pai-mei rebuznó:
Yo soy tan heterosexual que prefiero mil veces que un tío me penetre el culo a que me dé besos en la boca.
Dice bien mi amado albino, luz de este sacrosanto Foro, noche obscura en sus ausencias. Besar a un hombre en la boca implica afectos, querencias inapropiadas, una sentimentalidad desviada y preocupante. El sexo es otra cosa, puede ser amor, pero sobre todo es vicio, morbo, curiosidad, hambre de años sin rozar otro cuerpo. Una polla contra otra polla no es más que un duelo de espadachines con exceso de belicosidad, con falta de cariño y de atención.
Me siento con ganas, día singular e inédito el de hoy, de escribir un ladrillo sobre los actos que dos hombres pueden cometer y el nivel de mariconeo que implica. Alla vamos, queridos míos.
-Besar en la boca. Maricosón perdido, ya lo he explicado, pero lo vuelvo a destacar. Dos hombres que se muerden el hocico, son dos locas enamoradas sin remedio.
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Dar por el ojete. Ser el que da es mucho peor que recibir. El que penetra erecto está, y por lo tanto lo goza, se motiva, disfruta del hecho de tener su polla dentro del culo peludo y enmierdado de otro hombre. Este es un asunto feo, que mancha más al que percute que al que se deja, disfrutando o no, explorar la próstata. Penetrar un culo exige un pene recio y habilidad y tiempo para dilatar y abrirse camino a través del ano.
-Recibir una mamada. Casi tan sancionable como lo anterior. Dejarse felacionar también requiere un cierto grado de disfrute, una mínima erección que nos delata y demuestra que lo mucho que nos gusta tener la boca de un hombre a nuestro servicio.
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Ser sodomizado. En principio es perfectamente compatible con la heterosexualidad. Poner el culo no implica gozar con este hecho, es un acto pasivo y por lo tanto sin placer alguno. El peligro esta en la estimulación que recibe el punto G masculino durante la penetración, aquí puede pasarse del cosquilleo al delirio y terminar pidiendo dulce de leche.
-Chupar una polla. Una machote elegiría esta opción sin duda. Se trata de un acto mecánico, instintivo, cual lactante que succiona sin saber porqué y sin malicia. Las putas rebajan su tarifa si el cliente sólo pide el francés, pues de todos los servicios el que menos desgaste e implicación requiere. Si la succión se complementa con alabanzas al rabo y a su propietario, lametones, gorgojeos, gemidos profundos y aspiraciones, la virilidad es ejemplar. El que así se comporta no disfruta con este desagradable acto, sino que pretende estimular a quien lo recibe para que le libere de tan pesada tarea. Si además se traga sin dejar ni gota el producto de tu labor, más macho nos e puede ser, pues no es la glotonería lo que le mueve, sino el deseo de no dejar rastro alguno de esta penosa experiencia.