Ni en la asignatura de biología, antigua conocimiento del medio, ciencias de la vida en la Tierra, ni desarrollo cognitivo de psicología se expone la transformación del cortex cerebral y las funciones mentales relacionadas que los humanos sentimos entre los 18 a 25 años, los primates como gorilas, chimpancés y bonobos, como también cada mamífero en el estadio previo a alcanzar la edad adulta. El lóbulo prefrontal del cerebro estaría más implicado en las emociones morales, como evidenciaron investigaciones a partir de la accidental alteración de Phineas Gage, siendo las neuronas espejo especializadas en la empatía afectiva como en la depredación torturadora.
La plasticidad cerebral en la infancia a los estímulos vivenciados que sedimentan el inconsciente, el ello psicoanalizado, para elaborar la personalidad que tendremos durante toda la vida adulta, queda decidida antes incluso de la pubertad en la adolescencia y el inicio de la sexualidad hasta más allá del límite reproductivo en el tiempo de fertilidad. El rechazo de toda idea, creencia, que no se ajuste a lo preconcebido en nuestra mentalidad ya moldeada, la dificultad de estudiar toda disciplina sin referencias a nociones básicas aprendidas siendo menor.
No se menciona en cambio que tal denominado cierre del cerebro hasta la rigidez definitiva tiene diversas implicaciones, más importantes que el consuelo de la perpetuación en descendientes a quien dar en herencia nuestra culpa. Los prejuicios en la orientación social, lo mismo de siempre agravado a peor hasta la muerte, la desconfianza lleva al ataque preventivo, traicionar para medrar sobre el más ingenuo que nunca devolvería el golpe, relacionarse solamente con cómplices criminales en mutuo encubrimiento.
Por encima de toda negativa en nuestra barrera mental al amurallar la morada del bípedo implume: experimentar repentinamente la paranoia del miedo ancestral, atávico paleolítico de las cavernas a todo lo desconocido, encerrarse en lo ya conocido, lo inculcado, lo que nos es familiar, aunque sea la carroña despojada por otros depredadores más sanguinarios que nuestros homínidos, antes que nada ni nadie bueno por conocer.