasmo. Mientras la puta gritaba, yo la miraba asustado pero excitado, preguntándome por qué gritaba. Hasta que la puta dejó de gritar. Y al poco tiempo acabé yo, con un grujido animal de león satisfecho.
Ya de pie, ella cogió sus bragas del suelo y yo mis calzoncillos. Antes de ponérmelos, señaló mi polla, aún exhausta y agotada:
-Es una campeona ¿eh? Y tú, un campeón.
No supe que decir. Al acabar de vestirme, nos dimos nos besos y nos despedimos.
Abajo estaba mi padre, tomando una tónica mientras hablaba con dos putas.
-¿Todo bien? -preguntó.
-Sí, muy bien.
Entramos en el coche y antes de arrancar se volvió hacia mi:
-Estoy orgulloso de tí. Ya no soy el único macho de la casa, ya somos dos machos.
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