Me decía hoy un rumano un montón de cosas feas, porque cree esa gente que hay que insultar y ya esta, pero es que no, que no es sólo eso, se siente intimidado, está acostumbrado a señoras de pueblo sumisas. Señoras cornudas, señoras complacientes, señoras resignadas, señoras que se casan sin vestido para que las tengan en una casa de mala muerte sin trabajar. Muy moro todo. Y tiene dos hijas. La mujer, rumaní, no gitana, rumana sin más, ni fea ni guapa, más fea que guapa, no por sus rasgos, sino por la actitud y el look gñe, que ella no sabe, que ella no puede, que ella gñe, que está en la casa, haciendo la sopa, con los cuernos a cuestas, comprando los pantalones pal invierno.
Pues me decía esta sabandija, que no me deja en paz "Mis hijas nunca van a ser yyyyy" YYYY es mi profesión, que le mantiene a él, al zopenco de la mujer y a los cachorrillos que parieron, que por muy nenas que sean ya apuntan maneras de puticlú.
Y yo le miro y le digo que sus hijos no son sus hijos, que son los hijos que la vida tuvo de sí misma, y que podrá intentar ser como ellos, pero nunca obligarles a ser como él, porque ellos (las dos miniputis)viven en la casa del mañana donde no le está permitido entrar.
Es algo precioso que leí por ahí, y yo no puedo insultar a los niños con mi voz y mi cara. Pero es que me pone enferma esa familia, les mataría a todos.