Lo del ombligo puede ser peor que una muerte dolorosa.
En un partido de basket de 3ª división en Bronxtoles, cuando nos estábamos cambiando en el vestuario, empezó a cargarse el ambiente con hedor tremebundo. Era difícil de concretar, no era caca, no eran tachines de la muerte, ni meao de vieja, era algo nauseabundo que se metía hasta el hipocampo.
Salimos a jugar, y aquello de vez en cuando daba bofetadas de cierta entidad. Hasta que en una de estas relacionas la pestilencia a un sujeto en cuestión. El pivot de nuestro equipo, osaco de pelo, estatura y gordura, era el portador de aquella peste.
En el descanso, otro del equipo que se dio cuenta y yo le dijimos cómo olía tan mal, y el tío todo preocupado nos dijo, es que me sale del ombligo, no se que pasa. Llegó el tío, se metió un dedaco en ese orificio y aquello es lo más hediondo que puede salir de un ser humano.
Tenía el dedo cenagoso, como pus lleno de roña, pelos y pelotillas de jerseys baratos que se habían acumulado ahí durante decenios. Que asco!! Mira que yo aguanto, pero me dieron tres arcadas seguidas.
El otro chaval le dijo que se lavara, y se fuera al médico que eso era una infección. El otro avergonzado se duchó y le hizo caso.
Luego nos contó la lolada en Urgencias, con las enfermeras con mascarillas y echando fufluses para dispersar ese hedor. Al parecer como estaba un poco trafollo, bastante más bien, llevaba el cinto que no le daba más de si, y la hebilla le hizo una herida en el interior del ombligo, que entre la mierda que había ahí de lustros y lustros, y que este era un guarraco que te cagas, hizo de aquello un cóctel mortal