¿SENTIMENTAL O PSICÓPATA?

Main man

Limpia, fija e invita a putas a coca-colas
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4 Feb 2006
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No sé si soy un loco, un cerdo o un sentimental, pero guardé con amor unos pantalones sobre los que había echado una lluvia de mierda, que lo que cayó en Vietnam era de risa.

Fue en la frontera de Brasil con Argentina, visitando las cataratas de Iguazú. Estuve una temporada en Buenos Aires por una beca y decidí un fin de semana aprovechar e irme a visitar el parque nacional y las famosas cataratas.

Llegué de noche y dormí en un bungalow. No había chicas. Sólo mosquitos y una gayola vaga y calurosa. A la mañana siguiente, desayuné en el hostal bungalowero y me dijeron que si no me daba prisa, al autobús que me llevaba a las cataratas no llegaba ni patrás. Salí zumbando y tuve que bajar una carreterilla sin asfaltar para casi subirme al bus en marcha, echando la pota. Ni Ben Jonson bañado en pasta de coca hubiera corrido más.

El caso es que una vez en el parque y vistas algunas de las espectaculares cataratas y los bichos disecaos del museíllo escolar que tenían allí, me apunté a una de las excursiones a la Garganta del Diablo (la confluencia de los ríos Aguazú y Paraná y frontera natural de Brasil, Argentina y Paraguay), el punto más jevi de caída de agua en la zona.




El camión que nos llevó a los turistillas, desfiló por carreteras internas del parque, lógicamente sin asfaltar. Ok. Llegamos a la parte del río en el que atracaban las barcazas que nos llevarían junto a la Garganta. Allí había unas pasarelas y puentes de madera que permiten al visitante admirarse con la caída libre de millones de metros cúbicos de agua.

“Ya te cagas...” musité extasiado, contemplando aquella maravilla. La frase no fue un decir. Comencé a cagarme. “Rediós --pensé para mis adentros, mientras una explosión mierdil amenazaba con estallar hacia mis afueras--. Esto sólo me puede pasar a mí. Estoy en Brasil, sobre una pasarela de tablas de madera, rodeado de desconocidos, delante de uno de los más increíbles espectáculos de la naturaleza y me voy a cagar encima. Sublime”.
El motivo era que con la carrera al autobús y el posterior traqueteo del camión por dentro del parque, se me habían revuelto las tripas de tal manera que la catástrofe era inminente.
Cómo estaría de atacao, que pensé en deslizarme y dejarme caer al agua (habría pirañas? Ni puta idea, el agua era marrón de la fuerza que traía), bajarme los pantalones y cagarme vivo allí mismo, oculto por las aguas y a riesgo de ir a parar a tomar pol culo arrastrado por la corriente en la mismísima Garganta del Diablo.

Traté de aguantar mientras mis tripas rugían como leones esquizofrénicos. Apoyado contra una viga de madera, con el culo encajao en una arista cual gein viciosa, no veía el momento en que la barcaza llegase a recogernos. Sudaba frío, a pesar de los 35 grados y el 80% de humedad. Por fin se acercó la barcaza y el viaje a la orilla fue el más largo de mi vida, a pesar de que no duraría más que unos 5 minutos. Fui todo el tramo sentado sobre un lado de la zodiac, con las piernas más apretadas que si se me fuera a salir el coño o la misma vida.

Por fin llegamos a tierra, di un salto y a zancadas, con algo quasi vivo que quería salir de mi y que se me escapaba, me metí en un drugstore que había para los turistas. Pillé las primeras bermudas que vi en una percha, y con al cara descompuesta, le solté la pasta que me pareció suficiente a la dependienta mientras le berreaba como si se me estuviera escapando el alma en vez de 18 kilos de mierda líquida. Me indicó con la mano y la dejé boquiabierta. “Cierra la jodida boca, cabrona, porque se preparan tiempos de tormenta”, pensé mientras llegaba casi rodando a los retretes.

Cerré la puerta de una patada, me arranqué el cinturón y apenas conseguí deslizar los pantalones, sobrevino la hecatombe: una brutal explosión de mierda que –lo juro, no se trata de una exageración literaria—salpicó todo a mi alrededor. Algo acojonante. Si CSI estuviera en antena, les hubiera encantado examinar los porqués de algo tan indescriptiblemente horrible.

Quedé embadurnado por la cara interior y exterior de ambos muslos, al tiempo que mi culo perdió su virginidad, hacia afuera, de una forma traumática. Conseguí limpiarme usando todo lo que tenía a mano: gasté una amazonia en papeles y el propio ex calzoncillo (parecía la gamuza de haber limpiado las patas traseras de un mamut) fue usado en un último servicio. Allí quedaron.

El caso es que me puse las bermudas, oliendo aún a Zotal, y salí al exterior a enfrentarme con la vida.

Los pantalones, por cariño, los enjuagué como pude y los envolví en una bolsa de plástico para conservarlos herméticamente aislados. Volví a Buenos Aires con ellos así dispuestos, dentro de mi mochila y, al finalizar la beca, regresé a España con ellos en la maleta.

No iban tan herméticos como hubiera deseado. Al sacarlos de la bolsa, parecían vivos. Del olor ni hablo, porque me cerrarán el hilo.
Pero los conservo. En el armario están, como supervivientes a un verdadero Hiroshima infecto y escatológico.

Y hoy me pregunto si los guardo por motivos sentimentales.
 
LA BIBLIA.

Capítulo 1
El Verbo hecho carne
1:1 En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el
Verbo era Dios.
1:2 Este era en el principio con Dios.
1:3 Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que
ha sido hecho, fue hecho.
1:4 En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
1:5 La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no
prevalecieron contra ella.
1:6 Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan.
1:7 Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz,
a fin de que todos creyesen por él.
1:8 No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz.
1:9 Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este
mundo.
1:10 En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no
le conoció.
1:11 A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron.
1:12 Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre,
les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;
1:13 los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne,
ni de voluntad de varón, sino de Dios.
1:14 Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su
gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.
1:15 Juan dio testimonio de él, y clamó diciendo: Este es de quien yo decía:
El que viene después de mí, es antes de mí; porque era primero que yo.
1:16 Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia.
1:17 Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad
vinieron por medio de Jesucristo.
1:18 A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del
Padre, él le ha dado a conocer.

Testimonio de Juan el Bautista
1:19 Este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron de Jerusalén
sacerdotes y levitas para que le preguntasen: ¿Tú, quién eres?
1:20 Confesó, y no negó, sino confesó: Yo no soy el Cristo.
1:21 Y le preguntaron: ¿Qué pues? ¿Eres tú Elías? Dijo: No soy. ¿Eres tú el
profeta? Y respondió: No.
1:22 Le dijeron: ¿Pues quién eres? para que demos respuesta a los que nos
enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?
1:23 Dijo: Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el
camino del Señor, como dijo el profeta Isaías.
1:24 Y los que habían sido enviados eran de los fariseos.
1:25 Y le preguntaron, y le dijeron: ¿Por qué, pues, bautizas, si tú no eres
el Cristo, ni Elías, ni el profeta?
1:26 Juan les respondió diciendo: Yo bautizo con agua; mas en medio de
vosotros está uno a quien vosotros no conocéis.
1:27 Este es el que viene después de mí, el que es antes de mí, del cual
yo no soy digno de desatar la correa del calzado.
1:28 Estas cosas sucedieron en Betábara, al otro lado del Jordán, donde
Juan estaba bautizando.

El Cordero de Dios
1:29 El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el
Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
1:30 Este es aquel de quien yo dije: Después de mí viene un varón, el cual
es antes de mí; porque era primero que yo.
1:31 Y yo no le conocía; mas para que fuese manifestado a Israel, por esto
vine yo bautizando con agua.
1:32 También dio Juan testimonio, diciendo: Vi al Espíritu que descendía
del cielo como paloma, y permaneció sobre él.
1:33 Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, aquél
me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él,
ése es el que bautiza con el Espíritu Santo.
1:34 Y yo le vi, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.

Los primeros discípulos
1:35 El siguiente día otra vez estaba Juan, y dos de sus discípulos.
1:36 Y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo: He aquí el Cordero de Dios.
1:37 Le oyeron hablar los dos discípulos, y siguieron a Jesús.
1:38 Y volviéndose Jesús, y viendo que le seguían, les dijo: ¿Qué buscáis?
Ellos le dijeron: Rabí (que traducido es, Maestro), ¿dónde moras?
1:39 Les dijo: Venid y ved. Fueron, y vieron donde moraba, y se quedaron con
él aquel día; porque era como la hora décima.
1:40 Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a
Juan, y habían seguido a Jesús.
1:41 Este halló primero a su hermano Simón, y le dijo: Hemos hallado al
Mesías (que traducido es, el Cristo).
1:42 Y le trajo a Jesús. Y mirándole Jesús, dijo: Tú eres Simón, hijo de
Jonás; tú serás llamado Cefas (que quiere decir, Pedro).

Jesús llama a Felipe y a Natanael
1:43 El siguiente día quiso Jesús ir a Galilea, y halló a Felipe, y le dijo:
Sígueme.
1:44 Y Felipe era de Betsaida, la ciudad de Andrés y Pedro.
1:45 Felipe halló a Natanael, y le dijo: Hemos hallado a aquel de quien
escribió Moisés en la ley, así como los profetas: a Jesús, el hijo de José,
de Nazaret.
1:46 Natanael le dijo: ¿De Nazaret puede salir algo de bueno? Le dijo Felipe:
Ven y ve.
1:47 Cuando Jesús vio a Natanael que se le acercaba, dijo de él: He aquí un
verdadero israelita, en quien no hay engaño.
1:48 Le dijo Natanael: ¿De dónde me conoces? Respondió Jesús y le dijo:
Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.
1:49 Respondió Natanael y le dijo: Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres
el Rey de Israel.
1:50 Respondió Jesús y le dijo: ¿Porque te dije: Te vi debajo de la higuera,
crees? Cosas mayores que estas verás.
1:51 Y le dijo: De cierto, de cierto os digo: De aquí adelante veréis el
cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo
del Hombre.
 
Capítulo 1
El Verbo hecho carne
1:1 En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el
Verbo era Dios.
1:2 Este era en el principio con Dios.
1:3 Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que
ha sido hecho, fue hecho.
1:4 En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
1:5 La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no
prevalecieron contra ella.
1:6 Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan.
1:7 Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz,
a fin de que todos creyesen por él.
1:8 No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz.
1:9 Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este
mundo.
1:10 En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no
le conoció.
1:11 A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron.
1:12 Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre,
les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;
1:13 los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne,
ni de voluntad de varón, sino de Dios.
1:14 Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su
gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.
1:15 Juan dio testimonio de él, y clamó diciendo: Este es de quien yo decía:
El que viene después de mí, es antes de mí; porque era primero que yo.
1:16 Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia.
1:17 Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad
vinieron por medio de Jesucristo.
1:18 A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del
Padre, él le ha dado a conocer.

Testimonio de Juan el Bautista
1:19 Este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron de Jerusalén
sacerdotes y levitas para que le preguntasen: ¿Tú, quién eres?
1:20 Confesó, y no negó, sino confesó: Yo no soy el Cristo.
1:21 Y le preguntaron: ¿Qué pues? ¿Eres tú Elías? Dijo: No soy. ¿Eres tú el
profeta? Y respondió: No.
1:22 Le dijeron: ¿Pues quién eres? para que demos respuesta a los que nos
enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?
1:23 Dijo: Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el
camino del Señor, como dijo el profeta Isaías.
1:24 Y los que habían sido enviados eran de los fariseos.
1:25 Y le preguntaron, y le dijeron: ¿Por qué, pues, bautizas, si tú no eres
el Cristo, ni Elías, ni el profeta?
1:26 Juan les respondió diciendo: Yo bautizo con agua; mas en medio de
vosotros está uno a quien vosotros no conocéis.
1:27 Este es el que viene después de mí, el que es antes de mí, del cual
yo no soy digno de desatar la correa del calzado.
1:28 Estas cosas sucedieron en Betábara, al otro lado del Jordán, donde
Juan estaba bautizando.

El Cordero de Dios
1:29 El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el
Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
1:30 Este es aquel de quien yo dije: Después de mí viene un varón, el cual
es antes de mí; porque era primero que yo.
1:31 Y yo no le conocía; mas para que fuese manifestado a Israel, por esto
vine yo bautizando con agua.
1:32 También dio Juan testimonio, diciendo: Vi al Espíritu que descendía
del cielo como paloma, y permaneció sobre él.
1:33 Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, aquél
me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él,
ése es el que bautiza con el Espíritu Santo.
1:34 Y yo le vi, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.

Los primeros discípulos
1:35 El siguiente día otra vez estaba Juan, y dos de sus discípulos.
1:36 Y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo: He aquí el Cordero de Dios.
1:37 Le oyeron hablar los dos discípulos, y siguieron a Jesús.
1:38 Y volviéndose Jesús, y viendo que le seguían, les dijo: ¿Qué buscáis?
Ellos le dijeron: Rabí (que traducido es, Maestro), ¿dónde moras?
1:39 Les dijo: Venid y ved. Fueron, y vieron donde moraba, y se quedaron con
él aquel día; porque era como la hora décima.
1:40 Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a
Juan, y habían seguido a Jesús.
1:41 Este halló primero a su hermano Simón, y le dijo: Hemos hallado al
Mesías (que traducido es, el Cristo).
1:42 Y le trajo a Jesús. Y mirándole Jesús, dijo: Tú eres Simón, hijo de
Jonás; tú serás llamado Cefas (que quiere decir, Pedro).

Jesús llama a Felipe y a Natanael
1:43 El siguiente día quiso Jesús ir a Galilea, y halló a Felipe, y le dijo:
Sígueme.
1:44 Y Felipe era de Betsaida, la ciudad de Andrés y Pedro.
1:45 Felipe halló a Natanael, y le dijo: Hemos hallado a aquel de quien
escribió Moisés en la ley, así como los profetas: a Jesús, el hijo de José,
de Nazaret.
1:46 Natanael le dijo: ¿De Nazaret puede salir algo de bueno? Le dijo Felipe:
Ven y ve.
1:47 Cuando Jesús vio a Natanael que se le acercaba, dijo de él: He aquí un
verdadero israelita, en quien no hay engaño.
1:48 Le dijo Natanael: ¿De dónde me conoces? Respondió Jesús y le dijo:
Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.
1:49 Respondió Natanael y le dijo: Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres
el Rey de Israel.
1:50 Respondió Jesús y le dijo: ¿Porque te dije: Te vi debajo de la higuera,
crees? Cosas mayores que estas verás.
1:51 Y le dijo: De cierto, de cierto os digo: De aquí adelante veréis el
cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo
del Hombre.
 
Main man rebuznó:
“Ya te cagas...” musité extasiado, contemplando aquella maravilla. La frase no fue un decir. Comencé a cagarme. “Rediós --pensé para mis adentros, mientras una explosión mierdil amenazaba con estallar hacia mis afueras--. Esto sólo me puede pasar a mí. Estoy en Brasil, sobre una pasarela de tablas de madera, rodeado de desconocidos, delante de uno de los más increíbles espectáculos de la naturaleza y me voy a cagar encima. Sublime”.

Es de lo mejor que he leído por aquí últimamente.

Me identifico bastante con esta mierda. A mí me sucedió algo parecido en los prolegómenos de mi jura de bandera. El caso es que el episodio quedó inmortalizado en la foto del evento -se me puede ver como pajizo, macilento, desvencijadillo, como con los cojoncillos mustios; ya sabe-.
 
Je,je,je...definitivamente hilarante...caballero me ha hecho pasar usted unos mintunos deliciosos...la verdad es que las cagaderas traicioneras son terribles. Cuando el bicho aprieta, dios, tiembla hasta la tierra. A mi me ha pillado alguna en plena calle, que como bien se ha dicho, te hace sudar frío..una vez estuve a punto de bajarme de tirando del freno de emergencia y echarme a cagar al campo...fue llegar a la estación y desatarse una furia anal como no han conocido los siglos...se me caían las lágrimas, no digo más..

P.D. Señor cojones quiero mi antiguo nick...suplico clemencia
 
jejejje, bonito relato, supongo que el sonido de las cataratas acompañaba musicalmente a tus retortijones.......lo mas parecido que me paso a mi fue en el museo de arte romanico de barcelona, cagada post-borrachera de buena mañana, lo mas incomodo era el ruido incontrolable de mi culo sabiendo que el baño estaba lleno de gente....
 
Que rito tan entrañable el limpiarse las cagaleras con los gayumbos y dejarlos alli de regalo para la señora de la limpieza, creo que el 80% de la gente lo ha practicado por lo menos una vez en la vida, una sensacion unica.
 
laurita_12 rebuznó:
todos los sudacas os cagais encima en cuanto salis de la selva

Qué cojones sudaca? Estuve en Buenos Aires pero viajé desde aquí, melón/a.

Buenos aires también los que dejé en el excusado de la ignominia. Cristo.
 
Este un hilo de mierda es, pero malinterpretarme no debe, a la temática me refiero, no a su valía.

Por cierto, ¿porque los de temática escatológica hilos siempre tan hilarantes me resultan? En fin, sea como sea, mi aportación al hilo aqui tienen:


mierda_surfera1.jpg
 
Main man rebuznó:
No sé si soy un loco, un cerdo o un sentimental, pero guardé con amor unos pantalones sobre los que había echado una lluvia de mierda, que lo que cayó en Vietnam era de risa.

Fue en la frontera de Brasil con Argentina, visitando las cataratas de Iguazú. Estuve una temporada en Buenos Aires por una beca y decidí un fin de semana aprovechar e irme a visitar el parque nacional y las famosas cataratas.

Llegué de noche y dormí en un bungalow. No había chicas. Sólo mosquitos y una gayola vaga y calurosa. A la mañana siguiente, desayuné en el hostal bungalowero y me dijeron que si no me daba prisa, al autobús que me llevaba a las cataratas no llegaba ni patrás. Salí zumbando y tuve que bajar una carreterilla sin asfaltar para casi subirme al bus en marcha, echando la pota. Ni Ben Jonson bañado en pasta de coca hubiera corrido más.

El caso es que una vez en el parque y vistas algunas de las espectaculares cataratas y los bichos disecaos del museíllo escolar que tenían allí, me apunté a una de las excursiones a la Garganta del Diablo (la confluencia de los ríos Aguazú y Paraná y frontera natural de Brasil, Argentina y Paraguay), el punto más jevi de caída de agua en la zona.




El camión que nos llevó a los turistillas, desfiló por carreteras internas del parque, lógicamente sin asfaltar. Ok. Llegamos a la parte del río en el que atracaban las barcazas que nos llevarían junto a la Garganta. Allí había unas pasarelas y puentes de madera que permiten al visitante admirarse con la caída libre de millones de metros cúbicos de agua.

“Ya te cagas...” musité extasiado, contemplando aquella maravilla. La frase no fue un decir. Comencé a cagarme. “Rediós --pensé para mis adentros, mientras una explosión mierdil amenazaba con estallar hacia mis afueras--. Esto sólo me puede pasar a mí. Estoy en Brasil, sobre una pasarela de tablas de madera, rodeado de desconocidos, delante de uno de los más increíbles espectáculos de la naturaleza y me voy a cagar encima. Sublime”.
El motivo era que con la carrera al autobús y el posterior traqueteo del camión por dentro del parque, se me habían revuelto las tripas de tal manera que la catástrofe era inminente.
Cómo estaría de atacao, que pensé en deslizarme y dejarme caer al agua (habría pirañas? Ni puta idea, el agua era marrón de la fuerza que traía), bajarme los pantalones y cagarme vivo allí mismo, oculto por las aguas y a riesgo de ir a parar a tomar pol culo arrastrado por la corriente en la mismísima Garganta del Diablo.

Traté de aguantar mientras mis tripas rugían como leones esquizofrénicos. Apoyado contra una viga de madera, con el culo encajao en una arista cual gein viciosa, no veía el momento en que la barcaza llegase a recogernos. Sudaba frío, a pesar de los 35 grados y el 80% de humedad. Por fin se acercó la barcaza y el viaje a la orilla fue el más largo de mi vida, a pesar de que no duraría más que unos 5 minutos. Fui todo el tramo sentado sobre un lado de la zodiac, con las piernas más apretadas que si se me fuera a salir el coño o la misma vida.

Por fin llegamos a tierra, di un salto y a zancadas, con algo quasi vivo que quería salir de mi y que se me escapaba, me metí en un drugstore que había para los turistas. Pillé las primeras bermudas que vi en una percha, y con al cara descompuesta, le solté la pasta que me pareció suficiente a la dependienta mientras le berreaba como si se me estuviera escapando el alma en vez de 18 kilos de mierda líquida. Me indicó con la mano y la dejé boquiabierta. “Cierra la jodida boca, cabrona, porque se preparan tiempos de tormenta”, pensé mientras llegaba casi rodando a los retretes.

Cerré la puerta de una patada, me arranqué el cinturón y apenas conseguí deslizar los pantalones, sobrevino la hecatombe: una brutal explosión de mierda que –lo juro, no se trata de una exageración literaria—salpicó todo a mi alrededor. Algo acojonante. Si CSI estuviera en antena, les hubiera encantado examinar los porqués de algo tan indescriptiblemente horrible.

Quedé embadurnado por la cara interior y exterior de ambos muslos, al tiempo que mi culo perdió su virginidad, hacia afuera, de una forma traumática. Conseguí limpiarme usando todo lo que tenía a mano: gasté una amazonia en papeles y el propio ex calzoncillo (parecía la gamuza de haber limpiado las patas traseras de un mamut) fue usado en un último servicio. Allí quedaron.

El caso es que me puse las bermudas, oliendo aún a Zotal, y salí al exterior a enfrentarme con la vida.

Los pantalones, por cariño, los enjuagué como pude y los envolví en una bolsa de plástico para conservarlos herméticamente aislados. Volví a Buenos Aires con ellos así dispuestos, dentro de mi mochila y, al finalizar la beca, regresé a España con ellos en la maleta.

No iban tan herméticos como hubiera deseado. Al sacarlos de la bolsa, parecían vivos. Del olor ni hablo, porque me cerrarán el hilo.
Pero los conservo. En el armario están, como supervivientes a un verdadero Hiroshima infecto y escatológico.

Y hoy me pregunto si los guardo por motivos sentimentales.


mande?
 
Interesante e irrisoria anécdota .

Main man rebuznó:
Traté de aguantar mientras mis tripas rugían como leones esquizofrénicos. Apoyado contra una viga de madera, con el culo encajao en una arista cual gein viciosa, no veía el momento en que la barcaza llegase a recogernos.

Lo de los leones esquizofrénicos ha sido muy ilustrativo :lol:
 
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