. Hay unos peces de la familia de los cíclidos que tienen unas curiosas costumbres de apareamiento. La hembra es, al igual que en el caso de las escarabajas del hilo, una especie de lisistrata infalible, una guerrera de la castidad, la monja del acuario. Pues resulta que como no quieren saber nada de machos, al poner sus huevos los cogen y se los meten en la boca, bien guardaditos, no vaya a ser que llegue algún pececillo depravado con el pene recio a hacerles una faena.
Pero mira tú que como no quiere la cosa, aparece por allí un enemigo macho de la misma especie. Este no la viola, pero consigue que le acabe haciendo una mamada inconsciente, aunque de lo más voluntariosa. Así, como os cuento, y paso a explicarlo para que no me digan que miento. El pez macho ha generado en su aleta anal una especie de formas ovaladas y blanquecinas que parecen huevos. La hembra, al verlos, y creyendo que son huevos suyos que han quedado a la intemperie, va corriendo a metérselos en la boca y evitar así un aborto espontáneo de lo más tonto. De esta forma empieza a succionar el aparato genital del macho, el cual, muy pillo él, aprovecha la confusión para ponerse a cien y correrse en su boca fecundando ya de paso los dichosos huevos, y cumplir, por fin, con el inevitable, aunque rebuscado, objetivo de la especie.