Ahí ha estado fino, voy a robarle la idea para mi próxima remesa de tarjetas de visita
Técnicamente, un autónomo con su número de patronal y un asalariado, ya es todo un empresario. Eso sí, un empresario de mierda, un empresario de pacotilla. Lo que nos lleva a la siguiente respuesta:
Si un autónomo, por su condición de aberración entre empresario y obrero, es Superman porque ya jamás se pone enfermo y es inmune a gripes, fracturas de fémur, operaciones a corazón abierto y demás excusas tontas de salud del estilo, un autónomo o empresario con un trabajador a su cargo, directamente es DIOS, omnipresente y omnipotente. El primero igual se va una semana de vacaciones en vuelo low-cost a un destino guarrero de Ryanair, chapando el negocio por las bravas, no porque pueda hacerlo, y asumiendo el doble de gasto que un asalariado, que al fin y al cabo cobra por esos días de vacaciones. Para el segundo, directamente es Ciencia-ficción. No se puede dejar de estar al pie del cañón, pues hay una persona a su cargo que, por muy bien que lo haga, nunca va a poder tomar decisiones de cierta envergadura, ni va a optimizar su tiempo del mismo modo que lo haría estando el jefe a su lado. Además, hay que llevar el trabajo no al día sino por delante, para garantizar trabajo a esa persona que, mes a mes, tiene que cobrar sí o sí.
El maravilloso mundo de los empresariuchos de medio pelo, hamijos.